¿Cuál es el cambio?

¿Cuál es el cambio?

El cambio que requiere la República Argentina, para retornar a su esplendor económico de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, progresar, desarrollarse y mejorar el bienestar general, es muy fácil, sencillo y factible de realizar.

La armonía, equilibrio y estabilidad universal son efectos de las leyes naturales que rigen el universo. La armonía, equilibrio y estabilidad económicas, también son consecuencia de leyes, en este caso humanas, que rigen dicha actividad. En consecuencia, para progresar, desarrollar la economía y mejorar el bienestar general, sólo se requiere disposiciones legales que permitan al fenómeno económico funcionar en plenitud.

La condición esencial para tal fin, es reconocer que existen leyes naturales, también en materia económica.

La primera ley natural económica es su génesis, la necesidad humana, que no es idéntica para todos los humanos, ni para cada uno en diferentes circunstancias.

La segunda: todos los bienes son limitados, algunos muy abundantes como el oxígeno, otros muy escasos como la esmeralda, pero todos limitados.
La tercera: no se aprecia de la misma manera siempre y todas las necesidades humanas. Algunas son muy intensas, como de médico y medicina, cuando enfermamos; no tanto cuando la enfermedad no se considera grave, y nada, cuando estamos sanos. Cuando llueve necesitamos paraguas y, en consecuencia, le asignamos valor económico. Caso contrario, no, porque no presta utilidad.

Consecuencia de la necesidad humana y limitación de todos los bienes, surge la ley del valor económico, es decir, la apreciación personal de la importancia del bien que satisface la necesidad. Como las necesidades son variables tanto para cada individuo como para cada uno en diferentes circunstancias, el valor económico también es variable y subjetivo.

Las cosas no tienen valor por sí mismas, sino como efecto de la apreciación de utilidad de cada sujeto.

A su vez, el efecto del valor económico es el precio, es decir, el esfuerzo que debemos realizar para obtener lo que creemos necesario.

Dicha subjetividad del valor económico y su variabilidad imponen para la satisfacción de todos y cada uno: libertad, libertad, libertad. Por supuesto, lo mismo que en materia civil, dicha condición debe protegerse de su quebrantamiento y/o aprovechamiento y garantizar la capacidad del ciudadano para participar en la vida económica.

Otra ley es el orden en que suceden los fenómenos económicos: necesidad, escasez, valor económico, precio. Si se modifica el precio, no se modifica su causa: la necesidad ni la escasez del bien. Se modifica la actividad económica, que se traba y disminuye.

Lo expuesto precedentemente son fundamentos y razones de la necesidad de cambio de las disposiciones económicas que, desde principios del siglo XX y cada vez más, han trabado y perjudicado la actividad económica. Errores tales como fijación, congelamiento y/o administración de precios, inflación, retenciones y subvenciones, promociones, etcétera, que se pretendieron solucionar atacando sus propias consecuencias, originaron la recesión argentina.

Cabe señalar que el primer signo monetario argentino, creado en 1881, fue el peso moneda nacional (m$n) cuya conversión a peso oro perduró hasta 1929. Desde 1930 y hasta 1991, se modificó el valor de la moneda argentina 10.000.000.000.000 (diez billones) y desde abril de 1991 hasta la actualidad ha perdido más de quince veces la capacidad de compra frente al dólar.

El error más grave económico es conceptual: desconocer las leyes naturales y actuar como si el hombre pudiera hacer y deshacer a su antojo la actividad económica. Los fenómenos económicos tienen secuencia y válvulas de ajuste. El yerro del orden de los fenómenos económicos altera negativamente los resultados. Todos los hechos económicos están encadenados. Todos tienen su causa, no surgen de la nada. Todo hecho tiene su causa y su consecuencia.

Las promociones son contrarias a una sana y correcta economía, por cuanto benefician a actividades, sectores o regiones no rentables a costa de lo rentable.

Uno de los errores más comunes de los últimos gobiernos es jugar con los precios, tanto de bienes como de la moneda, desconociendo su importancia y la trascendente función que cumplen.

Otra frustración es la sanción y ejecución de presupuestos desequilibrados, causa de déficits fiscales, endeudamientos y/o inflación.

La inflación implica inestabilidad, que es un lastre para la productividad y es un indicador de injusticia, falla financiera, incapacidad de mantener constante la unidad de medida y recesión, es decir, errónea praxis económica.

Los gravámenes excesivos perjudican la actividad económica, por cuanto reducen el beneficio y, en consecuencia, el incentivo para producir. Como consecuencia de las citadas imperfecciones económicas, no se logra el equilibrio verdadero y sus ventajas: estabilidad perdurable, inversiones y pleno empleo; es decir, actividad económica, progreso y desarrollo.

El cepo del dólar, el 82% móvil, la desocupación, la desvalorización monetaria, el colapso económico, el endeudamiento, la inflación, las crisis y la recesión económica, son hechos secundarios, efectos de no respetar las leyes naturales y desaprovechar sus ventajas remando contra la corriente.

Para promover la actividad económica, evitar el desabastecimiento, incentivar la producción de los bienes y servicios más requeridos por la colectividad y bajar los precios, es imprescindible que estos sean verdaderos, por cuanto ello implica que son justos; lo que oferta y demanda están dispuestas a pactar, que es la génesis de la actividad económica.

Las correctas reglas de juego no son ajenas a nuestra Constitución Nacional, cuyo preámbulo establece: asegurar la libertad general y afianzar la justicia.

La libertad general es: libertad, libertad, libertad y justicia es lo correcto; cuando no falta ni sobra; no favorecer ni perjudicar nada ni nadie.

En conclusión, el cambio consiste en reconocer las leyes naturales, favorecer la libertad económica y evitar las falencias cometidas.

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