Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2015
El esfuerzo del equipo del presidente Barack Obama por negociar un acuerdo con Irán que pudiera impedir que los iraníes desarrollaran una bomba nuclear durante al menos una década está entrando ahora en su crucial etapa final. Espero que pueda finalizarse un acuerdo bueno y verificable, pero no será fácil. Si lo fuera, ya lo tendríamos para este momento. A continuación, los principales desafíos:
En primer lugar, puedes negociar un sencillo acuerdo de control de armas con un adversario en el que no confías. Los estadounidenses hicimos eso con el Kremlin durante la Guerra Fría. Cuando digo sencillo, me refiero a que tenga pocas partes movibles, así como procedimientos de verificación muy claros que no requieran de mucha buena voluntad de la otra parte, como vigilar sitios soviéticos de misiles con nuestros propios satélites.
También se puede negociar un complicado trato de control de armas con un país que comparte los propios valores: Japón y Corea del Sur someten con regularidad sus instalaciones nucleares a inspecciones internacionales.
Sin embargo, lo que resulta difícil poner en práctica es un complejo acuerdo sobre control de armas con un adversario en el que no se confía, como Irán o Corea del Norte.
Cada parte movible requiere de un poco de buena voluntad de la otra parte y, debido a que hay muchas partes movibles, las oportunidades para hacer trampa son muchas. Requiere de constante vigilancia. ¿Están dispuestos a eso Estados Unidos, Rusia, China y Europa a lo largo de una década?
Después de la invasión de Irak, quitamos la mirada de Corea del Norte, y este país desvió combustible nuclear para una bomba. Con Irán, el Departamento de Energía de Estados Unidos está planeando poner diversos aparatos nuevos de vigilancia en tierra, en cada grieta del complejo nuclear de Irán, lo cual debería ayudar. Sin embargo, tiene que haber igualmente una tolerancia cero para los engaños; así como un precio muy alto si los hay.
En segundo lugar, para nosotros, esto es solamente un acuerdo de control de armas. Para Irán, esto es “una crisis de identidad” que le están pidiendo que resuelva, y aun no está en claro que efectivamente pueda hacerlo, dice Robert Litwak del Centro Wilson.
El compromiso de Estados Unidos con Irán, dijo, es como “la crisis de misiles cubanos combinado con la Guerra de los Treinta Años”. Para nosotros, esto es una negociación puramente nuclear pero para Irán, el tema nuclear “es un símbolo del tipo de país que desea ser: un Estado ordinario o un Estado islámico revolucionario.
Además, este cisma se remonta a los orígenes de su revolución”, en 1979. La mayoría de las revoluciones con el tiempo pasan por cierto reequilibrio cultural que rompe su fiebre y la vuelve hacia la normalidad y la integración.
Agregó: “Sin embargo, Irán nunca ha pasado por ese proceso. Nos cautivó con presidentes reformistas que no tenían poder realmente y, cuando llegó la hora de la verdad, nunca cambió los aspectos fundamentales del profundo Estado revolucionario que tenía el monopolio sobre el uso de la fuerza” y el control de su programa nuclear.
Hay un núcleo duro en Teherán para el cual las armas nucleares no solo son una protección en contra de una invasión extranjera sino también una deliberada señal de desprecio al mundo, enfocada a obstruir la integración misma que abriría Irán a influencias de Estados Unidos y Occidente; apertura que ellos temen que diluyera cualesquier fervor revolucionario que quede en sus jóvenes, muchos de los cuales están hartos del aislamiento de Irán.
Es por eso que el supremo líder, ayatolá Alí Jamenei, estaba diciendo la verdad cuando, en fecha reciente, dijo que él aún no se había decidido con respecto a este trato. Está pasando por una crisis de identidad. Quiere el alivio de acabar con las sanciones sin la integración. Después de todo, si Irán es un Estado normal, ¿quién necesita a un clérigo medieval para que sea el “supremo líder?”
El desafío para Obama radica en saber si puede obtener un acuerdo con Irán en momentos en que, en palabras de Litwak, el país “no cambia de naturaleza sino solo de conducta”.
Obama le apuesta -y no está loco- a que sí es posible poner en práctica los procedimientos de verificación indicados y privar a Irán de fabricar una bomba durante una década (tan solo eso vale un trato, dadas las alternativas), entonces se incrementan las probabilidades de que el propio pueblo de Irán cambie la naturaleza de Irán desde dentro. Pero, hay que considerar, mucho depende de poner en marcha un régimen de verificación a prueba de fallas y sanciones “inmediatas”, si Irán juega sucio.
Creo que Obama cree que nada ha frustrado más la política estadounidense hacia Oriente Medio en los últimos 36 años que la guerra fría entre EEUU e Irán y, si eso puede ser aligerado de manera prudente, sería igual a un movimiento Nixon a China que abra muchas posibilidades. Una vez más, eso no es una locura. Sencillamente no es fácil, dadas las fuerzas en Irán que tienen interés en estar aisladas de Occidente.
Finalmente, está el desafío regional. Irán, con alrededor de 80 millones de habitantes, es un Estado más poderoso y dinámico actualmente que la mayoría de los Estados de árabes sunitas a su oeste, la mitad de los cuales ha colapsado. Irán, incluso si tuviera buenas intenciones, casi no puede sino proyectar su poder hacia el oeste dado el vacío y la fragilidad allá.
Cuando Richard Nixon se abrió a China y contribuyó a desatar su pericia económica, China estaba rodeada en su mayoría por Estados fuertes o económicamente poderosos para compensarla. Sin embargo, si Irán se volviera rico por miles de millones de dólares en alivio por las sanciones, sería incluso más poderoso en relación con sus vecinos árabes.
Nuestros aliados árabes en el Golfo están profundamente preocupados con respecto a esto y están volviendo la mirada a EEUU en busca tanto de protección como de armas más sofisticadas. Entiendo eso. Pero, a menos que podamos encontrar una forma de aligerar verdaderamente tensiones entre persas chiítas y árabes sunitas, vamos a terminar desatando a Irán al máximo al mismo tiempo que armando a los árabes hasta los dientes. No será fácil mantener un equilibrio.
Estas no son razones para rechazar el acuerdo. Son razones para terminarlo bien.