Walter Maladot: “Volvería a elegir Mendoza para vivir”

Llegó desde Rosario en la década del ‘80 y desde entonces comenzó un romance con nuestra provincia que se extiende hasta la actualidad. “Es un lugar maravilloso y me considero uno más”, cuenta. Un repaso por su vida, con acento mendocino.

“Dejé el colegio por el fútbol y hoy estoy arrepentido”, dice este hombre de 56 años y voz dura. Hace un ratito, la familia Maladot terminó de almorzar y el ritual de lavar los platos está a cargo de su esposa, Adriana, quien confiesa que el protagonista de esta historia no sabe utilizar herramientas.

“No me gusta, aunque sí cocino”, advierte a modo de defensa Walter Alfredo Maladot, que llegó a Mendoza en la década del ‘80 y, a pesar de haber jugado fuera del país, adoptó la provincia como su lugar en el mundo.

-La verdad es que quien no te conoce, te escucha la voz, te ve barbudo y no te puede imaginar cocinando…

-Tenemos los roles cambiados con la Turca. Me gusta cocinar, no tengo problemas en lavar los platos pero no me gusta cortar el pasto, agarrar las pinzas ni cambiar un foco (risas). Todo eso lo hace mi mujer. Disfruto de esas cosas, aunque a veces tenemos nuestras tiranteces. Igual empujamos para el mismo lado.

-¿Cómo llegás a San Martín?

-Por un berrinche de Mauricio Magistretti (hoy técnico del León), que era hijo de Jorge, el presidente de aquel entonces. Me vio en una final, jugando para Central Norte de Salta, en Catamarca, en 1984. Ganamos esa definición y Mauricio le dijo a Jorge que tenían que llevarme. Ahí se armó un viaje a Rosario para traerme.

-¿Con qué te encontraste?

-Con algo absolutamente nuevo. Me vine solo y en esos años fui la transferencia más importante dentro del país, junto a la del Coya Gutiérrez que pasó a Vélez o a Boca, no recuerdo, desde San Martín de Tucumán. Terminé de jugar el Nacional ‘84 con Central Norte y me vine a jugar la Liga Mendocina, que se jugaba a cancha llena en ese tiempo.

-Jugaste en varios clubes, incluso en Mendoza pasaste por Gimnasia y Maipú, pero siempre terminaste volviendo a San Martín…

-Se daba así. Jugué en el ‘85, ‘88, ‘92 y me retiré en el ‘97. Volvía porque había dejado un buen recuerdo como jugador y, creo, como persona.

-Y la última vez te quedaste…

-Me quedé porque apareció Adriana en mi vida, me enamoré y me cambió todo. En un principio fue difícil porque tenía otras propuestas de trabajo, no sólo aquéllas ligadas al fútbol. No fue una decisión sólo de parte mía, sino que la meditamos mucho con la Turca y decidimos quedarnos acá.

-¿Y que es de la vida de Walter Maladot hoy?

-Trabajo en la Dirección de Deportes de San Martín. Tuve una etapa en la que estuve peleado con el fútbol por distintas circunstancias; principalmente creo que fue por temas dirigenciales. Siempre fui un tipo que nunca se calló lo que sentía y lo que creía que era justo. Obviamente eso no siempre es bien visto y tratan de dejarte de lado. Tuve la suerte de tener familias amigas como los Sar Sar, quienes me ayudaron mucho. ¡Dejé el fútbol y anduve hasta en un camión con mi suegro!

-¿Y cómo fue esa experiencia?

-Estuve un año haciendo eso. Me subí la primera vez, quizás para calmar la locura mía de aquellos tiempos. Fue una experiencia única; me gustó. Me gustaban los asados al costado del camino… Todo lo que hace un camionero (risas). Agarraba el camión dos veces por semana y manejaba hasta Paraná sin parar. Algo fantástico. Cada cosa que hice fuera del fútbol la disfruté como si fuera mi pasión.

-Y ahora trabajás con juveniles…

-Con los juveniles ya había trabajado en San Martín, cuando dejé de jugar y estuve como coordinador. Ahora empecé con Claudio Sar Sar a hacer pruebas con distintos clubes de Buenos Aires, en el Campus La Cofradía. Hemos armado distintos selectivos y nos ha ido muy bien. Ahora vamos a apuntar a otra cosa, aunque no podemos decir nada aún.

-Ha cambiado el fútbol hoy…

-Uno que está por ahí en la conducción de chicos, tiene que tener cautela en la forma en que se expresa y maneja los grupos de jóvenes. Es difícil entrar al camarín y decir a los chicos que apaguen los celulares. No sé si será verdad o no lo que contó Batistuta, pero es lamentable.

