La casa del Congreso de la independencia

La edificación es el Monumento Histórico más importante de la Nación. Su portal barroco con columnas salomónicas es un ícono de la argentinidad y una de las imágenes más representativas de nuestra arquitectura colonial.

La casa del Congreso de la independencia
La casa de Tucumán es el Monumento Histórico más importante de la Nación. Su portal barroco con columnas salomónicas es un ícono de la argentinidad y una de las imágenes más representativas de nuestra arquitectura colonial.

La casa en la que sesionó el Congreso que declaró la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica, en 1816, es el Monumento Histórico más importante de la Nación. Su portal barroco con columnas salomónicas es un ícono de la argentinidad, una de las imágenes más representativas de nuestra arquitectura colonial y también un emblema de la provincia de Tucumán.

Cuando los argentinos llegan a visitarla, cumpliendo con un ritual de peregrinación cívica, muchos se encuentran ante una realidad material que no se corresponde con la que ha construido el imaginario social a partir de la educación escolar, además de descubrir que se trata de una reconstrucción arquitectónica.

Ante esta situación podemos preguntarnos cómo se puede explicar que la evocación del mito de la argentinidad haya implicado la destrucción de su testimonio material más valioso.

La familia Bazán, descendiente de los fundadores encomenderos, poseía tierras con indios y esclavos y un solar en la ciudad; en 1762 su hija Francisca se casó con el comerciante castellano Miguel Laguna; el matrimonio tuvo nueve hijos, por lo que la familia de tipo patriarcal, extensa, puede haber ascendido a unas 16 personas incluyendo a los esclavos y criados.

La casa Laguna Bazán se construyó en la fracción de 2/5 del solar familiar que recibió Francisca como dote; tenía dos patios y una huerta y se organizaba sobre un eje de simetría longitudinal con sus visuales y circulaciones quebradas, invariantes de la arquitectura iberoamericana heredadas de la tradición mediterránea, en tanto que el diseño del portal estuvo inspirado en la tratadística barroca.

Miguel Laguna falleció en 1808 y sus hijos tuvieron un papel destacado durante la revolución y las décadas siguientes. La casa fue utilizada como cuartel luego de 1814; en 1815 fue reparada por cuenta del Estado y alquilada para instalar la Caja General y la Aduana Provincial con sus almacenes y los Almacenes de Guerra. Los trabajos fueron encargados a su hijo Juan Venancio Laguna, teniente ministro de Hacienda de la provincia, y participaron artesanos, obreros jornalizados, una cocinera y cinco esclavos negros del Estado.

En 1816 el gobernador Bernabé Aráoz asignó al Congreso la casa que alquilaba el Estado. Se realizaron nuevas reparaciones generales y fue demolido el muro que separaba la sala del comedor para habilitar una sala de sesiones; las puertas y ventanas de la vivienda fueron pintadas de color azul y los muros, estructuras de techos y cañizo de color blanco.

El Estado equipó la sala de sesiones adquiriendo una gran mesa y 78 sillas para los 31 diputados, dos escribientes, dos edecanes y el numeroso público asistente a la barra, además de equipar la sala de la guardia. La casa, a cargo de un portero y dos criados, fue guardada por un piquete del Regimiento Nº 10 y temporalmente por milicias urbanas.

Luego del traslado del Congreso, la morada fue ocupada nuevamente para almacén de guerra y la Imprenta del Ejército comandado por Belgrano, hasta la disolución del poder central en 1820. Desde entonces fue la residencia de Nicolás Laguna, gobernador federal entre 1827 y 1828; es en este período cuando podemos encontrar el primer reconocimiento local del valor simbólico de la casa y la sala con el gran baile y homenaje realizado el 9 de julio de 1828.

El Estado–nación establecido luego de Pavón adquirió la casa en 1874 con el objetivo de nacionalizar y preservar el testimonio material de la Independencia, valorando como un bien intangible al recinto del salón, como un altar cívico. Esta acción también implicaba establecer su autoridad y representación en el territorio mediante la instalación de las oficinas nacionales, para lo cual el portal que recordaba a una familia del antiguo régimen fue reemplazado por uno de orden clásico de carácter institucional.

En 1904 el edificio de oficinas fue demolido y se conservó el salón histórico protegido dentro de un pabellón monumental, como una reliquia. Acompañando este proceso, la construcción de la historia nacional sólo encontró referencias a la casa del Congreso en una tradición familiar que sostenía que había sido prestada por su dueña y los muebles por los vecinos y los conventos.

Años más tarde se asoció a esta historia una romántica imagen evocativa de un portal ruinoso con las puertas de color verde realizada en Córdoba. Para el centenario de la Independencia, en el contexto histórico de la definición de la identidad nacional, la tradición familiar, la imagen ruinosa de las puertas verdes y el solitario salón histórico se fusionaron en la “Casita de Tucumán”, el testimonio de la argentinidad.

La reconstrucción del inmueble, realizada en 1943, estuvo impulsada y condicionada por el peso de esta historia e imagen míticas, aunque las puertas no fueron pintadas. Investigaciones posteriores en fuentes documentales rescataron la acción del Estado en la organización del Congreso, relativizando la tradición familiar.

En 1994 se hallaron los documentos de 1816 que detallaban la compra de la pintura azul para las puertas que, confirmados por estudios de campo, permitieron que el 9 de julio de 1996 la casa recuperara los colores que lució al declararse la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica.

Desde entonces, ambas historias y sus imágenes conviven en tensión, mientras continúa pendiente el reconocimiento hacia quienes trabajaron en 1815 y 1816 para la construcción del altar cívico de nuestra independencia y también para quienes lo reconstruyeron en 1943.

*El autor pertenece a la Dirección Nacional de Arquitectura - Cuyo

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