Señales confusas del mundo

La rápida suba del dólar complicó a la economía de Estados Unidos y frustró el proceso de alza de tasas que se preparaba, mientras Europa comienza a recuperarse

Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes

Desde hace 8 años, cuando se desató la crisis de las hipotecas en EEUU, el mundo vive una serie de circunstancias complejas que se han esparcido por todo el mundo. El efecto contagio demoró, pero desde 2009 se instaló en terreno europeo, y desde entonces el mundo está sujeto a diversos vaivenes. Algunos producto de la misma crisis y otros generados por la especulación financiera, que aprovecha las debilidades del sistema.

La paridad entre el dólar y el euro alcanzó un máximo de 1,50 antes del problema de las hipotecas, luego se estabilizó en 1,30 y desde fines del año pasado comenzó una corriente bajista que la llevó a 1,10. Algunos especialistas, como Morgan Stanley, calculaban que a fines de año podía llegar a 0,98. Había mucho optimismo por la recuperación de la economía de EEUU y gran expectativa por un camino de crecimiento de las tasas.

Desde comienzos del año 2014 habían comenzado a bajar los precios de las materias primas por efecto de la ralentización de la economía de China, pero el petróleo se mantenía en niveles cercanos a los 100 dólares por barril, un valor medio histórico muy elevado. Esta situación perjudicaba a los países europeos y Japón, que al tener sus monedas revaluadas les resultaba difícil exportar, pero el valor del crudo (del que son muy dependientes) les agregaba problemas de costos que complicaban su competitividad.

Pero a fines del año pasado, la situación comenzó a cambiar. El dólar comenzó  apreciarse y, con ello, se devaluaban la mayoría de las monedas. A la par, comenzaban a bajar más los precios de las materias primas y también el del petróleo. En este caso, la caída fue pronunciada y llegó tocar los 40 dólares por barril hasta estabilizarse -por ahora- en el plano de 50 dólares.

En estos precios, y con el dólar devaluado, se complicó la economía de Estados Unidos, que dejó de crecer. Las compañías petroleras han desmantelado más de 50 plataformas de extracción de crudo por el método de fracking porque no les cierran los costos, su economía se volvió más cara y la Reserva Federal ya anunció que postergará hasta nuevo aviso el intento de subir las tasas.

En paralelo, y con el euro más devaluado, comenzaron a recuperarse las economías europeas y ya se anticipa un retorno a los ciclos de crecimiento de casi todos los países, incluidos los que siguen más complicados, como Grecia.

Consecuencias para Argentina

En el medio de estos movimientos, nuestro país se enfrenta a las consecuencias de los mismos con nuestras particularidades. Es que mientras el dólar crecía en el mundo, en Argentina se mantiene un tipo de cambio casi congelado que se atrasa cada vez más por efecto de la inflación.

Pero esta circunstancia, que complica nuestro comercio exterior, se suma a la caída de los precios internacionales. Este año, con una cosecha récord de granos, ingresarán 4.000 millones de dólares menos por su venta al exterior y el superávit comercial se ve afectado por esto. No obstante, la falta de divisas ha complicado las importaciones y con ello se ha resentido la actividad industrial, que lleva 19 meses de retroceso.

Técnicamente, Argentina lleva dos años de estanflación. Según quien haga las estadísticas la actividad ha caído un 2% o ha crecido 2%. En todo caso, es un estancamiento, pero con tasas de inflación que oscilan (también dependiendo de las estadísticas) entre un 35 y un 25% anual.

La menor actividad benefició en que cayeron las importaciones de energía y combustibles, pero la pérdida de competitividad del tipo de cambio nos ha perjudicado ya que nuestros productos han quedado caros, medidos en dólares. Esto es verificable en el caso de la economía mendocina, ya que la mayoría de nuestros productos encuentran trabas porque las monedas de nuestros vecinos (sobre todo Brasil) se han devaluado.

El escenario mundial no está claro, a tal punto que se temía una burbuja riesgosa en los mercados bursátiles, que querían anticiparse a una rápida recuperación de la economía norteamericana, hasta que esta semana la Reserva Federal avisaba que los precios de las acciones estaban muy caros.

Es evidente que Argentina deberá cambiar su estrategia y que no puede ir contra las tendencias globales. Se debe tener capacidad de anticipación y políticas flexibles para facilitar la adaptación.

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