“Aquí hay mucho talento y no siempre es reconocido”

Es uno de los artistas mendocinos mejor cotizados en los Estados Unidos. En dialogo con Cultura, se refirió a su obra, el arte contemporáneo, el mercado y la crítica.

“Aquí hay mucho talento y no siempre es reconocido”
“Aquí hay mucho talento y no siempre es reconocido”

La pintura de Gonzalo Antón (Mendoza, 1982)  tiene cierto carácter de misterio, a veces es desconcertante y ambigua. Vive una lucha entre lo abstracto y lo figurativo a través de una obra equilibrada.

Se trata de un artista sutil y esmerado; decidido a sacar el máximo provecho de su talento. Un pintor discreto, reflexivo, que trabaja con diligencia y entrega en formatos de grandes dimensiones. La búsqueda insaciable por la belleza es el pasaporte de toda su obra.

La crítica resalta que el mendocino se haya convertido en uno de los pintores del país más cotizados en el mercado de arte estadounidense y asiático; y se obnubila por lo mucho que vende y por su presencia en las ferias, subastas y bienales que gozan de prestigio internacional como la última “Art Revolution Taipei”, en Taiwán.

Frente a los aspectos que suele destacar la prensa cultural, cabe subrayar que el mercado es importante para el arte pero no lo es todo, no determina ningún “triunfo”.

Lo fundamental es el pintor, “lo único que importa es la obra” y su valor intrínseco e inigualable.  Antón explica, que hay detrás de la organizada maquinaria del arte contemporáneo y agrega que las cifras y el posicionamiento alcanzado nada tienen que ver con la consagración o el “éxito”.

Admite que la especulación financiera afecta a muchos pintores dueños de una “poesía inenarrable” que no tienen lugar en el circuito artístico. “Los criterios de los galeristas son caprichosos”, asegura.

-Se dedica a pintar profesionalmente hace apenas ocho años. ¿Cómo fue esa decisión?

-Fue una etapa en la que te preguntas que es lo que ocurre dentro tuyo que sentís el deber de expresarte plásticamente. Es una decisión interesante, difícil y que requiere de tiempo.

Implica el miedo a que critiquen tu trabajo y debes desarrollar la confianza: “A alguien en alguna parte le va a gustar lo que hago”. Es algo muy íntimo y son temas que se hablan muy poco entre los artistas. Diría que el ejercicio práctico es lo secundario. No porque no sea importante, sino porque lo principal es justamente la experiencia interna.

-Un cuadro suyo fue -hace un año- subastado en cien mil pesos. ¿Bajo qué parámetros cree que se establece el valor de su obra?

-En general se establece bajo datos muy concretos. La manera en la que funciona el mercado depende de si un artista es puesto en determinadas galerías, si sus colecciones las ha adquirido determinada gente que “sabe” de arte, que vive en determinadas capitales, si tal artista ha participado en determinadas ferias de arte internacionales… Todo eso es lo que cotiza la obra.

Es una relación de oferta y demanda. Una vez que se paga cierto precio por un cuadro, sube el precio del artista. Si una obra es puesta a un precio caro en una subasta, se asume que es su valor.

Pero hay que separar los ámbitos: la intimidad del taller del artista con su creación es uno; y su inserción en el mercado, arriesgándose a las leyes de la oferta y la demanda, es otro. Puede haber un pintor que hace cosas de una poesía inenarrable, pero en el mercado no se vende el tipo de propuesta que él ofrece, por lo que la obra no tendrá mucho valor.

-Pero el arte, conceptualmente hablando, no tiene precio.

-Exactamente, pero como el artista debe vivir de su trabajo y debe vender, el mercado lo regula por las únicas leyes que conoce: cuánta gente quiere esto, por cuánto se cotiza, quién lo compró.

Hay artistas que se vuelven famosos porque Madonna les compró un cuadro y a partir de ahí se cotizan. Es una ridiculez que filosóficamente no tienen de dónde asirse, pero así son las reglas del juego y lamentablemente los que queremos vivir de nuestro trabajo, debemos someternos a las reglas que nos impone el mercado. Partamos por el hecho de que es imposible que alguien venga y mida tu poesía interna.

-Lo que sí se puede "medir" es el precio, y la participación de los curadores es de vital importancia en esa instancia...

-Sí, dentro de lo que es el arte contemporáneo, los críticos, curadores, galeristas, periodistas de arte “miden” pero a veces ni ellos entienden las explicaciones de las obras modernas que se imprimen ahí.

Es un ambiente en ebullición -por decirlo de una manera elegante- donde ni siquiera los propios actores del circuito se ponen de acuerdo. A partir del siglo XX el arte está en eclosión permanente. La gente no entiende el arte actual porque el arte actual no habla de belleza y armonía.

-¿Al espectador le resulta incomprensible la obra?

-Lo que pasa es que el arte se ha desmaterializado y se ha convertido en algo conceptual, por lo que a la gente se le hace muy difícil relacionarse con eso.

Aparte hay un establishment que produce una especie de “bullying intelectual”, porque si vos entrás a un museo de arte moderno y no entendés la instalación que está hecha, es porque vos no tenés la inteligencia o la educación en arte suficiente para apreciarlo.

