Ignacio Álvarez Thomas, el patriota

Había nacido en Arequipa (actual Perú), pero condujo los destinos de las Provincias Unidas del Río de la Plata, futura argentina, por un tiempo.

Fue director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Fue director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Hay en nuestra historia hechos o circunstancias curiosas, que muchos suelen desconocer.

Por ejemplo, que un argentino fue presidente de Chile; y que un peruano fue Director Supremo en nuestra patria recién nacida, cinco años después de la Revolución de Mayo.

El argentino que presidió Chile se llamó Manuel Blanco Encalada. Y el peruano que dirigió por un año nuestro destino como Director Supremo fue Ignacio Álvarez Thomas.

Este será el ser humano del que nos ocuparemos hoy. Recordemos aquí que Cornelio Saavedra, presidente del primer gobierno patrio con la Primera Junta, había nacido en lo que es hoy Bolivia. Por otra parte, Larrea y Matheu, vocales de la misma eran españoles.

La primera aparición, en el aspecto político, de Álvarez Thomas fue el hecho de firmar el pedido de Cabildo Abierto, que culminó con la creación de la Primera Junta Patria.

Se discutió su inclusión en la misma, pero su edad –23 años en ese momento– hizo que no se lo incorporara. Además, ya había sido nominado como vocal otro joven de 23 años: Juan Larrea, que se suicidó cinco años después.

De cualquier manera, el promedio de edad de los integrantes de la Junta era de 43 años, siendo el mayor Miguel de Azcuénaga, que tenía 55 años.

Saavedra, el Presidente de la Junta, pisaba los 50 años. Belgrano tenía 39 años y Moreno, sólo 31.

Pero volvamos a nuestro hombre de hoy. Álvarez Thomas, nació en Arequipa, Perú, en 1787. Era hijo de un militar español, que cuando él nació era gobernador de Arequipa.

Su madre, también española, iba notando en el pequeño Ignacio, con sus frescos 10 años, ciertas frases de rebeldía por la dominación española en la región.

Un día, teniendo 18 o 19 años, el joven dijo a sus padres: “Los ingleses están por desembarcar en el puerto de Buenos Aires. Iré a pelear por lo que creo justo”.

Tentadores ofrecimientos de sus padres no pudieron disuadirlo. Finalmente viajó solo, y con cierta tristeza por haber quebrantado simultáneamente todo lazo familiar. Pero él sentía dentro de sí, que un solo brote de justicia, justificaba para un desierto.

Después llegaron los sucesos de Mayo de 1810 que ya mencionamos y en 1815, siendo ya oficial del Ejército, encabezó una sublevación contra Carlos María de Alvear, al que destituyó.

Posteriormente lo vemos conduciendo los destinos de esta patria naciente con el cargo de Director Supremo. Él ya era suplente del General Rondeau, a quién sucedió.

Duró sólo un año como gobernante. Pero quizá he omitido su verdadera vocación que era la de ejercer su profesión de militar.

Él ya era coronel con varios años en el grado. Como Director Supremo, en 1816, escribió una extensa nota dirigida al general San Martín, en la que le sugería la conveniencia de efectuar una invasión parcial a Chile, dada la imposibilidad de hacerla masiva y menos aún oficial.

Algunos historiadores manifiestan que esa idea fue germinando en la mente de San Martín hasta concretarla.

En la última etapa de su intensa vida, Álvarez Thomas fue diplomático. Y en ese carácter actuó como ministro plenipotenciario ante los Gobiernos de Chile y Perú.

Fue un hombre que por sus ideas, sufrió cárcel y también el exilio, por su oposición a Rosas. Recién pudo regresar del destierro en 1853, después del triunfo de Urquiza en Caseros.

En ese momento fue ascendido a general. Tenía ya 66 años y problemas circulatorios que lo agobiabann desde joven. Además, le tocó uno de esos dolores para los que las lágrimas no alcanzan: perdió a sus dos hijos.

Y un 20 de julio de 1857, con 70 años de edad, un ataque de apoplejía puso fin a su vida, una vida limpia y digna.

Álvarez Thomas fue un espíritu superior que supo incluso valorar las virtudes de sus adversarios: “Todos sufrimos por lo propio. Pero los grandes espíritus, sufren también por lo ajeno”.

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