Toda pareja tiene ciertas peleas "clásicas". Resurgen temas, vuelven los mismos argumentos o reproches. Así es como nos pintan los medios el desgaste de la relación entre Nicole Neumann y Fabián Cubero. En este ejemplo, el alejamiento y los desencuentros derivaron en separación. Pero, ¿cómo hacer para que las mini-crisis no se conviertan en una amenaza para la relación? ¿Hay posibilidad de reparar el vínculo antes de que se extinga? ¿Cómo? Por supuesto, no existe una receta infalible, pero hay algunas estrategias.
Los psicológos aseguran que pelear de vez en cuando no es tan malo, porque la discusión funciona como una especie de liberación que permite aclarar algunos puntos. En muchas parejas, cada uno es muy distinto en ciertos aspectos, y hay que encontrar la forma de generar armonía en esas diferencias que siempre reaparecerán.
Es bueno saber que uno pelea sólo con personas que le importan. Ahora bien, si la pareja termina gritándose, ofendiéndose o haciéndose reproches graves, todo suele acabar en una gran frustración. “Esas parejas con el tiempo se enemistan o pierden la confianza al pensar ‘el otro no siempre tiene buenas intenciones conmigo’”, explica la psicóloga Berit Brockhausen.
Los psicólogos recomiendan una estrategia conocida como "time-out": dejar pasar el momento "caliente" de la pelea y retomar el tema un poco después.
Los psicólogos recomiendan interrumpir la discusión antes de que pase a mayores. Es una estrategia conocida como “time-out”. Dejan pasar el momento “caliente” de la pelea y lo retoman un poco después. Pero claro, requiere de cierta buena voluntad y de algunas reglas, que detallamos:
Tener un acuerdo: En un momento tranquilo, la pareja debería acordar que no quiere llegar ni a los insultos ni a los reproches muy básicos. Brockhausen recomienda que los dos piensen a partir de qué momento una discusión no es buena. "Puede ser, por ejemplo, cuando una de las partes explica por tercera vez la misma cosa", explica la especialista. La pareja puede acordar hacer algún gesto que indique, en el momento álgido, que es bueno interrumpir ahí la discusión y tomar una pausa.
Limitar el tiempo: Si las peleas se vuelven interminables, empañan absolutamente todo. "Con 20 minutos es suficiente. Si el problema no queda aclarado, es mejor tomarse un respiro", dice Brockhausen. Parece muy sencillo, pero puede tener buenos efectos. Porque si uno se pone una alarma que detenga la discusión, estará más predispuesto en otros momentos a conversar temas difíciles.
Continuar el diálogo: Si uno interrumpe una pelea o fija un "time-out", es fundamental decir cuándo quiere retomar el tema. "Es crucial volver a tratar la problemática y no dejarla allí", dice Brockhausen. Lo mejor es, antes de volver a tratar la cuestión, pensar qué es lo que a uno lo altera tanto de ese tema. De ese modo, podrá conversar mejor con su pareja y sentirse menos atacado.
Reconocer el problema: Muchas parejas creen discutir por nimiedades como quién lava los platos o por qué el otro deja las medias tiradas, "pero por lo general eso suele ser sólo un disparador", advierte la psicóloga. Sucede que los dos trabajan a tiempo completo y una de las partes piensa "ya se lo he pedido tantas veces". Eso, a su vez, se convierte en un "no le importa nada lo que yo sienta". Por eso es tan importante que los dos piensen dónde radica verdaderamente el problema.
Generar buen clima: Antes de sentarse a aclarar las cosas, es fundamental que los dos tengan tiempo y estén "presentes". "Tratar los problemas antes del primer café o cuando uno está agotado por la noche no es nada bueno", recomienda Brockhaus. Es mejor salir a dar un paseo e incluso darse la mano para predisponerse a la charla.
“En esa situación, uno escucha al otro de un modo totalmente distinto”, explica la psicóloga. Y eso puede generar una diferencia radical, porque la predisposición de uno al tratar temas complejos tiene un impacto directo en el modo de conversarlos. Es cuestión de preguntarse: ¿Uno está pensando a su pareja como enemigo o como aliado? “Puedo decir: ‘Eso que hiciste fue terrible’ o invitar al otro diciendo: ‘Eso me dejó pensando. Me interesa saber qué pensás’”.
Tomarse tiempo para plantear cómo abordar temas difíciles. Verá que la diferencia es radical.