¿Cómo superar el miedo al volante?

Los ataques de pánico se multiplican entre los conductores, como consecuencia del estrés continuo. Algunas claves para identificar la dolencia e intentar, siempre con ayuda de profesionales, doblegarla.

¿Cómo superar  el miedo al volante?

Cuando Martina Kaiser circulaba por la autopista a 150 km/h de repente aumentó la temperatura de su cuerpo y le subió una sensación desconocida. Los pulmones parecieron dejar de funcionar y la respiración se aceleró. Los autos a izquierda y derecha aparentemente se acercaban más y más. Así fue su primer ataque de pánico al volante.

Pero ¿por qué sucede? A Kaiser le gusta conducir, sobre todo rápido y especialmente en su Porsche.

El miedo no es algo extraño en los conductores, pero conviene distinguir. "Casi el 90 por ciento de mis clientes sufren ataques de pánico al volante", dice la psicóloga y profesora de conducción Alexandra Bärike. Es una consecuencia del estrés continuado.

Fue el caso de Kaiser. Trabajaba mucho y además se encargaba de cuidar a su madre enferma. Pasaba muchas horas al día en la autopista. "Los miedos lo tienen más fácil si el cuerpo está debilitado por el estrés", dice Bärike. Los ataques de pánico en el mejor de los casos no tienen nada que ver con el manejo.

Pero ahí entran en juego los otros miedos. Miedo a provocar un accidente, a molestar a otros conductores e incluso miedo a pasar por un túnel. "Los miedos pueden ser muy variados. Cuando el miedo alcanza su pleno desarrollo llega el ataque de pánico", afirma Sven Rademacher, experto en seguridad vial.

La suma de todos los miedos

Hay innumerables consecuencias y tipos de miedos al conducir. Esa es la razón por la no se puede cifrar concretamente cuántos conductores tienen miedo al volante. Además, a muchos les resulta difícil hablar de ello. Se estima que hasta una cuarta parte sufre problemas psicológicos a causa de un accidente grave. Entre ellos se incluyen los miedos manifiestos.

Kaiser desarrolló el miedo a conducir por los ataques de pánico. Comenzó con poder circular sólo por la derecha en caso de mucho tráfico. Luego siguió evitando las autopistas y perdiendo el doble de tiempo en hacer la compra. Al llegar a casa estaba tan cansada como si hubiera corrido un maratón.

Siempre se decía que los ataques desaparecerían, pero sólo empeoraban: "Llegó un momento en el que no podía dormir por las noches y tenía miedo del propio miedo".

La psicóloga Alexandra Bärike conoce el fenómeno. "El miedo tiende a generalizarse. Primero no se puede circular por la autovía, luego tampoco por las carreteras", dice. Un círculo vicioso al que hay que ponerle fin. "Los miedos se pueden tratar", asegura y recomienda al inicio recurrir a libros de autoayuda o conducir acompañado.

Eso ayuda especialmente a los conductores con menos experiencia. "El miedo lo provoca a menudo la inseguridad a diferentes situaciones de tráfico", afirma Sven Rademacher.

Y eso aumenta el riesgo de accidentes en cuanto se pierde la concentración en lo que ocurre en la carretera. Unas horas más en la autoescuela pueden ayudar a lograr más seguridad. Y cuando se está solo al volante es beneficioso hablarse a sí mismo: "Tómate tu tiempo, hazlo con calma y a tu ritmo", recomienda decirse Bärike.

La consideración hacia otros conductores a menudo refuerza la propia inseguridad y miedo. Tomar un modelo de conducta de un personaje, por ejemplo, puede ayudar a elevar la confianza. Cabeza alta, respirar profundo, hablarse y tomarse su tiempo ayudan a combatir el miedo, así como recordar las situaciones de conducción que ya se tienen aprendidas y dominadas.

¿Pero qué hacer cuando el miedo aparece de improviso? Parar el auto en cuanto sea posible y dar un paseo al aire libre, aconseja Sven Rademacher. ¿Y si no es posible dejar el auto a un lado? "Hay que aguantar, aunque resulte complicado", dice Martina Kaiser por su propia experiencia. Circular con calma por el carril derecho, desacelerar, tomar fuerzas y comenzar de nuevo poco a poco a adelantar.

"Quien sufre realmente un ataque de pánico debería recurrir a la ayuda terapéutica", dice Rademacher. Fue el caso de Kaiser. Tras cuatro años de miedo al volante, acudió a terapia. Con éxito. "Por supuesto que no desapareció de la noche a la mañana con una varita mágica", afirma.

Tras una breve terapia ella siguió practicando con su coche. Al principio aún con una incómoda sensación en el estómago que hoy ya quedó atrás cuando circula con su Porsche y vuelve a adelantar sin problemas al resto de vehículos. DPA

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