Uber: la soberbia de la tecnología

Theodore Levitt, el gurú del marketing, dijo: “Muchas industrias son miopes y no ven los cambios tecnológicos que se avecinan, que cambiarán paradigmas”. Entre muchos ejemplos, en la evolución del ser humano, el carruaje minimizó el efecto del automóvil y el ferrocarril el del avión, y todo cambió rápidamente.

Esto es un hecho: es la acción de la “tempestad” que produce la innovación en su destrucción creadora para mantener la dinámica que mueve al capitalismo, mencionando a Schumpeter. Pero no es tan fácil la innovación y los cambios inmediatos. Sin embargo, los emprendedores ven el negocio cuando perciben la realidad de clientes eternamente insatisfechos o aburridos, dispuestos a experimentar continuamente y que no le importan las consecuencias de sus decisiones.

La soberbia de la tecnología la definimos como esa actitud del emprendedor de creer que cumple una misión divina de sustituir por sustituir, y, muchas veces, los tiempos del ser humano y la sociedad no están sincronizados con el avance tecnológico. Así se produjeron innumerables fracasos de productos y servicios que no lograron convencer; porque para que haya innovación, ésta debe ser aceptada por el cliente objetivo y no tiene que entrar en conflicto con sus intereses o el de los otros ciudadanos.

Cuando salieron los drones muchos corrieron a comprar uno, como un juguete, para volarlo en la plaza de la esquina; después otros vieron el negocio y comenzó la oferta de drones de mayor tamaño para funciones técnicas y profesionales, y comenzaron a volar drones de diferentes diseños y tamaños sobre la ciudad, invadiendo la privacidad o entrando en áreas restringidas. Entonces surgieron las normas y las regulaciones y ahora los drones están controlados. No cualquiera puede volar un drone, salvo que sea de juguete y en un área despejada.

A Uber, como empresa, le importan poco o nada las consecuencias en una sociedad; eso lo está demostrando. Solo quiere ganar dinero, como en la época del capitalismo de los cowboys, aprovechando la oportunidad que se le presenta, por dos factores principales: el primero, un cliente insatisfecho con el transporte público, muchas veces ineficiente, o porque es un “trendy” que demuestra estar con la última moda y se siente bien siendo cliente de Uber.

El segundo: un número creciente de choferes que adhieren al sistema porque necesitan unos pesos extra y  nadie les pone frenos. ¿Se acuerda de los taxis, remises y otros transportes truchos?

Indudablemente Uber demuestra que hay un cliente insatisfecho. Es fácil hacer un relevamiento del estado de los taxis en Mendoza y la calidad de la atención del chofer y su vestimenta; además del atraso tecnológico, el tipo y estado de los vehículos, el confort, la limpieza, la seguridad y hasta el aire acondicionado. La competencia sirve para que los jugadores se esmeren más y mejoren un servicio o producto para satisfacer al cliente en precio y calidad. En nada más que en eso.

Uber no es una innovación disruptiva, como se llama a esa idea que rompe un paradigma como, por ejemplo, un taxi sin chofer; es simplemente una innovación incremental que utilizó la idea de la aplicación digital del modelo de negocio del delivery, como la comida a domicilio o el arriendo de habitaciones, y otros servicios colaborativos.

Uber es una empresa virtual con un gran desarrollo digital, desplegada en tres compañías (Uber Technologies Inc, Uber Internacional, Uber Internacional CV) por lo que es difícil seguir la ruta del dinero. Con diferentes sedes que cumplen funciones económicas distintas, que se encuentran en EEUU, Bermudas y Holanda.

Es el modelo capitalista óptimo: maximizar ganancias y minimizar costos, con el menor compromiso y prácticamente sin activos. Y eso que promete en su web que “Uber es para el bien de todos, ayudando a las ciudades”, aunque no aportan un peso para ese presunto bienestar.

Es la empresa ideal para ser manejada por robots y computadoras, con poca intervención del ser humano. El pago se hace en la web y con tarjeta de crédito (o celular, en algunos países) y Uber retiene, aproximadamente, entre 20% y 30% y liquida al chofer adherido el resto, deduciendo gastos. Se calcula que Uber ya vale más de 50.000 millones de dólares y está en más de 400 ciudades en el mundo.

¿Cuál es la solución para que Uber siga operando si es eso lo que el consumidor o cliente requiere? Muy simple: hay que emitir leyes, normas y regulaciones para que se cumpla el principio de la igualdad de oportunidades y obligaciones para los taxis y los vehículos compartidos de Uber, o similares.

Argentina debería haber debatido este tema hace bastante tiempo, cuando el Ministerio de Transporte observó lo que sucedía en otros países y así estar preparados.  Adelantarse, previendo el futuro, para que no haya sorpresas con otras empresas innovadoras que surgirán, como el “food truks” que viene a cambiar el formato del restaurante.

Por otro lado, ¿qué dificultades y amenazas enfrenta Uber? Lo que ya pasó en Estados Unidos y España, por mencionar algunos de los países donde fue suspendido el servicio y Uber tuvo que pagar grandes multas. Comienzan a surgir, por parte de los gobiernos, fuertes controles de los autos, los choferes y hasta de los pasajeros de Uber. Y, lo más importante (con más razón en EEUU y Europa): que se comienzan a aplicar medidas relacionadas con la seguridad y el pago de impuestos (además del control que vendrá de los paraísos fiscales).

Uber se puede convertir en un fracaso si el dinero que le ingresa a la empresa nos satisface a los inversores porque merma por impuestos y multas, o por tener que funcionar legalmente. Como debe ser para que la innovación y la tecnología incentiven el bienestar de todos y no el de unos pocos. No hay que ser miope y prohibir los sistemas como Uber. Hay que hacer que compitan lealmente.

* Experto en análisis de información competitiva e innovación

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