Vitivinicultura: el trabajo de muchos y la demagogia de pocos

“El Proviar es un hecho real que significó la integración de productores a la cadena vitivinícola invirtiendo más de 300 millones de pesos en la conformación de 199 grupos asociativos integrados por 2.869 productores y 140 establecimientos”.

La vitivinicultura demostró que, con estabilidad macroeconómica, no requiere subsidios ni ayudas para crecer. Un día dijimos a las máximas autoridades del país: “La vitivinicultura no está acostumbrada a pedir, está acostumbrada a dar”.

El anterior es un párrafo extraído del último discurso de Hilda Wilhelm como presidenta de la Coviar. Creo importante remarcarlo porque sintetiza, de alguna manera, el accionar de la cadena de valor vitivinícola en el último tiempo y, como parte de ella, la ejecución del Plan Estratégico Vitivinícola.

¿Qué hubiera pasado en el contexto de los últimos años, si la vitivinicultura no hubiera estado organizada? ¿Qué hubiese pasado de no haber tenido un plan? Es difícil saberlo. Lo que sí conocemos son los hechos reales.

El Proviar es un hecho real que significó la integración de productores a la cadena vitivinícola invirtiendo más de 300 millones de pesos en la conformación de 199 grupos asociativos integrados por 2.869 productores y 140 establecimientos. Esto es real.

De los 199 contratos firmados entre productores y bodegas, sólo se dio de baja a uno. Los restantes 198 contratos siguen vigentes. Esto es real.

Los productores que participaron del Proviar produjeron 9,4% más de uva que aquellos que no formaron parte del proyecto e incrementaron su rendimiento 7,7% por encima de los no participantes, esto señalado por investigadores de la Universidad de San Andrés y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Esos mismos productores son los que pudieron sobrevivir a la crisis vitivinícola más profunda de los últimos 25 años y lo hicieron porque se agruparon, porque trabajaron en conjunto, porque apostaron y apuestan a una actividad real y no a la demagogia de algunos pocos políticos tribuneros y de pseudo dirigentes sedientos de popularidad, que critican desde el desconocimiento, la manipulación y la comodidad de opinar sin construir.

Sabemos que todavía queda mucho por hacer, por eso seguimos apostando fuertemente a una segunda etapa del proyecto de integración de productores, con un importante componente en reconversión y adecuación productiva, tecnología en bodegas, empresas de servicio e incorporación de jóvenes a la actividad, todo siempre con la condición de la integración.

Además, en 2015, en el marco del Plan Estratégico Vitivinícola, nos propusimos iniciar el proceso de revisión del sector más importante de los últimos diez años y lo hicimos porque hay cosas para corregir. El esfuerzo no fue menor considerando que 2015 fue, probablemente, el año más difícil y amargo para la vitivinicultura argentina del último tiempo, el punto más álgido de años duros y tristes en los cuales políticas nacionales y provinciales erróneas generaron la mayor crisis de la vitivinicultura de los últimos 25 y provocaron pobreza estructural en las zonas rurales, pérdida de productores, pérdida de hectáreas productivas y destrucción de valor.

Más de 300 referentes de la vitivinicultura nacional han participado de este proceso de revisión, el más profundo desde que el PEVI se convirtió en realidad. Esas personas son reales. No estuvieron allí los que critican el Plan Estratégico Vitivinícola desde afuera, aún siendo especialmente invitados.

Los que critican tampoco estuvieron en la manifestación de más de 5.000 productores realizada en enero de 2015 cuando las crisis del sector mostraba su punto más extremo. Fue la Coviar, en conjunto con las organizaciones empresarias que la componen, quienes encabezaron la manifestación. Esto es real.

¿Queda duda de que hay mucha gente que trabaja y cree en el futuro de esta actividad? Productores, consumidores, bodegueros, investigadores, políticos, hay muchos actores de la cadena vitivinícola que creen y trabajan.

En el Plan Estratégico Vitivinícola trabajan de manera integrada siete provincias, el Gobierno Nacional (en la figura del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y el Instituto Nacional de Vitivinicultura) y trece Cámaras empresarias.

Además del Proviar, los 14 Centros de Desarrollo Vitícola, la asistencia a más de 6.000 productores, el Día Mundial del Malbec, las campañas de promoción en Argentina, el Observatorio Vitivinícola Argentino, el financiamiento directo a la producción, haber elaborado y entregado un vino para su Santidad el Papa Francisco y la declaración del vino como la bebida nacional, son sólo algunos de los resultados del Plan Estratégico Vitivinícola.

Estas acciones se pudieron llevar adelante, aun con severos ajustes presupuestarios.

Hay representatividad, hay discusión basada en información, hay consensos y hay acciones concretas. Esto es real.

Como dije, es difícil saberlo, pero probablemente si no hubiéramos trabajado en la planificación estratégica, si no hubiéramos intentado la articulación, la vitivinicultura argentina sería más parecida a la chilena en cuanto a número de empresas y productores. Probablemente nos pareceríamos más al modelo empresario de las bebidas analcohólicas o al de la producción de cerveza, donde una sola empresa monopoliza la producción en el mundo.

Me gustaría terminar con otra frase del discurso de Hilda Wilhelm de marzo pasado: “Ante el complejo panorama, la reacción desde la Corporación Vitivinícola Argentina fue la gestión incesante y el trabajo”. Esto último es lo que hemos hecho y seguiremos haciendo la mayor parte de quienes queremos integrar esta cadena de valor.

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