Santiago Mitre: “Es un thriller que mezcla drama familiar con ficción política”

El director de “La cordillera”, la película que se estrena hoy y en la que Ricardo Darín interpreta a un ficticio presidente argentino, reconoce que lo que más le interesó fue cruzar los géneros.

Sobre todo en los Estados Unidos, la vida y obra de los presidentes se ha convertido a lo largo de su historia cinematográfica en un subgénero. Hay docenas de ejemplos que se deslizan entre el “El Joven Lincoln” (1939) de John Ford, pasando por “Todos los hombres del presidente”, de Alan J. Pakula, de 1976, hasta el “Lincoln” de Steven Spielberg de 2012.

Sin embargo, con la rara excepción de “Lula, el hijo de Brasil”, de Fabio Barreto,  tanto para los europeos y los latinoamericanos, las biografías de sus primeros mandatarios, no han sido un tema recurrente.

Pero más allá de los dramas biográficos, “La cordillera” inaugura esta temática en el cine argentino sin basarse en un presidente real. Porque el director Santiago Mitre (“El estudiante”, “La patota”) y su cómplice en este proyecto, Mariano Llinás (director y guionista de “Historias extraordinarias”, “Balnearios”), escribieron un relato de ficción que se aleja de la lógica de una narración clásica.

Mitre y Llinás imaginaron en el arranque un thriller concentrado en una cumbre de líderes de América Latina en la cordillera chilena, con varios temas delicados para el continente que Hernán Blanco (Ricardo Darín) tiene que resolver mientras es observado con microscopio (concordar una nueva alianza de países productores de petróleo) y por otro, solucionar el estallido de un conflicto íntimo con su hija Marina (Dolores Fonzi) que complica su estadía en el hotel.

Sin embargo, el thriller se inclina hacia un costado más inquietante y, como la superficie de las montañas que rodean a Blanco, la trama se arruga, se abisma y tanto el espectador como las decisiones del presidente comienzan a desorientarse de a poco, como se desorientaría cualquier viajero que transita por Los Andes.

-¿Cuál es el origen más lejano que tuvo "La cordillera"?

-Al principio se fueron cruzando varios temas. Me gustaba la idea de una cumbre latinoamericana de presidentes, principalmente concentrada en nuestro presidente. Un presidente de ficción, algo que, cuando investigué, nunca se había hecho en la historia del cine argentino. Mucho menos en usar la política como la inspiración para una ficción. Igual si vemos, con excepción de los estadounidenses, incluso en América Latina y Europa hay pocos antecedentes de este tema en sus cines.

-Podríamos decir que tu cinta es la primera ficción sobre un presidente argentino, ¿cuáles fueron los desafíos para imaginar esta historia?

-La idea de base era un presidente recién electo, o reciente en el cargo, del cual no se sabe mucho. Para muchos ha llegado con ciertas dudas a ocupar el Sillón de Rivadavia y muchos lo ven como un presidente débil. A él le toca enfrentarse a un compromiso importantísimo, el primero de carácter internacional de su mandato y, por otro lado, se le viene un conflicto familiar centrado en una hija con problemas emocionales que arrastra un peligroso escándalo de corrupción. Allí se nos ocurrió que estaba interesante observar cómo el presidente podía o no lidiar en estos dos frentes; como la gran figura de un país y como padre de familia. La grande y la pequeña política en un solo momento crucial.

-¿Es un thriller?¿Un drama familiar? ¿Una película política?

-Es un cruce de géneros. Mariano Llinás, como el guionista muy imaginativo que siempre ha sido, me hizo notar que la trama de la película comenzaba a entrar demasiado en el territorio del thriller, por eso queríamos inventar un elemento que quebrara esa lógica del relato y que volviera al largometraje mucho más extraño e inquietante. Allí entró la idea de usar la hipnosis, un método que develaría recuerdos del pasado del personaje de Dolores. En ese punto, emergen esos dos campos que vienen a perturbar la realidad de la cumbre. La historia comienza realista y se vuelve un thriller, para resolverse con un tono que envuelve el argumento hasta el final.

-Algunos críticos en Cannes le descubrieron rasgos de estilo Polanski. ¿Te llegó este comentario?

