“Lo dejó tirado como un perro, ni siquiera frenó. Yo no busco venganza, pero sí necesito justicia. Necesito saber, para poder cerrar de alguna manera todo este dolor tan inexplicable”, comenta conmovida Ana María Calderón, la madre del joven de 20 años que el 1 de febrero pasado murió tras haber sido atropellado y abandonado en una calle del paraje rural de Villa Bastías, en Tupungato.
“Justicia por Simón” imploran los carteles expuestos en las calles céntricas tupungatinas, en las redes sociales y en las manifestaciones que vienen haciendo sus amigos, familiares y conocidos para pedir que se esclarezca el hecho.
La próxima marcha será este viernes, a las 20, en el interior de la plaza departamental San Martín. Esta vez, el reclamo por “respuestas urgentes” irá dirigido directamente a las autoridades.
“Tengo miedo al tiempo que pasa. Que se vayan perdiendo huellas, piezas claves en la investigación. Hay alguien que debió lavar ese auto, un mecánico que debió arreglarlo”, expuso Ana María, conocida en el pueblo como Chichita, quien no está dispuesta a “flaquear” hasta dar con la verdad.
La última vez que vio a su hijo fue el domingo 1 de febrero, a las 9 de la mañana, cuando le dijo que se iba a ver a su novia Lili, quien vive en el distrito de Villa Bastías. Como Chichita tenía su auto averiado, se limitó a soltar un “vaya tranquilo”. Lo volvió a ver en la morgue de Tunuyán, cerca de las 3 de la mañana del lunes.
Simón Diaz fue atropellado cerca de las 9.30 en la calle Filipini. Las pericias dicen que murió en el acto. Algunos testimonios de conductores y vecinos de la zona señalan que el joven estaba acostado con la mitad del cuerpo sobre la calzada, cuando fue atropellado.
También, han dado algunos indicios sobre el vehículo que lo arrolló y se dio a la fuga, pero -según la familia de la víctima- carecen de precisiones.
En base a estos datos, la gente de Investigaciones de Tupungato, realizó allanamientos en el departamento, donde procedió a la captura de dos vehículos (un Chevrolet Corsa y un Volskwagen Golf).
“Es un avance importante en la causa. Ahora, Policía Científica está haciendo pericias sobre los automóviles para encontrar pruebas que indiquen si alguno participó del hecho”, dijo Cristian Herrera, jefe de Investigaciones del departamento, quien confía en las líneas de indagación.
La causa por estos días está bajo la órbita de la Primera Fiscalía Correccional de Tunuyán, a cargo del juez Oscar Giuberti. Hasta el momento, la carátula de la misma es ‘averiguación por homicidio culposo’ y no existe mucha información, debido al secreto de sumario.
Un chico con proyectos
La familia vivió mucho tiempo en Córdoba y ahora estaba en el proceso de retorno a Tupungato. Pese a que sus amigos cordobeses le reclamaban el quedarse en aquella ciudad, Simón se había enamorado de una chica tupungatina y, como sabe tocar la trompeta, había decidido ingresar como voluntario al Regimiento de Infantería 11, para participar en la banda.
“Tengo miedo de que todo quede impune”, sostiene su hermana Valentina desde Córdoba. Simón es el tercero de cinco hermanos en el matrimonio de Chichita y Oscar Armando Díaz. Los suyos lo describen como alegre y libre.
Tenía una banda de amigos que hizo en las calles cordobesas, donde sorteaba paredes, edificios y calles con su skate. Le decían ‘tumba carnera’ y días atrás le habían escrito un rap: “Una tumba carnera para ver, si soy yo o este mundo esta al revés”.
Lo que le cuesta aceptar a la familia es que el conductor lo haya dejado tirado en la calle, sin pensar en auxiliarlo. Las pericias dicen que murió en el acto.
Su mamá comenzó a sospechar cuando a las cinco de la tarde de ese domingo, vio a la novia de Simón en la plaza y ésta no sabía nada de él. Entonces llamó a los amigos y luego en los hospitales, donde le dijeron que había fallecido un joven en la mañana y entonces no tuvo dudas.