Mendoexit: el marketing de la tontería del separatismo mendocino

Cornejo tiró la piedra y Ramón se la devolvió. En medio de las bromas, hay que ocuparse de verdad de la autonomía y la coparticipación, y no seguir con las chicanas.

El MendoExit nació en las redes sociales y se transformó en un movimiento político.
El MendoExit nació en las redes sociales y se transformó en un movimiento político.

No son tiempos para distracciones; la mayoría, por no decir toda la sociedad, vive traumada por el incremento del coronavirus y por el largo vía crucis por llegar a fin de mes. No es, entonces, momento para que el gobierno nacional se dedique a encarar una reforma judicial cuyo único objetivo es liberar de culpa y cargo a una veintena de corruptos. Pero tampoco es momento para que la oposición se vaya por las nubes de Ubeda.

Nos referimos, claro, a esa peregrina idea de secesionar Mendoza del resto del país, una ocurrencia que como tal puede ser tolerada si se queda en ese nivel y no se abusa demasiado de ella. Un probable disparador para discutir el tema en serio: coparticipación, autonomía, descentralización, en suma todo lo que hace a construir un país federal que somos en las palabras pero no en los hechos.

Ahora bien, una vez llamada la atención, hay que ocuparse de verdad del tema y no seguir con las chicanas, menos en políticos de primer nivel de los cuales la gente espera algo más.

Hace unos meses Alfredo Cornejo dijo -mitad en serio mitad en broma, mitad enojado mitad irónico- que de seguir así habría que pensar en algún día separar a Mendoza de un país que la ignora o la discrimina.

La frase cayó bien porque tuvo una enorme repercusión nacional e incluso internacional y condujo a la discusión sobre la cuestión de fondo. Además todo el país habló del exgobernador y actual diputado nacional. Y en general lo hizo bien porque entendió que lo que se quería no era textualmente una separación, sino llamar la atención de un problema real. Por ende, de allí en más, lo que debería haber seguido era una discusión cada vez más profunda sobre la agenda impositiva, fiscal, en suma, de distribución de recursos; sin embargo nada de eso se hizo o al menos no se pudo imponer en la agenda. Por eso ahora volvemos sobre el tema, y de la peor manera.

Lo que una vez fue efectivo para encender la chispa, si se lo reitera exactamente igual pierde todo efecto transgresor y se presta más a bromas o enojos que otra cosa. Y ya no gusta tanto porque se empieza a pensar que lo que era un llamado de atención, al reiterarlo pasa a ser una propuesta concreta de secesión. Además suena como algo político electoral, como que Cornejo vio en las encuestas que tiene un alto grado de conocimiento y prestigio provincial, pero anda escaso de ambas cosas en lo nacional. Y no hay mejor marketing para avanzar en eso que una propuesta marketinera, perdonando la redundancia. Aunque lo más seguro es que difícilmente pueda avanzar en un proyecto presidencial quien propone separar a su provincia del país que desea conducir.

Conviene volver a aclarar que secesión no es lo mismo que autonomía, ni siquiera es su profundización sino su contradicción. Un país más federal todos lo queremos, pero no pasa lo mismo con un país partido donde cada cual quiera hacer su propia republiqueta, que eso sería Mendoza de secesionarse. De pasar a ser un ejemplo de institucionalidad en el país al cual pertenece, se convertiría en algo parecido a la nada misma. Además, cuál es la real vocación de independencia separatista en una provincia que a pesar de que hace casi 30 años la Constitución nacional instauró la autonomía municipal, nosotros ni siquiera la hemos podido imprimir en nuestra carta magna local. Y si no tenemos ni autonomía municipal, suena una fanfarronería hablar de separatismo provincial.

Mendocinos a las cosas; eso de llamar a un plebiscito para contrarrestar la idea de Cornejo (como propuso José Luis Ramón) es una tontería tan grande, aunque se trate de una broma (o peor si se trata de una broma) que andar buscando protagonismo nacional con una idea imposible y contraproducente.

A veces los mendocinos, tan austeros y tan orgullosos de nuestra identidad, parecemos caer en las fauces de la frivolidad, o al menos parte de su dirigencia.

En síntesis, una vez está bien para llamar la atención, pero dejémoslo allí porque lo poco agrada y lo mucho enfada, como se desprende en las redes al verificarse una reacción más negativa que positiva al separatismo de Mendoza o de cualquier parte del país. Acá nos salvamos entre todos, o nos salvamos entre todos. No queda otro opción

En un mundo globalizado la única respuesta política seria es la integración y para que la integración funcione se requiere de mayor autonomía en cada una de las partes. Mundo global, países integrados, provincias y municipios autónomos. Los enemigos de ese esquema racional de construcción política son precisamente, la concentración desmesurada y el separatismo aislacionista, las dos caras de la misma moneda.

A no confundirse entonces de estrategia. A no amagar más demagógicamente con independizarnos y a ocuparnos de federalizar la nación y autonomizar la provincia. Manos a la obra.

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