San Martín, un estratega

Hay militares completos, es decir estrategas y tácticos. Estratega es el que encara una guerra para ganarla, el táctico puede ganar batallas, sabe resolver los problemas que se presentan en el campo donde se dirime la contienda, pero es posible que no sepa ganar la guerra.

San Martín era un militar “completo”, es decir un extraordinario estratega capaz de fijar sus metas a largo plazo y en función de las mismas planear las operaciones y un gran táctico como lo demostró en esas dos magníficas batallas libradas en Chile, la de Chacabuco y Maipú.

Mucho se ha escrito sobre el cruce de los Andes y los hechos bélicos posteriores, por eso, esta nota pretende destacar otros aspectos, que remarcan, las excepcionales dotes militares del general San Martín.

Por ejemplo, en la campaña sobre Chile, el Libertador solicitó a Pueyrredón la compra de dos o tres barcos para bloquear los puertos chilenos. El plan era evitar la evacuación por mar de los derrotados. hacia otros puntos de Chile o hacia Lima o el envío de refuerzos, desde la capital del virreinato del Perú.

El Director Supremo de las Provincias Unidas no pudo satisfacer, por la falta de recursos, ese pedido del jefe del ejército de Los Andes. Eso significó la prolongación de la guerra en Chile y la postergación, por tres años, de la expedición al Perú.  San Martín había adquirido experiencia naval, pues, participó en batallas navales entre España y  Gran Bretaña.

Cuando se le advertía de los preparativos en la península, para enviar desde Cádiz, un ejército de veinte mil hombres contra Buenos Aires y la opinión de los gobernantes, era concentrar las fuerzas en esa ciudad para resistir, San Martín propuso que la batalla había que librarla en el Océano Atlántico, las flotas de Chile y de Buenos Aires deberían hundir la flota enemiga.

En el Perú, San Martín, encaró la guerra con menos de cinco mil soldados. Los ejércitos del rey contaban con más de veinte mil efectivos, pero las maniobras con sus desembarcos y reembarcos y las incursiones en las sierras, ayudando a la insurrección, obligaron a los jefes españoles a la dispersión de sus fuerzas. No olvidemos que el plan sanmartiniano preveía el avance del ejército del norte hacia el Alto Perú, pero esa fuerza se había disuelto envuelta en el derrumbe del gobierno directorial, del congreso y el uso de los restos del mismo para encaramarse en los gobiernos provinciales de algunos de sus jefes.

Buscó San Martin la colaboración de los gobernadores, sólo recogió indiferencia o promesas sin concreción, salvo el contingente que sacó de San Juan, Pérez de Urdinenea y el apoyo de Salta con Arenales y José María Paz.

Veamos la opinión del Libertador sobre la guerra con el Brasil,  de la que tantos  afirman que ganamos la guerra y perdimos la paz, al independizarse el Uruguay.

Decía San Martín: "Yo no puedo hacer la injusticia, tanto a los hombres que se hallan al frente de la administración como a los que componen el Congreso en suponerles una falta de previsión o cálculo, pero ignorar que la cooperación que se prestaba a los orientales,cooperación justa, justísima, pero que no era llegado el tiempo de darla y que estaba en contradicción con una sana política, habría necesariamente de empeñar una guerra con el Brasil y cuyos resultados  no podían menos que sernos funestos por cualquier punto de vista que se mire, que el bloqueo del río sería la primera consecuencia de esta guerra y que obstruido el único canal de nuestra existencia y sin medios para impedirlo no nos podía quedar otra alternativa que una paz  vergonzosa, aun suponiendo que quiero conceder el triunfo de nuestras fuerzas terrestres".

Enterado del triunfo de Ituzaingó y de otros combates afirme en carta a Tomás Guido: "Ambas victorias pueden contribuir a acelerar la conclusión de la deseada paz, sin embargo diré a usted francamente que no viendo en ninguna de las dos el carácter de decisivas, temo y mucho que si el emperador conoce ( como debe)  el estado de nuestros recursos pecuniarios y más que todo el de nuestras provincias se resista a concluirla y sin más que prolongar un año más la guerra nos ponga en situación muy crítica por la falta de recursos y anarquía de los pueblos que deben cooperar a sostener la guerra", entre otras consideraciones alude a las esperanzas de una reacción republicana en el Brasil: "No hay duda que existe en una gran parte de la juventud de Río Grande, Bahía y algunos en Santa Catalina,  pero el resto de sus provincias es aún más ignorante y estúpido que en las nuestras y por carácter y educación  más humillados y esclavos".

En otra carta luego de la renuncia de Rivadavia dice que el emperador no se inclinaba a la paz por el panorama interno nuestro: "Vista la desunión de las demás provincias y por consiguiente debiendo soportar todo el peso de la guerra la sola de Buenos Aires, partido bien desigual y del que necesariamente sacar las ventajas que se propone" Luego califica de vergonzoso el tratado firmado por Manuel García "más chocante  cuanto se separa enteramente de las instrucciones precisas que se le dieron".

Enterado del tratado que dio fin a la guerra dirá: "Por carta de Riglos he visto ser la independencia de la Banda Oriental y ninguna indemnización por nuestra parte: en nuestra situación, es decir sin un gobierno central y teniendo que gravitar todo el peso de la guerra sobre Buenos Aires, aniquilados ya todos sus recursos y crédito, es en mi opinión ventajosa pues aunque la independencia de la Banda Oriental sea una pérdida sensible para las provincias de la unión, resulta una gran ventaja  el quitarlas del contacto brasilero, contacto que dejaba un germen de guerra en permanencia".

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.

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