El trabajo con el cine empezó con una super 8 que compré a los 20 años. Más adelante, tuve un intento de entrar en la Enerc (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica) pero, aunque quedé muy cerca, no entré. Ya a los 28 partí con mi compañera Claudia para Estados Unidos y allí entré al Orange Coast College en California, donde me recibí en la carrera de Film.
Nací en San Rafael. Una hermosa infancia tuve: calle de tierra, fútbol en el baldío, el autito hecho con ruedas de tapas de bordalesas y latas de aceite recortadas, los kartings de madera con rulemanes. El asfalto llegó recién en la adolescencia.
¿Películas? De chico, me la pasaba yendo a los continuados del cine Andrés. Me veía los programas dobles. Sí, dos veces cada película. Westerns, de todo. Hace unas semanas, cuando se llenó el cine Amelix con “Arreo” en todas las funciones, fue una emoción tremenda. Aunque no pude estar ahí, fue una caricia en el alma que me hizo mi pueblo.
Mi primer viaje fue a Malargüe. Mi abuelo vivía allí y tenía un perro que yo adoraba.
Me hiciste acordar de una anécdota. En una de esas idas, vi por primera vez las Salinas... me bajé del auto corriendo a ese manto blanco inconmensurable, no paré por unos cientos de metros y empecé a subir una montaña de rocas de sal, que por alguna razón me resultaron apetitosas. ¡Y vomité todo! En serio. Era muy chiquito, me quedó fuerte ese recuerdo.
Estudié música de adolescente: trompeta, flauta. Fui bastante resistente a la disciplina, pero paralelamente mi interés por el cine palpitaba.
Recuerdo el estreno de “2001 Odisea del Espacio” en el América porque fue a la misma hora en que tenía que estar en clase de música. Solía escaparme por la ventana de una secundaria para ir al cine a la siesta. Es que a los 16 años me vine a vivir a Mendoza.
Pasé fugazmente por la Escuela Normal, salí volando y terminé en una secundaria de Artes que ya no existe, que se caía a pedazos. Éramos varios los rebeldes allí.
¿Que qué me ha dado “Arreo”? Todo menos dinero. Me dio lo más importante que creo te puede dar un proyecto. Económicamente, me endeudé puesto que no tuve subsidio, pero es el proyecto más querido y más acabado para mí.
El origen de este documental fue un encuentro con la familia Parada y la certeza de tener algo que queríamos decir juntos desde dos mundos. Y eso se nota hoy en la respuesta de la gente que lo ve. Lo que estamos recibiendo del público es inmenso.
Estaremos pasando “Arreo” en Bardas Blancas (Malargüe) a todos los puesteros que bajan de la montaña de la veranada, en la fiesta “Vuelta del Veranador”. Bardas con el Cinemóvil va a ser muy emocionante.
Hoy, el trabajo diario me demanda mucho tiempo. Con Claudia estamos dedicados a la difusión independiente de “Arreo”. Es que la película no se termina cuando la estrenaste, no. Nosotros estamos comprometidos con la intención de que la vea mucha gente. Y recién estamos empezando: llevamos 2110 espectadores en 20 funciones en salas. Sí, decidimos distribuirla nosotros mismos, no hay distribuidora detrás nuestro.
Claudia trabaja full time encontrando salas, haciendo prensa y redes sociales. En este momento debe estar tuiteando a todo el mundo.
Mi año se reparte entre Miami y Mendoza. Claro que yo quisiera quedarme la mayoría del tiempo. Pero debo decir que profesionalmente tengo mucho reconocimiento en Miami, cosa que en Mendoza ha sido más difícil.
Yo adoro mi tierra. Pronto volveré a filmar allí.