Un dique construido por españoles

Una vieja represa que se ubica en la zona de Blanco Encalada, a 40 kilómetros de la ciudad, es conocida como la Toma de los Españoles. Y encierra un curioso relato de la época de la colonia. Hace exactamente 30 años fue declarado Monumento Histórico.

Hoy sus murallas son mudos testigos de la colonia, pero en su momento fueron la esperanza que tenían los pobladores de la Mendoza de barro para controlar las inundaciones. Es uno de los pocos monumentos que se encuentran en pie construido cuando los españoles dominaban este territorio.

Esta vieja represa se ubica en la zona de Blanco Encalada, a 40 kilómetros de la ciudad y es conocida como la Toma de los Españoles.

Vecinos indecisos

Al poco tiempo que los conquistadores españoles se establecieron en Mendoza, la pequeña aldea fue azotada por continuas crecientes producidas en épocas estivales, las cuales causaban graves daños y pérdidas cuantiosas en las precarias edificaciones y fincas.

A principios del siglo XVIII, los habitantes corrieron grave peligro al producirse una gran creciente en donde quedaron bajo las aguas calles, edificios públicos como el Cabildo, la iglesia Matriz y varias casas de renombradas familias.

Fue entonces que los vecinos más representativos se reunieron en el Cabildo y propusieron la construcción de un dique en la toma del río Mendoza -hoy departamento de Luján-, pero en 1759 se decidió que era imposible ejecutar esta obra y todo quedó en la nada.

Transcurrido un tiempo, la ciudad volvió a sufrir otro aluvión que la dejó en ruinas. Esto hizo que las autoridades construyesen un improvisado dique que fue destruido por otra creciente, lo que dejó a la población sin defensa ante una nueva inundación. Inmediatamente se propuso la erección de otro dique, pero el prior del convento de San Francisco se opuso a esta propuesta dejando a la entonces capital de Cuyo sin defensa aluvional.

Sobremonte tomó las riendas

En junio de 1788, el entonces gobernador del Córdoba de Tucumán,  marqués Rafael de Sobremonte, llegó a Mendoza, para interiorizarse sobre los problemas que permanentemente existían con los aluviones.

Durante su visita, inspeccionó junto a los cabildantes y funcionarios algunos lugares para establecer el futuro dique y designó una comisión técnica para que le asesoraran sobre la construcción de la obra. Posteriormente, Sobremonte ordenó la inmediata erección de la toma y la obra fue adjudica al arquitecto Josef Comte, quien pasó un presupuesto de cinco mil doscientos once pesos con dos reales.

Nace una esperanza

Ese mismo año, el Cabildo adjudicó la obra a Comte quien tiempo atrás,  había restaurado el templo y el colegio de la Compañía de Jesús - hoy ruinas de San Francisco- y otras edificaciones relevantes en la ciudad de San Juan.

La obra consistía en un murallón triangular en medio del río, con sus caras laterales en ángulos rectos de casi tres metros de largo, respaldado con un muro unido que servía de estribo para darle mejor salida al agua de las compuertas.

La estructura del mismo se ejecutaría con piedras extraídas del mismo lugar y se adherirían con cal.

Este grandioso proyecto constaba de tres compuertas de madera que serían aseguradas con abrazaderas de hierro. Se colocarían unas cien. A la construcción se le agregarían dos compuertas más; una que daba a la ciudad y la otra que despedía el agua del río. Además este dique poseía un puente que abarcaba toda la muralla. En apariencia, la obra sería de excelente calidad.

La construcción fue proyectada en 7 meses, pero se demoró mucho más; el Cabildo mendocino aportó el dinero a través de diferentes impuestos para poder llevar a cabo la  edificación y la mano de obra fue abaratada con presos que trabajaron a destajo.

Finalizada la construcción, la toma se puso a prueba y por un tiempo las compuertas cumplieron la función de contener y distribuir el agua en canales durante un tiempo. Pero una gran alud que originó en verano desde la cordillera arrasó la toma destruyendo parte de ella. Seis años después de su construcción  el dique fue abandonado.

Doscientos años después, en 1986, las ruinas de aquella toma fue declarada como monumento histórico nacional.

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