Guillermo Marconi: Este mundo viejo sigue creando hombres nuevos

Marconi visitó la Argentina en 1910 y él mismo efectuó desde la localidad de Bernal, en el Gran Buenos Aires, la primera recepción inalámbrica en nuestro país de señales producidas en Europa.

Guillermo Marconi: Este mundo viejo sigue creando hombres nuevos
Guillermo Marconi. (National Geographic)

Quiero hoy referirme a un creativo, aventurero y audaz creador, que trajo consigo en el campo de la comunicación, avances que ayudaron a los habitantes de nuestro planeta a tener una mejor calidad de vida .

Una señora irlandesa, casada con un italiano, daba a luz en la ciudad de Bolonia, Italia, en abril de 1874, a un niño, que se transformó años más tarde en un muy destacado Ingeniero Electrónico e inventor.

Este creativo, se llamó Guillermo Marconi.

A los 34 años recibió el Premio Nobel de Física.

¿Qué inventó en 1897 –hace más de 100 años- este caballero Marconi?. Pues nada menos que la telegrafía sin hilos, es decir, la comunicación a través de las llamadas ondas hertzianas.

Tenía sólo 22 años en ese momento.

¿Pero que son las ondas hertzianas? ¿y quién las descubrió?. Pues, un físico alemán Heinrich Hertz –por eso la denominación lo de ondas hertzianas-. Este, había descubierto, unos 8 ó 10 años antes, que existían en la atmósfera –aunque invisibles al ojo humano- unas ondas electromagnéticas.

Marconi, descubrió posteriormente, que esas ondas no visibles, mediante estímulos eléctricos originaban radiación.

Así, las ondas hertzianas pasaron a denominarse, ondas de radio.

Posteriormente, encontró un método para aplicarlas a la recepción y transmisión de señales telegráficas.

Desde ese momento, ya se hizo posible la invención de la telegrafía sin hilos y la radiotelegrafía, que es el primer sistema de comunicación que utilizó las ondas hertzianas de radio.

Y se llaman ondas, porque realmente describen en el espacio, movimientos ondulatorios. Y la cantidad de oscilaciones por segundo que realiza una onda, se llama frecuencia.

Recién en el siglo XX se tuvo la convicción, que las hondas hertzianas no se desplazaban en línea recta, sino que seguían la curvatura de la tierra.

Marconi, visitó la Argentina en 1910 y él mismo efectuó desde la localidad de Bernal, en el Gran Buenos Aires, la primera recepción inalámbrica en nuestro país, de señales producidas en Europa.

Diez años después, en agosto de 1920, un grupo de aficionados porteños, encabezados por Enrique Susini, Romero Carranza y otros, instalaron un precario equipo de transmisión radial, en el Teatro Coliseo, aquí en Buenos Aires. Y desde allí, en medio de la emoción –y también de los nervios de muchos- se emitió la ópera “Parsifal” de Wagner. Y ahí nació L.O.3 Radio Argentina, a cuyo nombre se extendió la primera licencia de radiodifusión nacional.

Pocos años después en 1929, ya había más de 10 emisoras. Ese año, salió al aire el primer radioteatro. Al tiempo, apareció el transistor, que reactualizó la vigencia de la radio.

Pero quiero volver a Guillermo Marconi, el verdadero artífice de la comunicación inalámbrica.

Su primer éxito lo obtuvo en Inglaterra, logrando transmisiones a18 Km de distancia.

Dos años después en 1899 - tenía sólo 24 años- efectuó la primera comunicación entre dos continentes. Desde Inglaterra se comunicó con Terranova, en América. La distancia era de 3.000 Km. Las compañías de cables le ponían dificultades. Pero las superaba. El bien –la verdad, en este caso- siempre termina venciendo al mal. Porque puede volar…

Después se ampliaron las posibilidades. Los barcos adoptaron el sistema y ganaron en seguridad.

Se posibilitó la T.V. y la transmisión desde naves espaciales. A los 36 años un accidente automovilístico le causó la pérdida de un ojo, y una disminución visual en el otro. Pero “así como muchos miran sin ver, Marconi siempre pudo ver ya casi sin mirar…”

Y le llegaron fama, dinero, honores. Fue nombrado incluso senador. Y un 20 de julio de 1937 a los 62 años de edad, moría en Roma Guillermo Marconi, que para ver en profundidad necesitó volar muy alto.

Su visión casi profética, manejada con la modestia que es privilegio de los grandes, inspiró en mí este aforismo.

“Las grandes verdades nacieron brisas. Y fueron… ciclones”.

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