Paradiplomacia, herramienta activa de la política exterior

La paradiplomacia no busca suprimir a la diplomacia clásica, sino que la alimenta, nutre a esa diplomacia clásica, es decir complementa intereses.

Imagen ilustrativa / Archivo.
Imagen ilustrativa / Archivo.

La actual crisis sanitaria internacional, se encuentra signada por la incertidumbre y la creciente internacionalización de múltiples actores estatales y no estatales, como algunos de tantos factores que están diseñando un nuevo escenario global, donde la actividad diplomática muestra algunos signos de dificultad para adaptarse a un nuevo contexto, que algunos denominan ciberdiplomacia.

Esta creciente complejidad nos obliga a pensar, cómo el mundo enfrenta estos desafíos que distorsionan algunos temas que ya venían aconteciendo y que no han encontrado un sendero seguro para su resolución, tales como el proteccionismo y la resistencia a la idea de comerciar y cooperar, acentuando un mundo más bipolar, caótico, sin estructuras y con esquemas de integración que son cada vez más frágiles y débiles.

En esta coyuntura, debemos pensar en un nuevo diseño de la política exterior. Ello debería sustentarse sobre una nación con una visión de largo plazo en donde intervengan una pluralidad de actores, como la sociedad, cámaras empresariales, provincias y municipios, dado que a todos nos impacta de forma directa o indirecta la formulación de políticas públicas. Es así, como el desarrollo de una provincia debe ser parte activa de una política exterior de una nación para trabajar más asociadamente con regiones productivas y evitar, el cierre de pymes (activar la negociación con nuestros países vecinos), ampliando el escenario comercial, privilegiando nuevos socios estratégicos y resolver conflictos de intereses como las dificultades para viajar a Chile.

Creo que hoy podemos hablar de un concepto novedoso que puede aportar cimientos sólidos para el logro de estos tan anhelados objetivos. Me refiero a lo que se conoce con el nombre de paradiplomacia. Una actividad que parece nueva pero no lo es tanto, pensando que viene desde la antigüedad y que las decisiones se tomaban en conjunto en la “Polis” - es la denominación dada a las ciudades-estado o ciudades independientes de la antigua Grecia – pensado como el conjunto de actividades que deben y pueden desarrollar las provincias (unidades subnacionales o subestatales) y pueden articularse con las otras acciones que desarrolla el Poder Ejecutivo nacional y municipios, a través o no del ministerio de relaciones exteriores en función de sus intereses y capacidades. La paradiplomacia no busca suprimir a la diplomacia clásica, sino que la alimenta, nutre a esa diplomacia clásica, es decir complementa intereses.

En el ordenamiento jurídico interno la reforma constitucional de 1994, abrió la puerta a la legitimización de la política internacional de las provincias o municipios. El artículo 124 de nuestra Carta Magna permite su proyección internacional y afirma la facultad de celebrar tratados internacionales, conforme los límites que establecen para las provincias. Además, se reconoce a las regiones como nuevos sujetos del derecho internacional, legitimadas para actuar en el escenario mundial al igual que las provincias. Por lo que podemos inferir que existe “una paradiplomacia de regiones”.

Entre las características de la paradiplomacia podemos mencionar su informalidad y complementariedad de la diplomacia clásica del Poder Ejecutivo, presentándose como una herramienta de acción complementaria. En palabras de Bell: “El Estado es demasiado pequeño para las cosas grandes y demasiado grande para las cosas pequeñas”. En estos procesos es clave, como sostiene Joseph Nye, la imagen de un país y su sociedad, el alcance de su diplomacia, sus manifestaciones culturales — cine, la gastronomía o la música— o los valores políticos que defiende. Ello crea una imagen e identidad que fomenta el sentido de pertenencia y nos permite trazar un sendero de integración en donde se sopesan nuestras coincidencias y diferencias. Ello se denomina “Poder Inteligente” (smart power).

La marca territorial importa, ya que la identidad regional es un factor clave para que una provincia pueda consolidar su imagen. La existencia de una identidad regional no implica la negación de la identidad nacional sino su complemento y operatividad.

Un ejemplo es la estrategia de posicionamiento de la provincia de Mendoza, al celebrar el 17 de abril como el Día Mundial del Malbec en todos los mercados posibles. Palabras Malbec y Vendimia remiten a la marca Mendoza y ambas potencian la fuerza del destino turístico, creando así un “branding” que abre mercados y justifica la planificación desde la paradiplomacia.

La provincia, cuenta con hubs logísticos comerciales estratégicos en diferentes países, en los cuales es necesario, junto con la Fundación ProMendoza y el Gobierno provincial, ejercer la paradiplomacia a fin de que esa identidad provincial genere oportunidades para abrir mercados. Pensar en la evaluación de “ciudades hermanas” para trazar lazos comerciales y culturales con otras regiones.

Es ilustrativo el caso de Alemania, donde las Relaciones Internacionales sustentadas en la cultura y la educación en las diversas regiones, son núcleos donde se trazan líneas estratégicas y la designación de una figura similar a un “mediador regional internacional” llamado kulturweit, ante las organizaciones como por ejemplo la Comisión Alemana para la Unesco.

Conceptos como la gobernanza global, y el propuesto por la socióloga Saskia Sassen de “Ciudades globales”, demuestran que hemos pasado a una época donde la pequeña ciudad a menudo resulta ser más atractiva que las grandes metrópolis, ya que son nichos para que los gobiernos locales puedan ejercer su interdependencia y cooperación internacional.

Reputación, influencia y credibilidad son ahora pilares de la actividad paradiplomática. Es momento de pensar cómo podemos reconfigurar una nueva política exterior, que tenga como protagonista a una paradiplomacia más activa para enfrentar las nuevas transformaciones globales.

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