La historia refleja que, siendo las 5:00 pm del 25 de agosto de 1918, se firmaba el Acta de fundación del Club Sportivo Rodeo de la Cruz. Sus creadores, extranjeros soñadores, provenían de España, Francia e Italia (de allí proceden los colores de su bandera: rojo, blanco y verde).
Los primeros pasos en la vida de la reciente institución estuvieron abocados a fomentar la práctica deportiva y producir eventos sociales y de diversión. Los famosos “bailes populares”, con orquestas y cantantes en vivo le propiciaron la popularidad que necesitaba para su crecimiento. El deporte, con base en el fútbol, sumaba otro motivo a la extensa lista por los que el Tricolor avanzaba en su vida y obra.
Los años corrían y la vida cambiaba. Fue en marzo de 1942 cuando la Asamblea General Ordinaria decidía que el nombre de Club Sportivo Rodeo de la Cruz había quedado chico. A partir de ese momento, quedaba inaugurado el flamante nombre de Club Deportivo y Social Guaymallén.
La pasión por el deporte y por Guaymallén llevó a que sus deportistas sean parte de la historia nacional. En el año 1948, Argentina tenía a su primer campeón olímpico en boxeo: en la ciudad de Londres, Inglaterra, el mendocino de 22 años, Pascual Pérez, se colgaba la presea dorada en el pecho, tras vencer al italiano Spartaco Bandinelli. Seis años más tarde, en el Estadio Korakuen de Tokyo, Pascualito se coronaba como el primer campeón mundial argentino en su disciplina, venciendo al local Yoshio Shirai. En 1977, el pibe que había aprendido a boxear en el humilde club de Rodeo de la Cruz, ingresaba al Salón Internacional de la Fama del Boxeo.
El año 1952 marcaría un hito histórico en la vida de Guaymallén: el 26 de abril de ese año, con el equipo superior jugando en la Primera división de la liga local, se inauguró el estadio ubicado en Cadetes Argentinos y J. Cano. Un nuevo modo de concebir el fútbol acababa de aparecer.
El crecimiento no se detendría allí –ni tampoco hoy–, porque los triunfos deportivos en vóley y hockey patín de la década del 70 colaboraron con la lógica de que esos logros se sucedieran al crecimiento institucional, basado en el incremento masivo de socios. De esta manera, el Club adquirió y parquizó dos hectáreas y media de terrenos (actualmente, cuenta con canchas de tenis, vóley, fútbol, un natatorio, salón de fiestas, canchas de paddle y churrasqueras para los socios).
Como reza su himno: “es el fútbol la pasión de nuestro pueblo y a su equipo lo alientan con fervor, todos ellos defendiendo la gloriosa tricolor con coraje, con fe y valor”. Por eso, las máximas glorias llegarían entonces de la mano del fútbol.
El comienzo del nuevo milenio tendría a la institución como partícipe principal de hazañas y proezas épicas, como el título conseguido en el año 2000 con el 90% de jugadores provenientes de su cantera (sólo tres jugadores no eran oriundos del club). Sumado a los siguientes éxitos deportivos conseguidos: los campeonatos de 2002, 2004, 2005 y 2008.
La vida de Guaymallén había cambiado, había mejorado y sus miles de hinchas daban vueltas olímpicas abrazando al Turco Julio, a Rodolfo Braile, a Arnaldo Orellano, al Gorrión Bernabé y a tantas otras figuras resonantes de los años felices del viejo Guayma. Ser campeón era una sana costumbre.
Hoy, a 97 años del primer día de la vida del Tricolor, la institución sigue con vida y con sueños. El club cuenta con una docena de disciplinas y el equipo superior de fútbol defiende (con coraje, con fe y valor) la gloriosa camiseta roja, blanca y verde en el Torneo Federal B.
¡Salud, Guaymallén! Y como siempre: ¡adelante, Italiano!
Los recuerdos del Turco
A sus 82 años, el Turco, Jorge Julio, camina por las calles de Rodeo con la nostalgia de haber sido artífice principal de la gloria de Guaymallén. Fue el entrenador que llevó al Italiano a su primer título en Primera división local y sobre eso recuerda: “fue un equipo estructurado, el cual sólo contaba con tres jugadores que vinieron de afuera: el Gorrión Bernabé, Pablo Cuello y Ariel Moyano. Los demás fueron todos jugadores de Guaymallén”.
El andar del Turco siempre es igual: con la vista clavada en el suelo y las manos guardadas en sus bolsillos, mientras recuerda con la mirada repleta de emociones, dice: “Dios quiera que Guaymallén cumpla sus 97 años festejando. Es indudable que Guaymallén es una institución querible. Acá hay buena gente”.
El director técnico más ganador de la historia del fútbol mendocino (consiguió 16 títulos) rememora con gran orgullo: “fuimos campeones en el 2000. Después volví y fuimos campeones dos veces más, pero el club ya lo merecía, porque se había hecho un muy buen trabajo desde abajo, con Aurelio Sánchez y Rubén Masman. Esto posibilitó que muchos chicos jóvenes tuvieran la posibilidad de jugar. Por eso, cuando se llega a esta etapa de la vida, es gratificante recordar que uno, en Guaymallén, ha tenido jugadores notables”.