A mí me representó una galería en Miami y yo les planteé mi problema y les comenté: “Tengo que ser sincero, gran parte del arte contemporáneo no lo entiendo”. Se miraron entre ellos y susurrándome me confesaron con vergüenza: “Nosotros tampoco”.

-En el imaginario colectivo cuesta encontrar un vínculo entre un artista y un vendedor, que a su vez, se relaciona con gente clave, se preocupa por exponer y posicionar su propio trabajo.

-Bueno, realmente es complicado, es un gran desafío.  En nuestro país hay mucho talento y no siempre es reconocido. Pero cualquiera que aspire a poner comida en la mesa de sus hijos y que realice una actividad independiente y artística tiene que reconocer que hay una parte logística que es necesario aprenderla y encararla.

Uno es un poco presa de los caprichos de un sistema porque hay factores que el pintor no controla. Estos años lo que he hecho ha estado en demanda, pero más adelante voy a seguir pintando y no sé si la demanda va a crecer o no.

Algunos años me aceptan en las ferias internacionales y otros no me aceptan. Los criterios de los galeristas son muy caprichosos, a veces del tipo: “Bueno, queremos algo exótico”.

-¿Cumplir con esas demandas garantiza vender?

-Creo que hay que ser muy prudente con ese tema. Si uno vende, no lo tiene que tomar como un símbolo de éxito o de que la obra está madura y es buena. ¿Sabés cuál es el problema con eso? El artista suele juzgar y criticar a partir de sus vivencias personales. Cuando no vende, dice que su arte está fuera del mercado porque es demasiado original.

Pero cuando vende dice que su obra ha sido validada y reconocida y que ahora por fin es respetada. Va cambiando de perspectiva acuerdo a lo que pasa, no hay una línea.

-Tus pinturas son muy grandes. ¿Por qué esos formatos?

-Sí… ¡llevan mucho tiempo! Se genera una desorganización interna y a su vez un placer tener al frente una tela grande. No tiene mucha más defensa que eso. Me gusta cómo se siente, me gusta cómo se ve, me gusta el producto terminado y lo que transmite. Es una experiencia muy íntima. Con los lienzos chicos me falta espacio.

Yo de hecho pintaría mucho más grande pero me cuesta encontrar una casa que tenga paredes de cuatro metros de alto (risas). Por otro lado son obras mucho más difíciles de exponer por una cuestión de tamaño y logística.

Es más caro y compositivamente si, los lienzos grandes son mayores desafíos. Muchas veces hay un boceto, o una idea rectora o una cuadrícula que ayuda a llevar ideas más pequeñas a una escala más grande. Otras veces no, hay procesos creativos donde uno simplemente comienza y va viendo lo que pasa con esa tela.

-¿Cuáles son actualmente sus desafíos más importantes?

-Pintar mejor y hacer cosas más valiosas. Hacer cosas que sean más fáciles de apreciar. Que todo el mundo las vea y diga: “Esa es una buena pintura”. Uno siempre tiene la obligación de mejorar y estudiar. Miro muy críticamente mi propia pintura, mucho más críticamente que mis detractores y me doy cuenta de que falta mucho por mejorar.

Por otro lado yo siento a la pintura como un camino de redención personal por el cual uno trata también de ganarse la vida, pero el aprendizaje más importante es para mí.

-¿Es usted religioso?

-Yo creo que sí y creo que eso se ve en la obra y que es imposible escapar. Todo el que se enfrenta a menudo con la estética y la belleza se termina preguntando ¿de dónde viene eso? Hay un afán a lo trascendental.

Me parece algo natural de la búsqueda personal. Los que nos sentimos más cómodos con un pincel “buscamos” pintando, otra gente escribirá y otra gente viajará a la India. Uno trata de encontrar el sentido como puede.

-Su imagen "formal" y prolija se aleja del estereotipo del pintor bohemio y excéntrico…

-No me van a ver con la barba impresionista (risas). Hay que permitir la variedad, que es lo que nos enriquece. Yo creo que cada uno se tiene que presentar como es. Si yo me quisiera presentar como un artista loco, con barba y ropa excéntrica no sería yo y se vería forzado.

Esa ropa le queda bien al que la usa de manera natural, y está bien que hayan esos artistas con ropas con colores locos y estrambóticos porque expresan su creatividad así. También hay que ser sincero: el “underground” tiene el mismo tipo de vanidad que el establishment, sólo que se maneja con  otras reglas. ¡Pero es lo mismo!

Perfil

Gonzalo Antón nació en Mendoza el 25 de junio de 1982. Es artista plástico y licenciado en Diseño Asistido con Mención en Multimedia.

Gustos 
Un libro: Das Stunden-Buch (El Libro de las Horas), de Rainer Maria Rilke 
Una película: Ying Xióng (Héroe); de Zhang Yimou 
Un cantante: Kirsten Flagstad 
Un disco: "In Tokyo"; de João Gilberto
Una canción: "O Salutaris Hostia"; de Eriks Esenvalds     

Contacto
Facebook: facebook.com/art.gonzalo.anton 
Web: www.gonzaloanton.com

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