Valle de Uco: los floricultores que ornamentan las plazas

Son un grupo de jóvenes con discapacidades que recorren Tunuyán, sembrando flores y plantas en espacios públicos. Es un proyecto municipal.

Hasta hace "1 año y 8 meses", Cintia Garay no sabía cómo armar su propio jardín. Primero aprendió a hacer una huerta orgánica en el vivero municipal y, en el último tiempo, se capacitó en floricultura. Esta semana estuvo con sus "compañeros" sembrando rosales y reponiendo plantas en el espacio verde San Cayetano, camino al Manzano Histórico, en Los Sauces.

“Está genial poder practicar lo que aprendimos y mejorar nuestras plazas”, expresó orgullosa de su tarea mientras acarreaba rayitos de sol y piedras para armar un cantero. Sus amigos, devenidos en expertos floricultores, analizaban el estado de los plantines y realizaban pozos para iniciar el cultivo.

Es un equipo de 20 jóvenes y adultos que desde setiembre tienen un desafío común: embellecer las plazas y espacios verdes tunuyaninos.

Por sus dificultades motoras, mentales o auditivas, no siempre la búsqueda de un trabajo les ha resultado fácil. Ahora, sienten que pueden aprender un oficio, obtener una retribución mensual que ayuda al sostenimiento de su familia y (lo que más los entusiasma) hacer algo que quedará para beneficio de toda la comunidad.

Esta iniciativa de la comuna de Tunuyán se encuadra  dentro del programa Promover. Se trata de un proyecto local que obtuvo financiamiento de Nación. Participan las áreas de Gestión Social, Desarrollo Económico y Medio Ambiente.

Los técnicos de esta última área son los que van sondeando cuáles son los espacios del departamento que necesitan una lavada de cara o la reposición de árboles y flores.

"El programa fue aprobado por un lapso de 8 meses, pero queremos extenderlo. Ellos  lo piden", dijo María Aveiro, titular de Gestión Social, refiriendo a un grupo de personas que estudiaban minuciosamente dónde plantar una hilera de rosas.

Estas mujeres y hombres se habían anotado en las oficinas de Trabajo de la Municipalidad en busca de empleo. A mediados del año pasado, comenzaron a asistir a las clases teóricas de floricultura, que los técnicos les impartían en el vivero municipal. En setiembre, llegó el momento de la práctica.

Desde entonces, ya han encarado el mantenimiento, embellecimiento y siembra de flores en 9 plazas y espacios verdes del departamento. Estas jornadas de trabajo son los miércoles, mientras que dedican jueves y viernes a elaborar nuevos plantines en el vivero.

“Se ha hecho un grupo muy lindo. Nos traemos el mate. Llegamos, desayunamos y después nos ponemos a trabajar”, confió Elvira Soria, mientras que algunos compañeros anunciaban por detrás que el próximo miércoles la jornada laboral en el Manzano Histórico finalizará con un gran asado.

Inclusión y servicio comunitario

“Es lindo ver cómo quedan las plazas cuando terminamos. La gente se pone contenta. Las flores alegran el alma”, comenta doña Elvira con una sonrisa tímida. Dice que lo aprendido le sirvió para “poner lindo” el jardín de su casa, en el barrio Urquiza.

"Si fuera por ellos tenemos que salir todos los días a los barrios. Se sienten útiles y esto eleva su autoestima. Llegan temprano y tienen asistencia perfecta, aún cuando llueve o hay viento Zonda", destaca Gabriela Díaz, coordinadora del programa Promover. 

Semanas atrás, la entusiasta brigada llegó al distrito Vista Flores. En tan sólo unos días le pusieron color a  su plaza y al bulevar que lo cruza de norte a sur. “Fue una tarea ardua pero estaban felices, sobre todo por el reconocimiento de la gente”, advirtió Díaz.

Generalmente, los vecinos de la zona se arriman y se interesan por la tarea. También agradecen, ayudan y hasta retribuyen la buena predisposición de los laburantes con algo rico o una bebida para refrescar la mañana.

En todo momento, la tarea es guiada por técnicos del vivero y del municipio. También se suman a la tarea de mejora urbana los municipales de cada distrito o paraje en cuestión. Por ejemplo, en San Cayetano compartían la faena con los empleados de la delegación de Los Sauces, quienes acomodaban piedras, barrían los senderos y demás tareas de mantenimiento.

“Esto me hace bien. Gracias al curso anterior pude armar una huerta orgánica en mi casa. Yo siembro de todo, lo que se da... se da. Tengo lechuga, tomates y zapallitos... El otro día hice unos rellenos que salieron riquísimos”, confió Cintia y enseguida se puso a compartir la receta a sus amigas.

Estas mujeres -con guantes, sombreros y ropa adecuada para protegerse del sol- se veían muy a gusto conversando en ronda y cubriendo las raíces con tierra oscura.

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