Un gracias enorme al tenis

“En aquella época el tenis no era como ahora, era todo más aficionado. Vilas llegó a segundo año de abogacía, algo impensado para ahora”

Todo comenzó por casualidad, en Mendoza, cuando tenía nueve años. Mi hermano Osvaldo, que jugaba al rugby, se lesionó y los médicos le prohibieron hacer deportes de roce personal.

Entonces me llevó hasta el Andino Tenis Club para jugar con él y muy pronto tomé mis primeras clases. En ese momento estaba el profesor Eliseo Girelli, padre del que era número uno de la provincia, Orlando Girelli. Ese club fue muy importante en mi vida deportiva y mi hermano llegó a ser presidente de la institución por más de 20 años. Progresé y terminé siendo, hasta el momento, el mejor mendocino rankeado a nivel nacional.

Claro que también me tocó la mala, como cuando contraje difteria, alejándome del tenis durante unos seis meses. Fue en Salta, cuando disputaba los circuitos reducidos que organizaba Oscar Furlong, el "Gran Capitán de Copa Davis", para seleccionar a los representantes en esa competencia. En realidad me sentí mal en un torneo previo y cuando viajábamos en avión para aquella ciudad casi no podía respirar y Furlong le pidió al capitán aterrizar en Tucumán para que me atendieran. Allí me dieron medicamentos para despejar la garganta y pudiera respirar mejor y seguimos hasta Salta.

Justo mi papá había viajado para verme jugar y organizó todo para volver urgente a Buenos Aires, en un avión sanitario. Yo tenía 22 años y, tras recuperarme, jugué unos meses y me dediqué a trabajar fuera del deporte. No me fue mal, ya que por el tenis tuve una carrera exitosa en lo empresarial, en la que fui director de empresas muy grandes. Debuté en Copa Davis por una lesión de Julián Ganzábal cuando estábamos 1-2 contra Brasil en Río, en el '72.

Entré y perdí en cinco sets con Thomaz Koch, ídolo brasileño. Pero estoy seguro que si hubiera jugado un partido anterior, ese no lo perdía... Yo estaba excitado y nervioso, pero cuando fui al descanso en el tercero lo noté a Guillermo con unos nervios espantosos, porque sabía que si yo ganaba, él no perdía el último punto. Pude obtener el cuarto set por 6-1 pero fallé en el quinto.

La noticia de que sería jugador de Copa Davis me la dio el “Gran Furlong”. Fue una enorme satisfacción, aunque sabía que me había ganado el puesto ya que en aquellos torneos previos le gané dos veces a cada uno, a Cano, Ganzábal, Vilas y Lynch. Pero escucharlo en boca de Furlong, todo siempre fue más gustoso.

Un año antes, gran parte de 1972, fui el número dos del país pero terminé oficialmente tercero, que al finalizar mi carrera fue el mejor ranking que conseguí. Pero en esa época el tenis no era como ahora. Recordemos que se jugaban los torneos los fines de semana y se viajaba muy poco al exterior. Vilas llegó a su segundo año de abogacía, algo que hoy es impensado. Ganzábal se recibió de Ingeniero... No era lo mismo. Era un tenis más aficionado, más social.

El verdadero profesionalismo lo trajo Guillermo a partir del ‘73 y el ‘74. A él le gané varias veces, pero en el momento en que recién apuntaba a ser un grande. Había que estar finito porque sino nos pasaba por arriba. Cuando le gané no era ni la sombra de lo que fue; tenía sus objetivos bien claros y era un gran perdedor pero con las metas concretas. Con él adelante, y siendo un excelente profesional, era imposible pensar en ser el número uno para nosotros.

Pero me divertí, hice amigos y hoy soy dirigente del deporte que tanto me gusta. Haciendo un balance no puedo determinar cuál fue la mayor alegría que tuve con el tenis, pero sí que el tenis me dio una esposa y dos maravillosos hijos. Con Beti (Araujo) nos conocíamos de siempre, porque jugábamos los mismos torneos. En el '74, yo fuera del tenis, comenzamos a salir y nos casamos dos años después.

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