San Martín en Cádiz

Antes de convertirse en el Libertador de tres naciones, el joven capitán San Martín vivió en Europa un episodio que lo marcaría para siempre: el asesinato del general Francisco Solano.

Durante su carrera militar en España, San Martín fue protagonista de importantes campañas militares y acontecimientos que forjaron al “Gran Capitán” en el arte de la guerra. Se sabe que estuvo en varias ciudades españolas, pero fue en Cádiz  donde completó sus experiencias castrenses y se inició en las ideas libertarias.

Años turbulentos

A principios del siglo XIX, la península Ibérica se encontraba aliada con Napoleón y en plena guerra contra Gran Bretaña.

Por aquel tiempo, el joven capitán San Martín se estableció en Cádiz, ciudad que conoció cuando era un niño, luego de llegar de Buenos Aires con su familia en 1792. Aquella la ciudad gaditana contaba con unos 70.000 habitantes y estaba a cargo del general Francisco María Solano Ortiz de Rosas, conocido también como el Marqués del Socorro.

El joven americano sirvió en el Cuartel de Santa Elena,  muy cerca de la llamada Puerta de Tierra; actualmente existe en ese lugar una placa de mármol que reza: “Aquí, en este histórico cuartel de Santa Elena, vivió y sirvió desde 1802 a 1811, el bizarro Capitán don José de San Martín, héroe de Bailén”. Esta placa fue colocada por el ayuntamiento en 1974 en honor al Libertador.

Aunque estuvo permanentemente en ese cuartel, el capitán San Martín se hospedó en otro lugar,   en calle Goleta - hoy la casa sigue en pie- al noreste de la ciudad y sin referencia recordatoria.

En la urbe gaditana, San Martín se relacionó con los más brillantes militares que tenía España en ese momento. Muchos de ellos miraban a este muchacho de 27 años como un brillante soldado. Fue así que el gobernador militar Francisco Solano lo incorporó a su selectivo círculo, integrado por varios de estos militares americanos con ideas liberales.

Un amigo llamado Solano

El capitán José de San Martín entabló gran amistad con el general Francisco Solano, quien había nacido en 1768 en Venezuela.

Con 34 años, Solano fue ascendido a teniente general y cuando los españoles se aliaron con los franceses, combatió en el ejército napoleónico.

En 1803 asumió como Gobernador interino de Cádiz. Allí ejecutó importantes obras públicas y se destacó en la creación de escuelas gratuitas. Falleció asesinado el 29 de mayo de 1808.

La logia de aquí

En Cádiz, desde fines del siglo XVIII, las logias masónicas trabajaban intensamente pregonando las ideas liberales. En su mayoría eran españoles, pero también la integraban varios americanos con los mismos principios.

Fue por aquel tiempo que el capitán José de San Martín se inició en la Logia Integridad Nº 7, cuyo presidente era el mismísimo general Francisco Solano. Esta logia tenía carta constitutiva otorgada por la Logia Provincial de los Antiguos y en 1804  figuraba con el Nº 7 en el llamado Gran Oriente Regional de Sevilla.

A mediados de 1808, San Martín se incorporó a otra logia denominada Caballeros Racionales N° 3 y tres años después, un grupo de americanos, entre ellos, Carlos M. de Alvear, partió hacia Londres para formar la Logia de los Caballeros Racionales N° 7 que luego se integraría a la Logia de Buenos Aires, también conocida como Lautaro, que gravitó en la independencia de Sudamérica.

Hechos de sangre

A principios de 1808, el Padre de la Patria se encontraba como edecán  del Gobernador militar de Cádiz Francisco Solano.

La península vivía momentos de gran turbulencia política y militar. Con la llegada de las tropas francesas  y la farsa de Bayona, en la cual Napoleón se apoderó del reino español, se produjeron varios motines en contra de los invasores galos.

La ciudad gaditana no fue la excepción y el 28 mayo de ese año, un levantamiento popular le exigió a  Solano declararle la guerra a los franceses y  atacar su flota que estaba en ese puerto.

El general venezolano convocó a una reunión con su Estado Mayor y ante la pasividad del gobernador, la muchedumbre se dirigió hacia el Palacio de Gobierno para saber su decisión. Solano explicó ante la multitud la imposibilidad de un ataque; fue entonces que los violentos manifestantes pidieron su cabeza.

Ante esta reacción, el capitán José de San Martín ordenó a sus soldados reforzar la guardia ante la turba que se apoderaba del mismo, hiriendo y matando a todos los que se oponían.

San Martín, luego de una feroz resistencia, huyó con otros camaradas y no pudo hacer nada para salvar a su amigo y gobernador, el general Solano, quien escapó con algunos oficiales por las azoteas para refugiarse en la casa de la señora Tucker, viuda del comerciante irlandés Stronge.

Sin embargo, fue atrapado por los amotinados que estaban decididos a ahorcarlo en la plaza de San Juan de Dios. Durante ese tumulto, el desgraciado marqués del Socorro fue asesinado.

Este hecho marcó al entonces capitán San Martín, quien guardó toda su vida un indeleble recuerdo de su amigo el general Solano, al punto de llevar constantemente en su billetera, hasta la hora de su muerte, un grabado en acero en forma de medallón con su retrato.

En su orla había sombreado el mismo una faja de luto y en el papel que lo envolvía estaba escrito su nombre en gruesos caracteres

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