-Sí, me lo dijeron y me sorprendió, aunque tengo que admitir que Polanski me gusta. El film tiene elementos que están jugando con el género, un género que maneja muy bien Polanski. Él es un estilista.

-¿Cuáles fueron los desafíos al agigantar el diseño de producción de "La cordillera" en comparación de tus dos primeras cintas?

-Fueron muchos. Sin duda, era todo muy complejo en la producción. Al principio fue filmar en la casa de gobierno, acceder a ella fue el primer gran desafío, pero la siguiente secuencia es dentro del avión presidencial, algo que también era difícil de rodar y, la tercera, pasar directamente a llevar las cámaras a un complejo de hotel en las montañas chilenas. A esa complejidad en la puesta en escena  en las locaciones había que sumarle el cruce de géneros que fue corriendo a la película de su zona de confort, con la llegada del personaje de Marina. Te soy sincero, si bien había un desafío en cada una de las secuencias del guión que iban escalando dificultades en el plan de rodaje, las fuimos resolviendo con mucho cuidado, de forma profesional, pero a mí, como cineasta, lo que más me interesaba era ese cruce de géneros. Ese para mí fue desde el principio mi gran desafío.

-¿Te resultó difícil o no despegarte de la referencias o parecidos que tienen los políticos de ficción de los reales?

-Eso son los juegos de la ficción. El tema de caracterizar a cada presidente fue una tarea al menos divertida en el primer acercamiento. Esas son las cosas que uno va disfrutando de la escritura que tiene que ver con la invención. Sin embargo, era lógico que pudieran tener algún rebote con personajes de la vida real. Nosotros agarramos elementos de uno y otro, mezclamos con otros, lo fuimos corriendo de país y luego el actor, quien se apropia del personaje, le dio una etiqueta significativa a las características de cada uno.

-El casting es perfecto. ¿Cómo se planificó?

-Lo desarrollé con Javier Braier (“El ciudadano ilustre”, “El clan”, “Relatos salvajes”) y Mariana Mitre (“Los salvajes”, “Carancho”, “El estudiante”) y armamos un planisferio de actores que podían encajar en cada personaje. Además tuvimos la suerte de poder contar con ellos cuando les pasamos el plan de rodaje. Eso ocurrió con casi todos los convocados.

-¿Y con Christian Slater?

-La escena con Christian Slater (su personaje es un enviado secreto del presidente de los Estados Unidos, llamado Dereck McKinley), originalmente estaba escrita en español pero en un momento Darín me dijo que para él esa escena estaría buena hacerla en inglés porque que le parecía más interesante viniendo del representante del gobierno de los Estados Unidos. Definirlo como un representante canchero, amable, joven, feroz y que se sienta hablar frente a frente sin testigos. Me di cuenta de que tenía razón y cuando abrimos esa puerta me contacté con una productora francesa con vínculos con agentes en Hollywood y quedó Christian enganchado. Slater resultó ser un tipo divertido, accesible y le había gustado el guión. Él es un demócrata furibundo, además es muy crítico con la política exterior norteamericana.

-¿Qué recuerdos tenés del lanzamiento en Cannes?

-Los críticos la recibieron muy bien. Era en realidad una situación bastante particular. Las funciones fueron muy efusivas y emocionantes. Pero más allá de las alfombras rojas, cuando estás ahí, vas a trabajar, es un espacio demandante. Estábamos todos disciplinados para hacer actividades de prensa o alguna actividad protocolar del festival y eso absorbió cada una de las horas de los tres días que estuvimos en Cannes. Quedamos extenuados, pero no cabe duda que es la mejor plataforma para lanzar una película.

-Llegó el estreno. ¿Cómo te sentís?

-Estoy muy contento. Estoy con muchas expectativas. Tengo ganas de que la película llegue al público. Es un largometraje muy particular, sobre un tema muy coyuntural porque justo se estrena unos días después de las PASO y en medio de la campaña electoral. Eso me divierte.

El film tiene uno de los elencos internacionales más interesantes del año: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Erica Rivas y Gerardo Romano y se suman el estadounidense Christian Slater, la española Elena Anaya, el mexicano Daniel Giménez Cacho, el brasileño Rafael Alfaro y los chilenos Paulina García y Alfredo Castro.

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