Sobre crotos de capa caída

En 1832 Honoré de Balzac afirmó "¡Qué hermoso libro podría escribirse contando la vida y las aventuras de una palabra! (…) Todas están señaladas por el vivo poder que el alma les infunde y que ellas devuelven (…) Basta invocarlas para que revivan en la mente las criaturas que les sirvieron de ropaje…". Coincidiendo con una de las más excelsas plumas francesas creemos que el origen de algunos términos o frases pueden resultar apasionantes, pero en este caso -en lugar de un libro- les dedicaremos humildemente una columna.

Cada fin de año -o el término de un ciclo- influye negativamente en el ánimo de muchos. Se suele referir a esta circunstancia como "andar de capa caída". Entender el significado es sencillo: nos imaginamos a alguien derrotado, hombros abatidos, cabizbajo, arrastrando dicho elemento; cuál súper héroe en decadencia. Pero lejos de lo que suponemos, la clásica frase, no incluye en su origen a este elemento de vestuario. T

ratándose, en realidad, de la deformación de cierto vocablo latino. En la Roma Antigua existía una figura legal denominada "capitis diminutio" que implicaba la pérdida parcial de los derechos civiles. A esta condición - señala Héctor Zimmerman- se llegaba por deudas, por enfermedad y, en el caso de las mujeres, por contraer matrimonio. En español -sigue el autor- se los llamó derechos caídos y en boca de los juristas "capitis" mutó por "capa". Con los siglos se llegó a la frase y significado que hoy le atribuímos.

Otra expresión de origen legal -aunque mucho más actual- es la de "croto". José Camilo Crotto nació en mayo de 1863, fue parte de la camada que dio origen a la Unión Cívica Radical y luchó en la Revolución del 90. De gran peso político, llegó a ser presidente del comité partidario y años más tarde se desempeñó como Senador Nacional. Entre 1918 y 1921 dirigió Buenos Aires, como Gobernador. Es en este punto donde comienza la historia que nos interesa. Una de las primeras medidas que tomó Crotto fue sancionar el Decreto 3, en 1920, por el cual se permitía a los trabajadores golondrina transportarse gratuitamente en los trenes cargueros hacia el interior del país.

Cada peón viajaba con un carnet emitido por el Departamento de Trabajo, allí se especificaba a que se dedicaba y su conducta una vez finalizada la cosecha. Con dicho elemento se dirigían a la estación donde eran contabilizados y anunciados a los gritos. En un principio los jefes de estación señalaban "Van por Crotto", enviando a cada grupo hacia el interior del tren. Con el tiempo se simplificó diciendo "son crotos" (con una t).

Se viajaba sin pagar pero las condiciones no eran buenas: algunos terminaban ocupando el techo de los vagones. La vida de los crotos no era nada fácil. En el campo pocas veces tenían donde dormir y se podía verlos a la orilla de los caminos, alrededor de una fogata, descansando como podían. Algunos estancieros -los más pudientes- les asignaban habitaciones a las que se bautizó "croteras". Esto, sumado al atuendo desaliñado que los caracterizaba dio origen al significado actual de la palabra. Utilizada para referirse a personas sin vivienda, mal vestidas, o cuya apariencia indica cierto grado de indigencia.

Además de esta, Crotto tomó decisiones demasiado independientes para el gusto del por entonces presidente Yrigoyen. Molestó que designara funcionarios sin consultarlo. Terminó enfrentado a la facción presidencial y un boicot permanente -por parte de sus antiguos compañeros- lo obligó a presentar su renuncia. Y aunque murió en 1936, Crotto sigue vivo en nuestro lenguaje. Siendo una de las criaturas que -según Balzac- invocamos, cada vez que utilizamos esos términos a los que sirvieron de ropaje.

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