Volvió "Fargo" y no tiene desperdicio

Un acercamiento crítico al debut de la tercera temporada de la serie producida por los hermanos Coen, con un Ewan McGregor de antología.

Fargo 3 y la insoportable levedad de los criminales fuera de control.

Qué interesante ha sido desde el arranque el proyecto cocinado por el autor, escritor y productor Noah Hawley : abordar los tópicos conceptuales y narrativos más emblemáticos de la película original de los hermanos Coen, “Fargo”, de 1996, y convertirla en una serie que en cada temporada cuenta un relato criminal que empieza y termina, pero ambientado en diferentes épocas y siempre fijado en ese mismo territorio de páramos nevados, asesinos irremediablemente incompetentes, policías austistas, pulóveres tejidos con dibujos kitsch y tiroteos sangrientos.

Esta especie de “crónica policial de imbélices criminales de la helada Minnesota”, regresó el lunes 14 de agosto a la televisión de América Latina y los demás nueve episodios se reiterarán en el mismo horario (a las 22, por el canal OnDirectv) y al terminar “The Law of Vacant Places”, con un aire acondicionado aplastando a un inútil y peligroso asesino en la vereda de un edificio, los seguidores más radicalizados de la serie pueden quedar satisfechos.

En lo bueno y en lo malo
Ambientado este año en 2010, este caso "basado en una historia real" - como han sido las dos primeras, a modo de burla - arranca con la reunión de dos hermanos contrapuestos, impresionantemente interpretados por Ewan McGregor: uno pulcro, rico, arrogante y racional, Emmit Stussy y el otro, más viejo, arruinado y frustrado, Ray Stussy. Abel y Caín del profundo Medio Oeste.

Es el aniversario 25 del matrimonio de Emmit y su hermano intenta reclamarle dinero, dinero que le sobra a Emmit, pero que no quiere compartir con la oveja más negra de la familia. Es más, evadirá cualquier argumento y lo echará a la calle.
Ray se quiere casar con su novia, la manipuladora Nikki Swango (una ex convicta, por supuesto, interpretada por la divina Mary Elizabeth Winstead) y para ello necesita un anillo de compromiso, un anillo que puede conseguir robándole una estampilla histórica colgada arriba del lujoso escritorio de Emmit en su  desmesurada mansión de barrio privado.

Como es de esperarse, Ray no tiene mucha inspiración con las ideas brillantes y  contrata a un adicto a la marihuana psicótico llamado Maurice (estupendamente interpretado por Scoot McNairy), para una tarea que sabemos terminará con muertos, disparos en la noche, salpicaduras de sangre, errores fuera de control y la intervención de la policía, este año representada por la agente  Gloria Burgle (la imprescindible protagonista de “Leftovers”, Carrie Coon).

Quedan por delante otros nueve episodios y no cabe duda que después del primero, continuamos viendo un producto de calidad sobresaliente para la televisión.

“Fargo” crea un balance equilibrado entre el guión extravagante de Noah Hawley, amalgamado constantemente con el toque sarcástico y de humor irremediablemente negro de los hermanos Coen que constantemente nos refiere a la “Fargo” cinematográfica,  pero acá aquellos estereotipos y tramas que identificaron a la original y la convirtieron en un icono de los noventa, se disparan como pedregones a un espacio ficcional tan duro, violento y anárquico que le brindan  un oxígeno suficientemente autónomo para disfrutarlo como una historia nueva y atrapante, de principio a fin.

Sin embargo, estamos de acuerdo que de nada serviría este desprendimiento sin la compañía de actores, siempre elegidos con mucho cuidado, que hace que los personajes deambulen como conejitos de indias ingenuos, a veces tiernos, a veces detestables, corriendo desesperados por este paisaje yermo y perverso que le han preparado Hawley y los Coen para dispararles en la cabeza en cada episodio.

A los principales actores hay que sumar unos secundarios de lujo, como el misterioso empresario que interpreta David Thewlis y el abogado de Emmit, Michael Stuhlbarg. Por ahora, imperdibles todos y cada uno de ellos.

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