Somos mucho más que limones

“En realidad no tenemos vocación exportadora y sí tenemos vocación importadora.”

Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes

El presidente Macri visitó EEUU y, más allá de las connotaciones políticas del viaje, muchos sectores parecían interesados por saber qué tipo de relaciones de negocios podría traer el Primer Mandatario de este viaje al entrevistarse con el presidente Donald Trump, alguien que hace gala de discurso proteccionista y bastante despectivo respecto de América Latina.

En realidad, Macri tenía en la agenda temas internacionales (caso Venezuela) sabiendo que Trump plantearía otros de su interés como Corea del Norte. También el presidente argentino llevaba una petición formal para que EEUU apoye el ingreso de Argentina en el selecto grupo de países de la OCDE (Organización para el desarrollo), que reúne a los países más ricos.

Mucho se ha fantaseado acerca del objetivo de plantear el ingreso de limones argentinos y esto se ha hecho carne en muchos comunicadores como si fuera una gran causa nacional. En realidad, y más allá de que Macri haga la petición, Argentina es mucho más que limones. De hecho, este cítrico, es la fruta más exportada de Argentina en los últimos diez años, sin tener el mercado de EEUU.

Es razonable que la única empresa que tiene volumen a escala para vender en EEUU quiera que el presidente le ayude a ampliar sus negocios, pero ni en términos de volumen físico ni de facturación, las ventas de limones pueden mover la aguja de los negocios con EEUU.

En estos momentos, cuando el proteccionismo norteamericano aparece por todos lados, surgió una investigación por dumping a las exportaciones argentinas de biodiésel, algo que ya había pasado con la Unión Europa y son denuncias que las empresas locales hacen en forma sistemática para frenar, aunque sea temporalmente, el ingreso de productos que les molestan.

Lo más significativo es que entre los grandes grupos elaboradores de biodiésel están empresas de EEUU, quienes son las que están defendiendo con ahínco la posición argentina. Para el país, además, es muy importante porque es un producto que tiene más valor agregado que el poroto de soja o los desperdicios, que son los más exportados.

Otro tema que le interesaba especialmente a Macri es la atracción de inversiones petroleras para el desarrollo del área de Vaca Muerta, donde se extrae gas y petróleo no convencional. En este caso, el Presidente juega a entusiasmar inversores y a multiplicar varias veces los 5.000 millones de dólares ya comprometidos en la zona.

Nuestra oferta exportable

Desde siempre en Argentina se habló de "saldos exportables", algo así como decir que exportamos lo que nos sobra. No somos un país netamente exportador y la gran expansión que se registró en la primera década del siglo fue merced a una gran y sostenida devaluación del dólar acompañada por una gran devaluación del peso, que generó una ganancia extraordinaria de competitividad cambiaria.

En ese proceso no exportamos productos innovadores sino que el fuerte fueron las materias primas, que subieron muy fuerte en sus precios internacionales, y autos, merced al convenio proteccionista del Mercosur, por el cual vendíamos autos a Brasil y se los vendíamos carísimos a los argentinos. Salvo el vino, que tuvo una gran expansión en volumen, casi no hay productos o manufacturas que exhiban el sello de "Made in Argentina". Casi todo son commodities agrícolas o industriales que no generan presencia de la marca país.

Estamos tan acostumbrados a jugar a de perdedores que habría fiesta nacional si autorizaran a  una empresa a vender limones a EEUU y estamos perdiendo el foco en lo principal y es analizar nuestro perfil productivo, la escalas, los estándares de calidad y las estructuras comerciales.

En realidad no hemos desarrollados sectores que agreguen valor importante, ya sea por innovación, diseño o avance tecnológico. Y no hemos perdido el ritmo sino que nunca lo hemos tenido. No tenemos vocación exportadora y sí tenemos vocación importadora. Nos hemos limitado siempre a productos primarios y algunos agroindustriales.

La trama que obstaculiza

Los primeros obstáculos que tenemos para exportar es la tradicional visión cortoplacista. Esa visión por la cual cada vez que cambia un gobierno se modifican las políticas. En general, tras la apariencia de protección o apertura, lo que se ha hecho es proteger a determinados sectores.

Es gracioso, pero en las grandes disputas políticas, donde se habla de la "grieta" sólo subyace una puja de sectores. Vivimos en un país bajo un régimen corporativista,  y en cada cambio de gobierno no cambia el sistema sino las corporaciones beneficiadas.

Esta estructura no genera incentivos a las inversiones de largo plazo. La investigación y desarrollo son inversiones de largo plazo. Incluso, la innovación, lleva un proceso de investigación previa antes de lanzarse como tal para estudiar su factibilidad. La visión cortoplacista de los políticos "salvadores" ha generado empresarios cortoplacistas que siempre están listos para levantar vuelo cuando cambian los aires.

El caso de nuestras producciones regionales es un poco distinto porque, en el sector agrícola, se trata de cultivos permanentes, que exigen un tiempo de espera para comenzar a fructificar. Pero hemos visto miles de casos donde se arrancaron plantaciones de olivos, de vides, de frutales para cambiar por otros. Pero en los desarrollos industriales, padecimos casi siempre los mismos vaivenes.

Siempre los problemas vienen de decisiones del Estado en materia de política cambiaria (dólar alto, bajo, flotante, convertible, estatizados, libre) o de política monetaria (expansiva, ofertista, restrictiva) unida a una política fiscal casi siempre ilógica (mayor gasto, déficit) que se financiaba con emisión monetaria o con deuda externa o interna.

Todos estos ensayos, con pretensiones ideológicas, venían de la mano del auspicio de grupos empresarios que querían que fuera "su turno". Algunos, muy pocos, cuando crecieron, se internacionalizaron, se independizaron, pero la mayoría sigue en el mismo juego. La mayoría de nuestras pymes viven en una línea de subsistencia, sin innovación, sin escala y sin perspectivas.

El problema es que para financiar los experimentos ideológicos destinados a grupos de poder empresario, se generó un sistema impositivo que tenía que alimentar, también, al sistema político que alimentaba a los sectores de poder empresario. Hoy tenemos un Estado enorme que no sirve, está lleno de gente con estabilidad en el cargo que es la que hace más paros, y generan un nivel de gastos que la sociedad ya no puede bancar.

Nuestro sistema impositivo está diseñado para gravar el valor agregado, pensando en la maldad intrínseca de las ganancias (según la concepción ideológica predominante en los últimos 80 años). Por eso sólo hay incentivos a producir casi sin agregar valor y cuando revisamos el valor agregado, el grueso lo constituye el factor trabajo. Este sistema populista y corporativista, con sus decisiones, expulsa trabajadores y estimula la tecnología que la remplaza.

En realidad, somos mucho más que limones. Todavía somos una sociedad enferma que le pega al médico que la diagnostica y sólo lo ve para que le recete ansiolíticos, hipnóticos, alucinógenos o anabólicos. Nunca la verdad.

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