Sin tiempo para expectativas

Lejos de ser un problema, la salida del gobierno de Vaquié le permitió a Cornejo cubrir la vacante con su ministro de confianza, al que inevitablemente coloca en el camino de la sucesión.

Por José Luis Toso - jtoso@losandes.com.ar

Después de los sobresaltos vendimiales, se puede decir que Alfredo Cornejo cerró satisfactoriamente una semana que también se presentaba problemática por el paro docente. La evaluación de la medida de fuerza fue, además, favorable al gobierno local si se la contrasta con la situación en la provincia de Buenos Aires, donde la gobernadora Vidal aún no logra sellar un acuerdo con los gremios y menos aún evitar que sigan los paros.

Cornejo no dudó en calificar de “fracaso” la huelga del SUTE desde su arranque, en coincidencia con el acto de apertura del ciclo lectivo. No buscó la vía conciliadora; todo lo contrario. Pero luego la evaluación de la situación le terminaría dando la razón. Obviamente, queda por ver qué pasará con nuevas convocatorias nacionales en la medida en que la pulseada bonaerense siga favoreciendo los planteos gremiales.

La otra partida trascendente para Cornejo la marcó la decisión de Enrique Vaquié de dejar su cargo para trasladarse a la conducción del Banco Nación. Hubo alguna sorpresa en el Gobierno, pero el jefe del Ejecutivo aceptó, sin ánimo de generar controversias, la decisión de Vaquié. “Le ofrecieron un cargo que él considera beneficioso y lo aceptó. Está bien”, dicen que se le escuchó comentar al Gobernador.

Luego, la decisión de cubrir rápidamente la vacante con un funcionario de plena confianza, como Martín Kerchner, genera varias lecturas, pero fundamentalmente le evita a Cornejo crear expectativas entre varios que se podían anotar para un ministerio tentador por su dimensión. Además, como ya veremos, delimita el terreno en cuanto a especulaciones de tipo electoral.

Los que pusieron sucesor

Para un gobernador sin posibilidades de reelección, como el de Mendoza (siempre y cuando no se llegue a una reforma constitucional que habilite esa posibilidad), las legislativas de mitad de gestión son muy importantes. En ese momento el mandatario de turno plebiscita su gobierno, pero si el resultado le es favorable suele consolidar la facultad de imponer el nombre del candidato a sucederlo.

En 33 años de democracia hubo dos casos muy claros en ese sentido: Bordón proyectó a Gabrielli e Iglesias a Cobos. No importa que luego, ya en ejercicio de la gobernación, los sucesores hayan dejado de lado a sus mentores y se encaminaran hacia el poder nacional de turno (Gabrielli se hizo menemista y Cobos trazó alianza con el kichnerismo, armado del cual fue partícipe el actual gobernador.

Martín Kerchner llegó esta semana a una función que inevitablemente lo coloca en la mencionada línea sucesoria de Alfredo Cornejo. Pasó de ser un ya confiable e influyente funcionario en un equipo ministerial de muy bajo perfil, a un superministro que tendrá a su cargo las áreas tradicionalmente estratégicas en el funcionamiento de Mendoza: la producción y la obra pública.

Se comenta que si en algún momento Cornejo tuvo alguna duda con respecto a quién cubriría la vacante de Vaquié, el propio Kerchner se encargó de disiparla mostrándose dispuesto y muy animado ante el desafío que se le presentó. Hasta habría tranquilizado a su jefe comentándole que las cuentas provinciales ya se encuentran en un nivel de reacomodamiento que permiten que un funcionario del mismo equipo de Hacienda se haga cargo de ese ministerio. Algo así como manejar “de taquito” o mirar “de reojo” desde la puerta de la enorme estructura ministerial que ahora conduce. Y Cornejo, justamente, eligió esas posibilidades.

Una gran oportunidad para dos: para Cornejo, de cerrar puertas en el marco de la interna partidaria, y para Kerchner, de saber que puede considerarse en la línea sucesoria, aun cuando la aventura reformista y reeleccionista que encabeza el cornejismo tuviese efecto; si no es en 2019, lo puede ser también en el ’23. Dicen que hasta ese extremo llega la confianza mutua.

Por otro lado, la designación de Vaquié en el Banco de la Nación Argentina forma parte, de algún modo, del pedido de espacio político que el radicalismo le viene reclamando últimamente a la administración de Macri. Se trata de una pulseada no menor, porque a ese afán de protagonismo que tienen los radicales se le contrapone la postura drástica de los más cercanos al Presidente, que consideran que la base del gobierno es y debe seguir siendo del Pro y que la UCR debe acompañar y aportar su fortaleza en los distritos donde es el principal socio político del macrismo en Cambiemos.

Pero el alejamiento de Enrique Vaquié también tiene una lectura local. El ahora vicepresidente del Banco Nación se fue de alguna manera resignado a las reglas de juego impuestas por el Gobernador: funcionarios que prioricen la gestión.

Vaquié, de trayectoria y lealtad radical debidamente probada, dejó pasar oportunidades anteriores para disputar los mejores espacios de la política local. Justamente, en el último proceso electoral admitió que llegaba el momento de Cornejo y así dejó paso al hoy gobernador.

Nostalgias

Por otro lado, la partida de Vaquié deja a un buen grupo de radicales decepcionados. Son dirigentes y legisladores que seguían considerando que el ahora ex ministro mantenía chances de aspirar a la gobernación en la próxima elección si su gestión se encaminaba y lograba brillo.

Hay que incluir en ese sector a cobistas que hoy se sienten marginados de la actual administración y que desean que Cobos vuelva a pensar en la provincia pero encuentran la resistencia de su referente, que por ahora parece no querer esa posibilidad.

Siguiendo con el panorama dentro del radicalismo, tanto desde el gobierno de Cornejo como de fuentes cercanas a Ernesto Sanz, rechazan la posibilidad de que el sanrafaelino acepte un cargo en el gobierno de Macri o una candidatura legislativa para las elecciones de este año. “Los dos cargos nacionales a los que puede aspirar Ernesto están en poder de dos fuertes dirigentes macristas y difícilmente eso cambie. Entonces, ¿para qué preocuparse?”, dijo un portavoz radical. Otro motivo de tranquilidad para el riguroso orden de Cornejo.

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