Las Fiestas de fin de año son, en el imaginario colectivo, un momento de encuentro, para compartir en armonía, reflexionar sobre lo vivido y delinear los deseos para el año que vendrá. Sin embargo, muchas veces la previa de esos festejos suele tornarse conflictiva a la hora de elegir con quién celebrar.
Es que a las preferencias particulares de cada uno se le suman los compromisos, las peleas familiares, los “tira y afloje” de los distintos miembros, entre otro variado abanico de situaciones que suelen presentarse. Así una simple decisión puede volverse una tortura que se complementa con estrés habitual que aparece los últimos días del año. Expertos consultados recomendaron bajar las expectativas a estas reuniones y priorizar la salud mental.
Mariana (35) recuerda que durante varios años sufría ante la llegada de las Fiestas porque sabía que no podía conformar a todos los miembros de su familia durante los festejos navideños y de Año Nuevo. “Siempre había alguien que se ofendía, pero hace un tiempo decidí que dejaría de importarme”, relató. Esa decisión la llevó a tomarse la situación con más calma.
“Como tengo a mis papás separados espero la invitación de ellos, con el primero que organiza paso la Noche Buena y con el otro el 25”, explicó. Como está en pareja, ella además debe compartir con su familia política. “Ellos eligen una de las dos Fiestas para pasar juntos y esta vez tocó Año Nuevo, así que todo me cerró”, comentó satisfecha.
Más complicado se le presenta el panorama a Ramiro (42) quien está casado y tiene muy mala relación con los familiares de su mujer. “Cada año es un drama porque quiero acompañarla, pero al final siempre la termino pasando mal”, indicó con cierto pesar. Lo que hace entonces es cenar con sus suegros y cuñados y pasadas las 12 parte para celebrar con amigos.
“Buscamos salir del compromiso y pasar la noche en un ambiente más neutral”, confesó. Otras veces, ellos directamente han elegido salir de vacaciones antes del 24 de diciembre para evitar el momento indeseado.
Ritual familiar
Para el psiquiatra Benigno Gutiérrez, durante las Fiestas se remueven las emociones profundas y suele suceder que las distintas familias tengan las expectativas de ser elegidas como las preferidas. "Entonces cuando alguien tiene que ir a otro lado se lo vive como un desprecio o una ofensa", explicó.
Según su visión, se trata de una parte negativa de los festejos que puede generar una gran tensión. “Sobre todo el 24 se toma como un ritual de la familia que siempre tiene que vivirse igual”, remarcó. Cuando esta tensión se profundiza es frecuente que durante las Fiestas haya peleas. “Hasta muchas veces aparece el factor de agresión física motivado por la fuerte movilización emocional y el alcohol”, añadió.
Por su parte, Mauricio Fracapani, licenciado en Psicología y presidente de la Fundación Alto Desarrollo, señaló que si de pareja o de familias se trata las Fiestas resultan ser un problema en función de lo que ha ido transcurriendo a ese nivel durante el año.
“A veces uno fuerza algunas situaciones de pareja o familia que son realmente inexistentes o por ejemplo se quiere reunir a personas que no se vieron durante todo el año”, expuso a la vez que lo catalogó como una equivocación. “Acá uno tendría que hacerse un replanteo a ver si no hubiera estado bueno reforzar ese vínculo unos meses antes”, añadió.
Bajar las expectativas
La recomendación de Gutiérrez para evitar caer en una situación negativa es "animarse a tomar las Fiestas como una acontecimiento más". "Es fundamental que todo el mundo pueda entenderlo y que si alguien elige pasarla con el otro no se tome como un desaire", destacó. A su vez el médico habló de la tolerancia y la necesidad de tomar distancia. "Hay una ley general para los adultos que dice que para poder conservar los afectos tienen que aprender a tomar una distancia saludable, así como incorporar a otros miembros", aseveró.
La psicóloga especialista en pareja, familia y grupo, Stella Hom, coincidió con la primera apreciación del doctor. “Cuando se habla de las Fiestas, adquieren una entidad tan grande y de tanta exigencia que pueden generar ansiedad en el sujeto porque siente que no puede cumplir con todos”, manifestó. Por esta razón, para ella es importante bajarle el tenor a estas jornadas. “Son días en los que se puede compartir de miles de formas”, remarcó.
