Un año con éxitos que no se notan

El gobierno encaró una serie de reformas exitosas, pero que no se notan porque la economía no despertó en las fechas que, erróneamente, pronosticaron los funcionarios.

Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes

Termina el año 2016, el primero de la gestión de Mauricio Macri, y termina con el despido del ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, y cualquiera podría decir que estamos frente a una crisis de proporciones que terminó devorando al culpable de todos los males. Y en realidad no solo no es así sino que, por el contrario, el ministro saliente fue responsable de los mayores éxitos del gobierno, aunque desde adentro lo culpan porque la economía no arranca.

Desde el comienzo de la gestión, Prat Gay, un economista muy sólido y con experiencia, había conseguido con gran rapidez solucionar el litigio con los “holdouts” y permitió que la Argentina recuperara el crédito internacional. En tándem con el nuevo ministro de Finanzas, Luis Caputo, llevaron adelante una exitosa negociación que contó con la aprobación de duro juez neoyorquino Griesa.

De la misma manera, y en coordinación con el Banco Central, liberaron la cotización del dólar y supieron contener una embestida primaria para evitar una corrida especulativa. Esto permitió normalizar el mercado cambiario y, junto a la liberación del cepo a las exportaciones, permitió dinamizar la producción de granos, algunos de los cuales quedaron también liberados de retenciones a las exportaciones.

Problemas propios y ajenos

Desde el comienzo el gobierno se mostró proclive a eliminar ciertas cargas impositivas distorsivas, mientras se concedían arreglos con jubilados, planes sociales e, incluso, se subió el mínimo no imponible de ganancias. Prat Gay apostó que una parte de los ingresos que resignaba se los devolvería la reactivación de la economía, pero esta no ocurrió y mucha responsabilidad le cabe al ministro de Energía y no al de Hacienda.

La forma en que se realizó el aumento de tarifas (que tenía por objeto bajar los niveles de subsidio y aliviar las cargas de las cuentas públicas) fue la razón de miles de causas judiciales que llegaron hasta la Corte Suprema, que obligó a hacer audiencias públicas y terminaron en un nivel de ajuste más gradual y menos traumático.

Este retroceso generó grandes dudas y en épocas de dudas las respuestas siempre son similares. Los empresarios aumentan los precios y los consumidores restringen sus gastos. En este caso, agravado porque la inflación percutó duramente sobre el poder adquisitivo de los salarios y generó mucha bronca pública.

En varias columnas, a través del año, señalábamos que el gobierno resignaba ingresos y comprometía gastos pero nada hacía para mejorar los niveles de ingresos o para bajar gastos. Es más, hemos señalado el error de creer que el gasto no es problema sino que hay que ver cómo se financia. El problema de crecimiento es y será el volumen del gasto, aunque consiguieran equilibró fiscal. Si el gobierno no cambia de concepción, estará abortando la posibilidad de crecimiento de la economía.

También señalamos no hace mucho que el gradualismo del gobierno era demasiado lento y esa lentitud demoraba la reacción de los mercados y, por lo mismo, ese gradualismo se transformaba en un ajuste en sí mismo.

No hay que desconocer que las decisiones en materia económica las toma el Presidente Macri, y que la decisión del gradualismo vino de una decisión de núcleo duro del que se nutre el primer mandatario. Por esto es que la salida de Prat Gay está más motivada por su falta de coordinación con algunos de esos miembros, a quien el ex ministro no les reconocía jerarquía académica.

Se puede decir que Prat Gay hizo la tarea sucia. Se puede haber equivocado en pronosticar que en el segundo semestre empezaba la reactivación, puede haber cometido un error al mandar al Congreso un proyecto de ley de ganancias sin alternativas de negociación, pero en eso estuvieron vinculados varios funcionarios.

Lo que viene

El primer año de Macri se caracterizó por blanquear números que el gobierno kirchnerista prefería mantener ocultos. Se sinceraron los datos de inflación, los de pobreza, los de empleo, los de actividad económica y esto es positivo porque sabiendo la verdad es como se pueden generar las políticas adecuadas.

Pero los argentinos vienen cansados de una economía estancada o en retroceso y esa ansiedad por ver mejoras fue alimentada por el Presidente y su equipo prometiendo y poniendo fechas que ni siquiera ellos podían justificar.

El cambio de funcionarios viene cargado de expectativas. Algunos dicen que Nicolás Dujovne es más ortodoxo y que va acelerar el ajuste, aunque tratándose de un año electoral, y conociendo el pensamiento de Macri y su ala política, no es posible esperar un ajuste duro en medio de una recesión. Posiblemente se aceleren algunas medidas tendientes a contener un poco el gasto y evitar una aceleración inflacionaria.

También es posible que vuelva un proceso gradual de baja de la tasa de interés, que mejore las condiciones de financiamiento, aunque el problema que tendrán es que deberán convivir con un tipo de cambio retrasado ya que, por el déficit, deberían endeudarse e ingresar una cantidad importante de dólares de préstamos.

Algunos analistas prefieren hablar de un “gradualismo más rápido”, porque coinciden en que un año electoral hay que compatibilizar una mayor actividad económica pero cuidando la inflación. En este aspecto, los anuncios de aumentos de precios en los combustibles, la electricidad y el gas ya le ponen un piso alto al objetivo por lo que los programas fiscales y monetarios deberán estar muy controlados.

En el pensamiento de los nuevos integrantes del gabinete se mantiene la idea de Macri de avanzar en una reforma tributaria integral donde deben negociar y acordar con las provincias todo lo referido a la coparticipación, pero uno de los objetivos en los que se viene trabajando en forma silenciosa es en la posibilidad de bajar los impuestos al trabajo de manera significativa de manera de estimular las inversiones y la creación de nuevos puestos de trabajo.

Como se sabía, 2016 sería un año difícil, donde había que tomar decisiones fuertes, pero el gobierno no se animó a hacer las transformaciones necesarias para evitar conflictos. Por una parte, es comprensible. La mayoría legislativa debía negociar todas las iniciativas, lo que generó un poco habitual ámbito de negociación que es saludable para nuestra endeble democracia, y una mejora en las prácticas republicanas.

Resta conocer cuáles serán las decisiones más importantes que tomará el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, muchas de las cuales puede repercutir en una suba del dólar, aumento de la tasa de interés y baja en los precios de las materias primas. Pero hay que verlo empezar a caminar, aunque con el paraguas en la mano.

El año termina tambor batiente. Nadie esperaba un cambio de ministro a esta altura, aunque ya se sabía que el mismo Prat Gay estaba pensando en su retiro. Los tiempos de fiestas quizás ayuden a minimizar el impacto y a aguardar con esperanza una reactivación  que comienza a aparecer lentamente en algunos indicadores.

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