Desde hace 7 años la vitivinicultura viene perdiendo hectáreas. Las vemos, son fincas abandonadas, probablemente son muchas más de las que se tiene registro oficial. Según datos del Observatorio Vitivinícola Argentino, entre 2015 y 2021 (último dato publicado) Argentina perdió 13.600 hectáreas, de las cuales 10.652 hectáreas estaban en Mendoza. La provincia, además, está atravesando la cosecha más baja de la que se tenga registro y varios referentes aseguran que es menor a la estimada, lo que terminará generando un desacople entre la oferta y la demanda. Las ventas en el mercado interno cayeron y las exportaciones cerraron el 2022 con un baja del 10% en el vino fraccionado y del 41% en el granel.
En este contexto de escasez, la industria tuvo su escenario el sábado para dar visibilidad a sus preocupaciones y, llamativamente, hay al menos un punto en común entre ambos espacios de la grieta: el agua.
En poco menos de cinco años, el tema del uso y reuso de agua, la falta de infraestructura hídrica, la baja inversión en tecnología de riego y las pocas opciones para poner en marcha un sistema de riego a demanda han pasado de ser temas marginales a ser temas centrales para el negocio. Sin agua, no hay futuro posible para esta industria y ahora es más evidente la necesidad de tener un plan para mejorar no solo la distribución, sino también el riego intrafinca. Los productores que no tienen tecnificadas sus parcelas hoy tienen que elegir qué regar, porque el agua ya no les alcanza.
El discurso del nuevo presidente de Coviar, Mario Gonzalez, planteó tres preguntas: ¿seremos capaces de cumplir las metas del Plan Estratégico sin uva? ¿Es posible ser diversos en una cadena que se achica? ¿Es posible crecer en estas condiciones? No hace falta ensayar una respuesta a estas preguntas, la respuesta es conocida. Lo que falta es ponerse a trabajar en serio para generar los cambios necesarios.
Mucha ayuda, ¿mal coordinada?
Llamó la atención que el sábado, en los discursos tanto de funcionarios de la Nación como provinciales, se hablara de “millones y millones” destinados a los productores afectados por las contingencias climáticas. Sin embargo, en un sondeo entre los productores que escuchaban los discursos, la mayoría respondía que no sabía de qué se trataba, otros que no se podía acceder a la ayuda y otros admitían que no les alcanzaba.
La pelea entre la Nación y Mendoza llega a tal punto que cada cual tiene su programa de ayuda, que no se articula con el otro, y, por lo tanto, el acceso al dinero que en teoría viene a solucionar o dar alivio al productor, en realidad no llega. Ambos lo saben, nadie quiere darle, en un año electoral, espacio al otro que se lleve el rédito político. En el medio están los que perdieron todo o parte de ello. Inexplicable.
Si bien es cierto que ninguna ayuda del Estado puede reemplazar el ingreso genuino que se genera con el trabajo, también es cierto que ninguna herramienta sirve si no es articulada de manera genuina y diseñada para resolver los problemas.
El precio de uva
Entre las conversaciones no pudo faltar el tema del precio de la uva. “Los precios vuelan”, dijo un bodeguero, quien aseguró que no se necesita un operativo de compra de uva para salir a intervenir el mercado en clara referencia al anuncio de la provincia de esta semana.
El posible dólar diferencial que se terminará anunciando recién el 1 de abril, con la gran mayoría de la uva en la bodega, ya se duda que tenga un efecto derrame en el valor del producto. Es improbable desarrollar un escenario donde las bodegas, después de recibir uva, renegocien “contratos” a la suba, ya que por lo general es al revés.
Por lo tanto, si bien el beneficio podría generar que la industria recupere competividad y con esto gane más espacio de mercado, es probable que no llegue a todos los productores, tal cual pidió Massa.
Queda un punto pendiente: los aumentos en las góndolas del mercado doméstico. La situación allí es aún más compleja: una industria con costos en alza y poca materia prima hace suponer una suba del precio del vino, por encima de la inflación. ¿Estarán las bodegas dispuestas a poner, a cambio de conseguir el beneficio fiscal, una línea de vinos en donde pierdan dinero o donde el ajuste sea mínimo, para entrar en precios justos? Eso se verá en los próximos 20 días.