Una candidatura esperanzadora

Es sabido el enorme divorcio entre la dirigencia política y judicial, en un polo, de la sociedad civil, en el otro polo de esta cuerda tensionada. Del ciudadano de a pie que debe salir cada mañana con la esperanza de que pueda regresar a casa sano y salvo, muchos no regresan.

Otros ni siquiera deben salir de sus hogares para ser ultimados en una escena que se naturalizó, en palabras de los vecinos autoconvocados, en una letanía que resuena en las pantallas por doquier. La llave para abrir todas las puertas es la Corte Suprema. En vista a las aberraciones jurídicas que desde Usina de Justicia detectamos y denunciamos, esperamos que quien ascienda a magistrado de la Suprema Corte de Mendoza no sea tributario del ideario que tanto daño hizo a la Argentina.

Esa supuesta teoría jurídica que enmascara una serie de falacias pseudosociológicas fue el instrumento de la experiencia de laboratorio instalada en la Argentina en los últimos años. Con fallos fallados que favorecieron la libertad de violadores y homicidas, fallos que burlaron la buena fe de una ciudadanía cautiva de los jueces.

¿Cuántos muertos seguirán regando la laboriosa tierra mendocina? La respuesta a este interrogante depende de la composición de la Suprema Corte.

Hasta hoy, nadie se ocupó de examinar y resolver no sólo el aporte que la propia Corte y los tribunales inferiores aportaron a una delincuencia que arrecia, a una violencia amparada en la falta de condenas efectivas a quienes burlaron la ley. Muchos cargan las responsabilidades en la policía pero lo cierto es que la policía es el último eslabón de una cadena de eslabones cuyo otro extremo es la Suprema Corte. Pero algo falla antes y después del fallo: obedientes a un ideario perverso que condenó a muerte miles de inocentes, durante los últimos años los tribunales inferiores liberaron a delincuentes que violan la ley, una y otra vez. De más está decir, a sabiendas de que las malversadas garantías constitucionales serán el conejo de la galera que sacarán los jueces valiéndose de interpretaciones abolicionistas.

Tal vez haya llegado el momento para que los legisladores se aparten de sus intereses partidarios y protejan el bienestar de la ciudadanía y que restituyan, a través del próximo juez de la Suprema Corte, los valores que la sociedad reclama: una Justicia justa que vele por quienes respetamos la ley.

La futura Suprema Corte tendrá que bregar, asimismo, por los derechos de las víctimas: por ejemplo, apoyar las iniciativas que buscan que las víctimas cuenten con un abogado querellante para lograr la “igualdad de armas” con quien delinquió (expresión absurda si la hay, pues de un lado hay un asesino y del otro un muerto). En la misma línea, tendrá que procurar que las víctimas y sus familiares tengan el derecho de opinar sobre la libertad de sus victimarios.

El candidato hoy es el juez José Virgilio Valerio, una candidatura auspiciosa por su compromiso con la defensa de los valores de Verdad y Justicia.

Es de esperar que los legisladores voten a favor de integrar el más alto tribunal provincial a quien satisface las condiciones de idoneidad, imparcialidad e independencia. Desde Usina de Justicia, comprometemos al candidato a encarnar un sentido común que vuelva a equilibrar la balanza de la Justicia, atendiendo a los legítimos reclamos de los enlutados de la violencia en democracia.

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