-Hoy es mucho más físico el juego. ¿Maladot hubiera jugado en el fútbol actual?

-¡No tengas dudas! ¿Cómo? Cuando nos juntamos con el “Caio” Logiácono u otros ex compañeros decimos cómo no nacimos un poco después. ¡Pero no tengás dudas que me hubiera adaptado! Creo que pasa por otras cuestiones el fútbol de hoy. Hay muchas cosas que han cambiado, pero el objetivo sigue siendo el mismo: ganar.

-Elegí cinco números 10 con los que jugaste en tu carrera; los mejores…

-Jugué con el “Negro” Palma en Central, el “Caio” Logiácono en San Martín, el “Cochina” Olguín en Gimnasia, Daniel Valencia en San José de Oruro y el “Pibe” Valderrama en Unión Magdalena. ¡Mirá que jugadores con los que compartí cancha!

-¿Y Maladot visto por Maladot, como jugador?

-Siempre arranqué de atrás, porque el físico me lo permitía y tenía la técnica para hacerlo. Llegaba con mucha potencia al área rival. Esto fue hasta los 31 años, después me tiré atrás. Hablaba mucho, manejaba al equipo… Fui capitán de Central Norte a los 23 años y tenía de compañero a Luis Galván, que venía de ser campeón del mundo con Argentina. Fui un tipo de mucha personalidad.

-Si tenés que volver a tomar la decisión de quedarte en Mendoza, ¿volverías a elegirla?

-¡Sí, me encanta! Tengo mis hijos acá, amigos, la gente que me ayuda, un reconocimiento. Cuando se celebraron los 200 años del departamento, fui uno de los deportistas reconocidos por el intendente, con el cual tengo una excelente relación. Soy un “menduco” más. No digo “io”, “guon”, pero me considero uno de ustedes (risas).

Una anécdota en el fútbol

“En cancha de Huracán Las Heras jugábamos con Gimnasia un Día de la Madre. Perdíamos 1-0 y yo pateaba los córners, de un lado con zurda y del otro con derecha.

En el minuto 47’ le hice el gol olímpico a Raúl Tamagnone y lo dejamos afuera del Regional de ese año. Fue en el arco norte y nuestra hinchada estaba en la tribuna sur. Salí corriendo para festejar con ellos y en el banco estaba Hardan Curi, que era el DT y con quien habíamos discutido en la semana. Cuando me quiso abrazar, lo esquivé y seguí corriendo.

Ese día salimos de la cancha a las 10 de la noche y un periodista radial me conectó con mi mamá que estaba en Rosario. Me marcó para siempre porque fue algo hermoso”.

El Vikingo sobre argentina: "A Bauza se lo pisoteó demasiado y El futbolero quiere que messi le dé otra cosa"

“Con (Edgardo) Bauza jugué en la Primera de Rosario Central en el año ‘80, en un equipo en el que también estaban Carnevali, el ‘Lalo’ Bacas, Sperandío, Marchetti, el ‘Negro’ Palma, Trama…”, rememora Maladot cuando se le piden nombres de compañeros con quienes jugó en sus inicios como futbolista.

-¿Qué opinión te merece la forma en que desvincularon al 'Patón' de la Selección argentina?

-Se lo pisoteó demasiado. Y eso que no estaba de acuerdo en muchos cambios. Tengo un aprecio por el ‘Patón’, un contacto fluido con él y con el ‘Camello’ Di Leo, quien es su ayudante de campo y con quien jugué muchos años. Cuando vino con la Selección a Mendoza estuvimos juntos. No estaba de acuerdo con algunos cambios, pero había que darle tiempo. Una desprolijidad total darle apenas siete u ocho partidos. El fútbol argentino es un desastre. Por eso estamos como estamos.

-El 'Flaco' Lamadrid (NdR: ex volante central de Racing Club en la década del '80) escribió hace un tiempo en la red social Twitter que volvería a jugar al fútbol solamente para romperle las dos piernas a (Mauro) Icardi…

-No comparto nada de eso. La verdad es que si me hace falta, lo convocaría.

-¿Y hoy le hace falta un cambio al seleccionado?

-No sé si es Icardi, (Gabriel) Mercado, definitivamente, o (Marcos) Acuña, pero le hace falta un cambio. Tenemos que sacar algunos jugadores. Hoy discuto, sobre todo con los más jóvenes, porque me considero futbolísticamente maradoniano. Me encanta (Lionel) Messi, es un placer verlo jugar, pero necesito que me dé algo más. No sé qué puede ser ese algo más, pero el futbolero quiere que Messi le dé otra cosa.

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