Los hijos de la crisis 2001

Las niñas y niños nacidos en 2001 han crecido en escenarios adversos, al menos, en lo que respecta a la escuela y salieron condicionados por la pandemia de Covid-19.

Los hijos de la crisis del 2001.
Los hijos de la crisis del 2001.

Esos días que pasaron a la historia como crisis de 2001 fueron, para mí, días de emoción y esperanza, pero también de temores e incertidumbres. Una nueva vida me esperaba; sí, como a todos los argentinos, pero más literal.

Mientras en Plaza de Mayo, en San Martín y Garibaldi (aquí en Mendoza) y en tantos puntos del país se hacían sentir las cacerolas que pedían que se fueran todos; mientras decenas de manifestantes eran reprimidos y hasta asesinados; mientras el presidente Fernando de la Rúa dejaba el sillón de Rivadavia en helicóptero; mientras se sucedían las reuniones para dar respuesta a la situación... en mi pequeño mundo, las contracciones anunciaban que de una barriga primeriza a punto de estallar una niña de 3,380 kg quería salir.

Tapa de Los Andes del 22 de diciembre de 2001
Tapa de Los Andes del 22 de diciembre de 2001

Fue ese día en que la Asamblea Legislativa aprobaba la designación del puntano Adolfo Rodríguez Saá para ocupar la presidencia de manera interina por 60 días (cosa que finalmente no ocurrió y renunció el 30 de diciembre después de anuncios polémicos como dejar de pagar la deuda externa); fue ese viernes 21 de diciembre, a las 22.50, que Amparo se convertía en una de las 1.126 niñas que nacieron ese mes que muchos quieren olvidar (también se sumaron a la población mendocina 1.204 varones). Esos “hijos de la crisis” son parte los 33.155 bebés que nacieron en Mendoza desde 1 de enero hasta el 31 de diciembre.

Esas jornadas abocada a la maternidad no fueron fáciles y debimos volver dos veces más al hospital antes del primer mes de vida. Esas preocupaciones se mezclaban con la angustia de tratar de dilucidar qué Argentina le estaba dando la bienvenida a mi pequeñita.

Pesificación, corralito, trueque, riesgo país fueron algunos de los conceptos que se acuñaron mientras se sucedían los presidentes. En tanto, los pañales para recién nacido eran la figurita difícil de conseguir en los supermercados y se volvían a poner de moda las bombachas de goma y los pañales de tela; esos que, según recordaba, mi mamá hervía después de lavarlos para quedaran bien sanitizados antes de reutilizarlos. La verdad, me costaba imaginarme haciendo eso.

La voz de la experiencia de las abuelas y los abuelos trataban de inclinar la balanza para el lado de la esperanza. Es que -repetían- la llegada de esta primogénita no podía ser de otra manera. Su mamá -quien escribe- había nacido en la previa del Mendozazo del ‘72 y el papá también había llegado al mundo en medio de una convulsión social: la masacre de Ezeiza.

Ambas familias recordaban que a pesar de las incertidumbres habían logrado salir adelante y educar a sus hijos con trabajo y esfuerzo.

Desde entonces, estos “hijos de la crisis” -la mayoría registrados con los nombres Valentina, Martina, Camila, Juan Ignacio, Agustín y Santiago- han crecido en escenarios adversos, al menos, en lo que a escuela se refiere.

Llegaron a la escuela primaria en 2008 y al año siguiente vivieron la pandemia de la gripe H1N1 y aunque la medida en las escuelas fue anticipar el receso invernal, en muchos casos tuvieron cuadernillos para trabajar en casa algunos contenidos.

Antes de terminar la primaria, en 2013, fueron parte del Operativo Nacional de Evaluación y en Mendoza resultó que el 17,9% de los alumnos estaban por debajo de lo básico en Lengua (un poco mejor que la media nacional de 18,1%). En Matemática, los resultados fueron peores, aunque menos que en el país: 32,1% versus 34,8%.

Lograron aterrizar en séptimo grado en 2014, 28.706 niñas y niños. Ese año, 97,8% del alumnado terminó la primaria y se inscribió para comenzar la secundaria al año siguiente.

Ya en el Nivel Medio, el operativo de evaluación -ahora llamado Aprender- confirmó la tendencia que se había dado en Lengua cuando estaban en 6to grado (con 17,5% de estudiantes debajo del nivel básico) y se incrementó en dos puntos el porcentaje por debajo del nivel básico en Matemática (34,3%).

En 2019, las y los adolescentes matriculados en 5to año fueron 18.584 (de ellos 4,7% eran repitentes y 27,1% tenían sobreedad; lo que significa que no todos eran de 2001). El nivel de desempeño muestra un mejoramiento en Lengua (13% por debajo del nivel básico) y un retroceso de dos puntos más en Matemática (36%).

En un país y provincia que busca tapar agujeros, donde la frazada es siempre corta -particularmente en Educación a pesar de la entrega de netbooks-, donde no hay políticas que se sostengan en el tiempo es entendible que estas chicas y chicos estén desembarcando en la universidad o en el campo laboral -condicionados por la pandemia de Covid-19- con un déficit que no parece que se vaya a revertir para las próximas cohortes en el corto y mediano plazo.

Será por ello y como un intento de torcer el futuro que en las elecciones de 2019 estos “hijos de la crisis 2001″ hicieron uso de su flamante derecho. Un informe nacional indica que fue ese año el de participación más alta de adolescentes de 16/17 años desde que la ley 26.774 denominada de Ciudadanía Argentina y conocida como Voto Joven los incluyó en el padrón electoral.

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