Una mirada distinta a la educación en Mendoza

Conocemos las características de la pedagogía Waldorf. Su historia, sus basamentos y su desarrollo en nuestra provincia.

Por Andrea Calderón

Hacer foco en las individualidades, en el aprender haciendo y en el disfrute  de las pequeñas cosas de la vida son algunos puntos que caracterizan a la llamada pedagogía Waldorf. El desarrollo en Mendoza de esta particular propuesta.

En tiempos en los que la educación es tantas veces eje de discusión y análisis, son cada vez más los profesionales comprometidos con la misión de revisar su propio rol, su diaria tarea. Surgen, entonces, nuevos modos de enseñar, otras formas de aprender y miradas tal vez más atentas a la formación amplia, personalizada e integral. Ya no basta para muchos docentes con cumplir al pie del calendario los contenidos incluidos en determinados programas sino que la búsqueda pasa por detectar un modo más sensible, receptivo y abierto. Aquello que puede nutrir desde un enfoque profundo, formativo y vinculado al desarrollo de cada individualidad.

Ligada sobre todo a este último punto, la pedagogía Waldorf -cuyos orígenes se remontan a principios del Siglo XX- apunta a facilitar el despliegue de las habilidades y capacidades propias del niño y del joven. Contenidos y procesos son –desde esta mirada igual de importantes porque, como sostuvo su fundador -Rudolf Steiner, "en la vida, más valioso que el saber es el camino que se hace para adquirirlo".

En ese espacio de renovación social, de encuentro, de intercambio mutuo que representa la escuela, el niño es guiado desde su totalidad en un ambiente libre y creador basado en el desarrollo cooperativo en base a una orientación humanística que incorpora la expresión artística como un medio fundamental de aprendizaje.

Así, la soberanía de cada individuo es entendida desde la voluntad, el sentimiento y el pensamiento integral y equilibrado. En Mendoza, dos instituciones educativas llevan adelante la tarea formativa desde este enfoque. Son los casos de la escuela Estrella Andina, ubicada en Carrodilla, y Risas de mi Tierra, con sede en Maipú.

¿Qué los diferencia de otras propuestas educativas?

"Nos gusta más celebrar las similitudes que señalar las diferencias", comparten los docentes del jardín y la primaria de Luján de Cuyo, "y lo que nos hermana es poner todo nuestro empeño en mejorar la educación", agregan. Desde esta perspectiva, el "desarrollo integral" comprende el estudio profundo de las cualidades humanas y las etapas evolutivas de los niños: físicas, anímicas e intelectuales.

En este contexto, en el nivel primario es el mismo maestro el que acompaña al grupo durante los siete años. Por otro lado, la escuela se organiza en base a la ausencia consciente de una organización vertical por lo que existe una consensuada entre los profesionales de la comunidad educativa.

"Jardín y primaria tienen cada uno su particularidad, ya que los niños están en diversas etapas evolutivas y -por lo tanto- sus necesidades son distintas", dicen los maestros de Estrella Andina. En el primer nivel, el objetivo es emular el cálido ámbito hogareño, estimular el juego y proponer una convivencia multi-edad en salas de 3 a 5 años, así como favorecer la imaginación, el contacto con la naturaleza y el aprendizaje por imitación.

En la primaria, en cambio, las materias se dan por épocas, existe una narrativa acorde a la edad y se desarrollan actividades relacionadas al arte, el movimiento y distintas labores. Desde el punto de vista de quienes trabajan con esta modalidad educativa, el rol de las familias es muy importante debido a que los papás colaboran en la gestión y se involucran en diversos aspectos de la educación.

"EN LA VIDA, MÁS VALIOSO QUE EL SABER ES EL CAMINO QUE SE HACE PARA ADQUIRIRLO"

Risas de mi Tierra, por su parte, comparte el camino, la búsqueda y el desafío puesto en la gestión social y cooperativa. En esta construcción formativa cotidiana, el objetivo también es "plantear una educación centrada en el desarrollo integral del ser humano".

Así lo expresan dos de sus responsables, Alicia Adela Soria y Patricia del Valle Yonzo, quienes reciben a los pequeños que llegan cada día al espacio rodeado de naturaleza ubicado en Cruz de Piedra, Maipú. "En la primera infancia los niños encuentran un espacio armónico con colores apropiados, juguetes hechos en materiales nobles y un ámbito en el cual el maestro cumple el rol de continuador educativo del propio hogar. La oportunidad para el juego educativo, el desarrollo de la fantasía creadora y las actividades artísticas en el aprender haciendo son parte de su cotidianidad", dicen.

Así es como el modelado, el juego con acuarelas orgánicas, el amasado del pan o el cocinado del alimento propio se incorporan a la vida de los chicos. Del mismo modo, son cotidianas en esta escuela las tareas en la huerta o a las caminatas para que los chicos descubran y contemplen el mundo que los rodea, la maravilla de las pequeñas cosas.

En este tipo de actividades se manifiesta la mirada que esta escuela coloca en el pensar, en el sentir y en el hacer sensible y profundo. Además, en Risas de mi Tierra cada cambio de estación marca -a su vez- un ciclo que va acompañado de actividades culturales como peñas, ferias abiertas, tareas de producción cooperativa y propuestas donde toda la comunidad educativa se involucra mediante la participación activa.

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