Y sí, no hay mal que dure ocho fechas. No hay racha que pueda ante el empuje de un plantel de jugadores que muchas veces no pasa por el mejor momento, ayudados por muchos problemas extrafutbolísticos. No hay partido que no se pueda revertir, si el equipo trabaja y se mentaliza como lo hizo ayer Independiente.
Es que la Lepra ganó después de siete partidos gracias a un gol lleno de fortuna, lleno de bronca y lleno de ilusión... porque antes esas jugadas iban afuera.
Pero está más que claro que para Independiente nada es fácil y que tiene que remar más que nadie, por eso cuando Ariel Agüero vio la roja, cinco minutos después de gol de Pereyra, ya se sabía que el partido venía cuesta arriba.
Pero no fue tan así. Es que Independiente se acomodó en la cancha de tal manera que anuló a un Douglas Haig que nunca complicó, a pesar de un par de desatenciones que no pasaron a mayores.
Freddy Coronel se acomodó como marcador central junto a Javier Silva y Matías Villarreal quedó como el único volante central, con Franco Dolci y Carlos Rearte como laderos.
Esa fue la primera gran decisión de Pablo Quinteros, ya que Villarreal se encargó de equilibrar el equipo quitando y haciendo jugar al resto de sus compañeros.
Para equilibrar un poco más el equipo, el entrenador azul, mandó a la cancha a los “pibes supersónicos”: Mauro Cerutti y José Méndez.
Los chicos se plantaron cerca de Villarreal (Cerutti) y por la banda (Méndez) y así le dieron frescura al equipo en tres cuartos de cancha.
Así la Lepra contuvo a un Douglas Haig que nunca inquietó el arco Scapparoni, ni aún teniendo un jugador más. Algunos centros que cayeron al área para Juan Martín y Leandro Gioda, que a esa hora ya estaba de 9 bis, pero la buena actuación de la defensa leprosa anuló cualquier intento.
Así Independiente mandó al diablo la mala racha y volvió a sumar tres puntos para cerrar una primera rueda complicada, pero con la ilusión de arrancar la segunda vuelta y volver a meterse en la conversación.
