Una radiografía para ajustar la oferta

La noticia ya no sorprende: en los rankings, las empresas más valiosas son compañías cuyos activos más importantes son de naturaleza intangible: marcas, posicionamiento, talento organizacional y, sobre todo, una rica cartera de clientes. Es decir, conocida hasta en su más mínimo detalle gracias a los datos que ellos mismos informaron voluntariamente.

¿Por qué las personas aceptan ceder algo tan personal que, para estas organizaciones, constituye el núcleo duro de lo más preciado de sus activos?

En principio, la gente lo hace al acceder a las redes sociales. Y al hacerlo en forma gratuita, se inclinan a brindar información personal con más facilidad que si estuvieran pagando por ello.

En realidad, lo que se presenta como gratuito encierra en sí mismo la contrapartida de compartir lo más valioso que las personas tienen en la sociedad del conocimiento: la información sobre sí mismos. No sólo los datos duros de la persona, sino los demás aspectos de su vida que va registrando y compartiendo a través de Internet y todas las redes sociales. Esto tiene un precioso valor para las empresas, que pueden tener una radiografía completa de los hábitos de consumo y así ajustar una oferta más atractiva.

Algunos especialistas en tecnología e información alardean que con sólo un nombre pueden hacer un escaneado casi completo de una persona, incluyendo gustos e inclinaciones sociales o hasta inferir sus preferencias políticas. Ya hay muchos estudios que demuestran que mirando la información del individuo podemos predecir un comportamiento determinado. Tanto, que cuando se habla de hacking político se puede explicar cómo las inferencias que se hace a partir del perfil del ciudadano, incluso los que no están identificados plenamente con un candidato o postura ideológica, los denominados "swinger voters".

En el ámbito de las empresas, también ponen su impronta corporativa allí adentro y entonces se pueden conocer datos y compartir mucha información a competidores y hasta a terceros que podrían vulnerar su entorno de seguridad.

Los riesgos en todos los ámbitos (personales y corporativos) nos invitan a reflexionar sobre el derecho a nuestra privacidad. Una paradoja surgida en un contexto de enorme progreso de las comunicaciones y el desarrollo de plataformas tecnológicas. Hasta qué punto yo, que di libremente toda mi información (muchas veces sin leer en detalle la letra chica de las condiciones de aceptación) estoy cediendo aspectos valiosos de mi intimidad y, sobre todo, dando una llave de acceso a aspectos de mi persona que no quisiera exponerlos.

Si bien hay leyes que protegen la privacidad, ningún país pudo alcanzar todavía una solución perfecta.

CC

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