Al haber ejecutado al clérigo chiíta, el jeque Nimr al Nimr, Arabia Saudita podría haber provocado una mayor escalada en las tensiones en el mundo musulmán. En la teocracia chiíta en Irán, el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, dijo que Arabia Saudita, gobernada por una monarquía sunita, enfrentaría "la venganza divina" por haber matado al extrovertido clérigo, quien fue uno de los 47 hombres a los que se ejecutó en masa. Al Nimr fue defensor de mayores derechos para los chiítas en Arabia Saudita y los países a su alrededor. Arabia Saudita lo había acusado de incitar a la violencia en contra del Estado.
A continuación se presentan las diferencias básicas entre el Islam sunita y el chiíta.
¿Qué causó la división?
Se produjo un cisma después de la muerte del profeta Mahoma en el año 632. Murió sin haber nombrado a un sucesor que dirigiera a la comunidad musulmana y surgirán disputas por quién debería guiar a la nueva fe en crecimiento rápido.
Algunos creían que se debería escoger a un dirigente nuevo por consenso; otros pensaban que solo los descendientes del profeta deberían ser califas. El título se le pasó a Abu Bakr, un ayudante de confianza, aunque algunos pensaron que debió habérsele dado a Ali, el primo y yerno del profeta. Al final Ali se convirtió en el califa después de que asesinaron a dos sucesores de Abu Bakr.
Después de que también asesinaron a Ali con una espada envenenada en la mezquita de Kufa, en lo que hoy es Irak, sus hijos Hasan y después Husein reclamaron el título. Sin embargo, masacraron a Husein y a muchos de sus parientes en Karbala, Irak, en 680. Su martirio se convirtió en un principio central para quienes creían que Ali debió haber sido el sucesor del profeta. (Se le llora cada año en el mes de Muharram). A sus seguidores se les llegó a conocer como chiítas, una contracción de la frase Shiat Ali o seguidores de Ali.
Los sunitas, no obstante, consideran a los tres primeros califas anteriores a Ali como legítimamente guiados y a sí mismos como los verdaderos seguidores de la suna o la tradición del profeta. Los gobernantes sunitas se embarcaron en una conquista arrasadora que extendió los califatos al norte de Africa y a Europa. El último califato terminó con la caída del Imperio otomano, después de la Primera Guerra Mundial.
¿En qué difieren sus creencias?
Las sectas sunita y chiíta del islam abarcan un amplio espectro de doctrinas, opiniones y escuelas de pensamiento. Las ramas concuerdan en muchos aspectos del islam, pero existen desacuerdos considerables dentro de cada una. Ambas incluyen a fieles que recorren la gama desde los laicos hasta los fundamentalistas. Los chiítas consideran que Ali y los dirigentes que le siguieron fueron imanes. La mayoría cree en una línea de 12 imanes, y se piensa que el último de ellos, un muchacho, desapareció de Irak en el siglo IX, después de que asesinaron a su padre. Los chiítas a los que se conoce como imamíes esperan su retorno como el mahdi o mesías. Debido a los distintos caminos que tomaron las dos sectas, los sunitas enfatizan el poder de Dios en el mundo material y, a veces, incluyen a los reinos de la población y la política, mientras que los chiítas valoran el martirio y el sacrificio.
¿Cuál de las sectas es la más grande y dónde se concentra cada una?
Más de 85 por ciento de los 1,500 millones de musulmanes del mundo es sunita. Viven por todo el mundo árabe, así como en países como Turquía, Pakistán, la India, Bangladesh, Malasia e Indonesia. Irán, Irak y Bahrein son mayoritariamente chiítas. La familia real saudita, que practica una forma de islam sunita austera y conservadora, conocida como wahabismo, es la que controla los santuarios más sagrados, La Meca y Medina. Los chiítas reverencian a los santuarios de Karbala, Kufa y Nayaf.
Arabia Saudita e Irán, las potencias sunita y chiíta dominantes en Oriente Próximo, adoptan, a menudo, lados opuestos en los conflictos regionales. En Yemen, los hutis o rebeldes chiítas del norte, derrocaron al gobierno dominado por sunitas, lo que llevó a una invasión de una coalición liderada por Arabia Saudita. En Siria, donde hay una mayoría sunita, la secta chiíta alauita del presidente Bashar Asad, que ha dominado de largo al gobierno, se aferra al poder en medio de una sangrienta guerra civil. Y en Irak, los amargos resentimientos entre el gobierno liderado por chiítas y las comunidades sunitas han contribuido a las victorias del Estado Islámico.