El término ‘colecho’ se refiere al “sueño compartido”, es decir cuando un bebé o niño pequeño duerme en la misma habitación que sus padres, o en la misma cama que ellos.
Lo importante en este sentido es que cuando se hable de ‘colecho’, se tenga en cuenta que sea de una manera segura.
Las condiciones para una práctica sin riesgo son: que los padres no tengan sueño pesado, que no fumen en la habitación o tomen medicación, que tengan equilibro personal y sensibilidad interpersonal. Y en cuanto a las condiciones de la cuna, no debe haber espacio entre ambas camas.
Es beneficioso para la madre si está dando de amamantar y para el bebé sentirla cerca, calentita, disponible y amorosa. El pequeño necesita estar cerca de su mamá los primeros meses de vida no sólo para poder alimentarse, sino por el contacto piel a piel, y por la regulación de los patrones de respiración del bebé con los de su madre.
Según las recomendaciones de UNICEF, esta cercanía es un factor protector de la muerte súbita del lactante. Por eso, se recomienda que los bebés duerman en la misma habitación que los padres durante los primeros seis meses.
Los aspectos negativos: no todas son rosas
Todo depende de los acuerdos o desacuerdos de la pareja y de las personas convivientes (otros niños, por ejemplo). Si la dupla marital no está de acuerdo, el ‘colecho’ puede traer dificultades. Lo mismo pasa si practicar esta manera de dormir con el bebé, se impone sin tener en cuenta la comodidad de la familia.
Es importante que el “cómo” y “cuándo” sea una decisión meditada por la pareja. Hay que ser lo más consistentes y consecuentes posibles, además de flexibles o sensibles a las características y necesidades del niño. A veces, un aspecto positivo en exceso puede favorecer inseguridad o sobre estimulación en el niño (según el temperamento de cada pequeño) y de los adultos que lo cuidan.
Si esta situación llega a la consulta psicológica, el especialista puede evaluar y asesorar sobre la situación de riesgo, ponderar las variables en juego y la búsqueda que tiene la familia y el niño. El núcleo familiar se verá beneficiado si trabaja un equipo interdisciplinario en el asesoramiento integrado.
El momento clave: el cambio
La pareja tiene que estar muy decidida a realizar esa transición crucial: lograr que el niño duerma en otra habitación. Deben considerarse las posibilidades que se tienen como familia para sostener la decisión en el tiempo, de una manera saludable.
Todo el trabajo reside sobre la motivación versus la imposición. En ese momento, las normas claras versus la arbitrariedad (“ahora yo quiero, ahora no quiero”) facilitan esta transición.
Hay que considerar con atención aquellas situaciones que pueden ser abusivas del poder que tienen los adultos sobre los niños. Es importante diferenciar las necesidades de unos y de los otros. Por ejemplo, que el niño no ocupe el lugar de quien brinda caricias y cercanía por déficits del adulto.
Trucos y técnicas para que duerman en su cama
Hay niños que se duermen solos, otros que necesitan más contacto, y varios que demoran más en conciliar el sueño, pero algo es seguro, todos necesitan dormir. Es bueno acompañar este proceso de diferentes maneras y según las necesidades de cada bebé y familia.
Es importante acunar, cantar, acariciar y comprender que este proceso de conciliar el sueño es diferente en cada bebé/niño. Cada familia tiene que encontrar sus propios modos. No hay recetas mágicas, sino probar qué es lo funcional para cada una. Sin embargo, podemos brindar algunas recomendaciones y herramientas básicas:
Establecer rutinas previas, como el baño, las canciones o los cuentos. Son importantes porque contienen y organizan.
Armar el espacio con la temperatura, la iluminación y la compañía necesaria para ir conciliando el sueño.
Si el bebé o niño se despierta, acompañarlo en el mismo escenario y en las mismas condiciones conocidas por él. Lo ayudará a retomar el sueño.
Usar objetos transicionales, como peluches y almohadas, entre otros. Acompañar con canciones, relatos con cadencia y cuentos con redundancia.
¿Cómo elegir un cuento?
El texto debe ser breve y claro para que el niño mantenga el interés en la historia.
Un buen relato invita a la participación, a que se identifique con personajes y situaciones.
Un libro que juegue con el lenguaje, que tenga repeticiones sencillas, rimas, onomatopeyas o palabras sonoras, capta la atención del pequeño y ayuda al estado previo al dormir.