Larga vida a los coros

A veces no nos damos cuenta de lo importantes que son las canciones para nuestras vidas. Y los coros representan lo mejor de la expresión humana.

Imagen ilustrativa / Los Andes
Imagen ilustrativa / Los Andes

Antes era común escuchar por las calles a alguien que silbaba una canción o la cantaba en volumen bajo, pero audible. Ahora, con el barbijo se hacen difícil ambas alternativas. Pero, aunque no existiera el barbijo, es poca la gente que opta por darse a conocer de esta manera.

Cantar es una forma de expresar alegría, que concita la atención del mundo entero, por eso andan cientos de miles de canciones poblando el aire del planeta.

Es increíble cómo con tan pocas notas de la escala musical, por ejemplo, se puedan componer tantas canciones como las que el mundo ostenta. Casi que parece un milagro.

Hay gente a la que se le da por el canto. A lo mejor conoce algunos acordes en la guitarra y se acompaña en reuniones de amigos o familiares y le pone un toque de simpatía a la juntada. Bien por aquellos que, dejando la vergüenza de lado, se largan a enhebrar notas y a gastar diapasones.

Pero el canto se desparrama de una manera amplia y significativa. Entonces aparecen los grupos vocales y los coros.

En materia coral, Mendoza tiene mucho que decir. En toda escuela hay un coro que intenta acertarle a las notas con verdadero empeño. Muchas instituciones tienen sus coros y están orgullosos de ellos. Hay coros de niños, de jóvenes, y de ancianos, lo que demuestra que para acceder al canto no importa la edad.

Aquí hay coros que han trascendido nuestras fronteras y que han ganado premios nacionales e internacionales. Da gusto escucharlos y ver cómo desgranan sus canciones con alegría en el alma.

El ambiente coral es único. En él se reúnen aquellos que le han dejado un tiempo libre a la vida para que se encuentre con la vida. La camaradería que existe en estos grupos es proverbial y no pocos matrimonios han surgido de estas juntadas.

Hay coros para todos los gustos: algunos que abrazan la polifonía con toda propiedad y otros se quedan a cantar las canciones de nuestra tierra, o de la América toda.

Todos tienen su valor y ensayan y ensayan hasta que sus directores se muestran satisfechos con la tarea realizada.

Se canta entre amigos. La amistad que se engendra en los coros es duradera, a veces para toda la vida. Socializan de tal manera que es un gusto el ensayo que viene, porque van a volver a verse, porque van a verse comprometidos en una tarea común.

Los viajes de los coros son toda una manifestación de alegría: en ellos se crean vínculos muy fuertes y da gusto estar donde ellos están, porque vuelcan sus emociones sin reparos, y entonces cada momento se vuelve inolvidable.

Gracias a todos ellos por ponerle ánimo el aire, y por hacernos escuchar aquellas canciones que nos dejan un aire de felicidad.

Se me pone la gallina de piel cuando escucho la Novena de Beethoven interpretada por algún coro mendocino. Debo agradecerles, yo también fui parte alguna vez y los recuerdos que tengo son inolvidables.

Como decía Goethe: “Entre gente de canto, siéntete con confianza, los perversos no tienen canciones”.

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