Al respecto aclaró que hay un mandato social de tener que festejar con un grupo muy grande de personas y se cuestiona a los que se juntan de a pocos. "Las Fiestas implican compartir con el otro, pero no necesariamente tienen que ser entre 20 ó 50. Pareciera que hay una presión de vivir esos días de determinada manera", expuso y añadió que las personas son más alegres cuando pueden responder al propio deseo y no a lo impuesto.
Otro punto en el que hizo hincapié la psicóloga fue en la 'falta'.
“Es una emoción frecuente que aparece en las Fiestas, de lo que no se tuvo, de las personas que fallecieron y de las que están lejos”, detalló. Para ella, es mucho más doloroso este vacío que el conflicto de elegir con quién pasarla. “Porque esto último implica optar entre lo que se tiene, mientras que los primero es que se patentice lo que no se tiene”, diferenció.
También con amigos
Según la experiencia del psicólogo Fracapani, muchas personas se ven forzadas o autoforzadas a participar de un evento del cual no tienen muchas ganas. "Creo que es interesante pasar las Fiestas con la gente que uno quiere, que nos hace bien y no necesariamente tienen que ser familiares", manifestó el profesional quien subrayó que de esta forma se prioriza la salud mental de cada uno.
“Los compromisos terminan generando más malestar que otra cosa”, destacó. En ese sentido, celebró la decisión de la generación de jóvenes que se permiten pasar las Fiestas con sus amigos.
Para el profesional, además, esta decisión se suma al agotamiento propio de fin de año. “Hay datos científicos que demuestran que el cansancio físico y mental no se lleva muy bien con las presiones y los desacuerdos, mientras menos energía tenés física o mentalmente es más difícil ponerse de acuerdo con el resto de nuestros convivientes”, precisó.
La psiquiatra Celia del Canto también puso el acento en este punto: “El estrés sostenido al que estamos expuestos durante el año llega a su máxima expresión en diciembre porque se experimenta la vivencia de que todos los plazos vencen este mes y además se suma que todos los conflictos y tensiones familiares previas quedan expuestas claramente durante esta etapa y se derrumba la idealización de celebraciones perfectas”, explicó.
Tal como enumeró esto genera angustia, desánimo, retraimiento, aislamiento y vivencias de duelo con marcada repercusión física. “La importancia de reconocer la existencia de estas situaciones conflictivas y no realizar una negación de las mismas esperando que se solucionen mágicamente permite afrontarlas y plantear nuevas posibilidades de encuentro en otros ámbitos u otras condiciones”, recalcó.
Regalos, modo de registrar a las personas
La imagen de Papá Noel que anda dando vueltas desde hace varios meses, las decoraciones en shoppings, galerías y comercios, sumadas a las publicidades en la televisión parecen indicar que la Navidad se trata únicamente de regalar. Y si bien esta conducta se asocia principalmente al consumismo para los expertos del Instituto Sincronía, especialistas en estrés, ansiedad y emociones, los presentes son una forma de registrar a las personas.
“Los seres humanos necesitamos y deseamos no tan solo sobrevivir, sino también vivir. Como especie progresamos y avanzamos en un marco cultural también asociado a rituales y que van marcando la conformación social. Y ahí circulan objetos, asociados a símbolos, como son los regalos”, comenzó a explicar la psicoterapeuta María Gabriela Fernández Ortega, miembro del organismo que funciona en Buenos Aires.
Como ejemplo la licenciada señaló que cuando un niño nace, ya sea en Nueva York o en una tribu en África, la familia, amigos, la comunidad le hace obsequios, le dan un nombre, se lo incluye dentro de un grupo de pertenencia. “Los regalos entonces, están asociados a registrar a esa persona. A darle entidad dentro del grupo humano”, remarcó.
Según su experiencia, muchas veces por motivos vinculados a lo económico se define que los presentes van a ser sólo para los niños y se pierde de vista que también tienen un efecto importante sobre los adultos. “Toda persona valora que el que otro ser allegado lo haya registrado y como los registros tienen que ver con la circulación no sólo de los gestos, los actos y los hechos, sino también de los símbolos, los obsequios adquieren esa importancia porque son símbolos”, indicó la profesional.
Más allá del valor económico, para Fernández Ortega, regalar algo pensado a una persona refiere pensar en ella en particular cuando se realizó la decisión. “Regalarle al adulto algo... quiere decir que esa persona es parte de mi mente y de mi realidad”, expuso.