A casi tres años de la creación de la División Búsqueda de Prófugos, el número de fugados del Servicio Penitenciario local se redujo notablemente y de 200 evadidos ya han capturado a 92 desde que la brigada está operativa. Los escasos recursos hacen que la división sólo cuente con cuatro policías y cuatro penitenciarios, que están encargados de seguirles el rastro y capturar a los buscados.
Vestidos de civil, los sabuesos trabajan en los barrios "calientes", los que habitualmente escogen los fugados pera esconderse. Mediante tareas de vigilancia y entrecruzamiento de datos con otras divisiones es que se logran la mayoría de las capturas.
"El 80 o 90 por ciento de los casos de fugados en la provincia son los condenados que gozan de beneficios como detención domiciliaria o salidas transitorias y no regresan al penal", confió a Los Andes un efectivo de Investigaciones.
El director del Servicio Penitenciario, Eduardo Orellana, coincide con el dato pero asegura que "el tiempo en el que permanecen prófugos, salvo escasas excepciones, es poco". "El fugado tiene que contar con recursos monetarios y logísticos que le permita estar fuera del ritmo de vida normal. En Mendoza son muy pocas las personas que permanecen prófugas mucho tiempo", explica el funcionario.
La dificultad de ser clandestino
Una vez que ganan la calle, los reos tienen otro objetivo, quizá más difícil que el de evadir los controles penitenciarios: el de mantenerse en la clandestinidad y no volver a estar presos.
"Generalmente se esconden en barrios marginales. Las 'ranchadas' (grupos de internos que comparten un pabellón) las hacen en el penal y cuando salen no van a la casa de los familiares porque saben que los van a buscar ahí. Van a los conocidos de las 'ranchadas' de los compañeros", explica un pesquisa.
"Muchas veces contactan a los seres queridos o a alguien que les pueda brindar ayuda; puede ser un familiar o un afecto. Las fiestas navideñas o alguna fiesta relacionada con cumpleaños o un aniversario son ocasiones en las que toman contacto con ellos. Siempre llega un punto de información al que se puede recurrir, algún teléfono de contacto, pero esos son procesos más policiales que penitenciarios", añade el jefe de las cárceles mendocinas.
Desde Investigaciones atribuyen a ciertos errores que cometen los reos que su captura se vuelva un tanto menos complicada, aunque admiten que "es un trabajo de hormiga".
"El error más común que cometen es pelearse con las mujeres o tener bronca con alguno del barrio. Tarde o temprano cometen un error. Algunos no vuelven al penal un domingo y los recapturan el lunes porque están borrachos o drogados y se han ido a la casa de la ex mujer a hacer lío. Ahí los agarrás porque les estás haciendo vigilancia", comenta el pesquisa consultado.
Desde un placard a un barrio privado
"Hace unos meses se logró la captura de un hombre de apellido Atencio. Cuando se realizó un allanamiento lo encontraron escondido en un placard. No habían hallado nada hasta que revisaron el ropero. Así había zafado de un allanamiento anterior", rememoró un efectivo de la Dirección de Investigaciones.
"El año pasado en el Campo Papa agarramos a uno con mucha droga y tenía unos números de teléfonos, entre ellos el del "Pitu" Vargas (hermano de Yaqui, sindicada como narco de Godoy Cruz). Él tenía un sustento económico importante, se movía en distintos autos y lo bancaban familiares en San Rafael. Pero el último tiempo se descuidó con los teléfonos, pedía remises y ahí saltó el dato que permitió su captura", continúa recordando el sabueso consultado.
Si bien el trabajo es arduo y los recursos escasos, los pesquisas confían en que cuando un interno escapa de una cárcel mendocina caerá en las manos de los sabuesos que lo buscan. "Caen siempre, tarde o temprano", remata con convencimiento un policía con varios años de servicio en la Fuerza.