El 26 de enero de 1985 el Gran Mendoza sufrió el último terremoto de magnitud significativa que afectó la región y que produjo 6 muertos, 260 heridos y 20.000 viviendas destruidas.
Durante estos últimos 31 años, la tierra nos recuerda esporádicamente que vivimos en zona sísmica.
Los terremotos en Mendoza pueden generarse en focos profundos, intermedios y superficiales, siendo los terremotos superficiales los más destructivos. Pero estos terremotos tienen una frecuencia histórica superior a una generación, por lo tanto hay actualmente personas que no han vivido esta experiencia, situación que nos obliga a trabajar fuertemente en la sensibilización de la población.
A más de tres décadas de lo ocurrido nos interrogamos en cuánto hemos avanzado desde ese terremoto y qué tenemos aún pendiente de resolver.
En primer lugar el Instituto Nacional de Prevención Sísmica, Inpres, realizó el estudio detallado de la zona afectada, el Gran Mendoza, profundizando el conocimiento sobre la geología local, las condiciones generales del suelo, la evaluación de amenazas y riesgos de las construcciones expuestas.
El resultado fue la Microzonificación sísmica del Gran Mendoza de 1989, que determinó que dicha zona es el núcleo urbano del país más expuesto al riesgo sísmico por su impacto socio-económico.
Simultáneamente el Gobierno de Mendoza convocó a mejorar la normativa de construcción dando por resultado el Código de Construcciones Sismorresistentes de 1987, de compleja y demorada aplicación en todos los municipios, manteniendo controles municipales sobre la construcción y siendo pionero en la normativa sobre el estudio del suelo.
Las importantes enseñanzas de los terremotos de los últimos quince años implicaron un nuevo trabajo de actualización reglamentaria (Decreto 3525/2007), sin que mediara un terremoto y el resultado es el nuevo reglamento INPRES-CIRSOC 103 de alcance nacional desde 2013, elaborado por mayoría de profesionales locales. En este caso es responsabilidad de los municipios la aprobación de estas actualizaciones de seguridad para mitigación del riesgo sísmico.
El terremoto de 1985 destruyó el Hospital del Carmen, mostrando la problemática de la mampostería antigua en edificios esenciales. El Gobierno de Mendoza lo reconstruyó en el mismo lugar pero construyó nuevos hospitales hacia las afueras del Gran Mendoza.
En la zona de Villa Marini, Godoy Cruz, el terremoto puso en evidencia que hay una conformación del suelo que magnifica el efecto de las ondas sísmicas (efecto de sitio) y que también afectó zonas de Las Heras. Hoy se está trabajando en investigación en este tema para incluir los resultados en mapas que identifiquen las zonas más propensas a los efectos del terremoto, resultados que impactarán en la planificación del uso del suelo.
Sin embargo, la única forma de estudiar esta problemática es aumentando la densidad del instrumental de medición. Argentina que mantiene 2/3 de su territorio en zona con riesgo sísmico cuenta con 1 estación registradora cada 110676 km2 en comparación con EEUU, 6452 km2; o Chile, 20188 km2.
Dentro de la evaluación de amenazas, la UTN Facultad Regional Mendoza viene realizando desde 1970 un arduo trabajo de instrumentación sísmica y registración de eventos con el Servicio de Información Sísmica. Mantiene una red de acelerómetros exigidos por los reglamentos locales y nacionales en distintos edificios del Gran Mendoza.
La información sobre los sismos sentidos conforma una base de datos de libre acceso (http://www.frm.utn.edu.ar/sismos).
Por lo tanto, cuanto más se conozca el comportamiento de los suelos locales, mejor se aportará a la planificación del territorio, al uso del suelo y a la evaluación de la amenaza sísmica. Pero el crecimiento poblacional y de infraestructura hacia el oeste pedemontano en las últimas dos décadas implica la necesidad de ampliar la zona de vigilancia sísmica debido a que es un sector de fallamiento cuaternario no incluido en el estudio de INPRES. Esta información será de utilidad para el área de gestión de riesgos y manejo de emergencias.
Las importantes pérdidas causadas por los terremotos en la última década han impulsado a las instituciones internacionales de financiamiento a cambiar sus enfoques sobre la ayuda internacional frente a desastres de origen natural, impulsando estudios de escenarios posibles y de vulnerabilidad de lo construido, ya que la inversión en prevención es mucho menor que la inversión post-desastre (relación 1 a 7 respectivamente).
El marco de acción de Hyogo (2005-2015) y el marco de Sendai (2015-2030) de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres han apuntado al aumento de la resiliencia de las naciones y comunidades ante desastres, con énfasis en el desarrollo de ciudades resilientes y ambientalmente sustentables para reducir la destrucción ante la acción de los terremotos.
El análisis de vulnerabilidad y capacidad permiten conocer el grado de exposición de la población local y su capacidad de resistencia a los fenómenos naturales por lo que la educación, formación y sensibilización sobre los riesgos y la prevención tienen un rol fundamental en el aumento de la resiliencia de una población, tarea emprendida por las universidades locales en distintos eventos de difusión masiva y aportes al gobierno de Mendoza a través de distintas Cartas de Mendoza sobre la Gestión de Riesgo de Desastres entregadas (2009-2011) con un importante rol de los medios de comunicación.
El estado de las construcciones actuales, aún las esenciales, que deben atender la emergencia post terremoto, es un tema que debería preocupar a todos los estamentos de la sociedad; su destrucción y/o daño producirá no solamente pérdidas económicas para la provincia sino ocasionará un retraso socio-económico difícil de recuperar en pocos años.
En el mundo se está trabajando en las construcciones existentes, que no cumplen con todas las previsiones sismorresistentes a la vista de los resultados de los últimos terremotos, y que hace necesario reforzarlas para superar el terremoto destructivo esperado.
La Argentina y en particular Mendoza no han planteado políticas estratégicas que permitan reducir el grado de vulnerabilidad existente, situación que puede ser riesgosa ante la ocurrencia de un terremoto destructivo.
Una muestra del problema se concentra en el área metropolitana del Gran Mendoza, donde habita el 62% de la población total de Mendoza (INDEC, 2010) en 346.000 unidades habitacionales, de las cuales el 20% tiene más de 50 años de antigüedad, o sea que son construcciones con pocas previsiones sismorresistentes y sólo un 22% tiene menos de 10 años de antigüedad.
Estos números permiten plantear distintos escenarios ante un terremoto destructivo. Desde un punto de vista de la calidad de los materiales, todavía hay un 13% de viviendas con materiales frágiles (adobe) y donde el número de afectados será mayor que en el resto de la edificación.
Por ello, en la UTN Facultad Regional Mendoza se han estudiado nuevas tecnologías constructivas como la aislación de base y los sistemas de disipación de energía, tanto para edificios nuevos como para rehabilitación de los existentes, que permiten asegurar menores daños a la construcción ante terremotos destructivos, aplicando tecnología local.
Estas problemáticas no son solo responsabilidad del gobierno de turno, sino de todos los involucrados y que desde el rol que a cada persona le corresponda, se puede aportar para disminuir los impactos de un nuevo terremoto destructivo.
* Directora del Centro Regional de Desarrollos Tecnológicos para la Construcción, Sismología e Ingeniería Sísmica (CeReDeTeC) - UTN