Revolución de Mayo: proceso que culminó en 1816

Las historiadoras María Cristina Seghesso, Alejandra Masi y Eugenia Molina analizan los cambios políticos y sociales que marcaron la época.

¿Fue el 25 de Mayo de 1810 el día en que nació la Patria o la real fecha cúlmine se concretó seis años después con la Declaración de la Independencia? La respuesta por parte de quienes se dedican a estudiar el pasado, apunta a revalorizar el movimiento social y político de la época, visto como un proceso complejo y profundo que culminó el 9 de julio de 1816 y que incluso, perdura hasta nuestros días.

Desde el punto de vista de tres historiadoras mendocinas, la consigna consiste en alejar la fecha patria de cualquier reduccionismo. Para Alejandra Masi, docente y magister en Historia de las Ideas Políticas Argentinas, el análisis merece profundizar en aspectos que tradicionalmente fueron dejados de lado. “Siempre desde el ámbito oficial se ha tratado de ver a la Revolución como un proceso uniforme, homogéneo y se le ha sacado la multiplicidad de variables y protagonistas que influyeron para que esto fuera posible”, explicó la especialista al referirse a los cambios políticos, sociales y económicos que marcaron la época.

Es que si bien Buenos Aires se configuraba hacia principios de 1800 como la capital donde se tomaban decisiones determinantes, lo cierto es que la Revolución tuvo una dimensión amplia y regional, a través de todas las ciudades que componían el por entonces Virreinato del Río de La Plata.

De hecho, con la crisis de legitimidad que la monarquía intentaba combatir débilmente, queda abierto el camino para dar el primer paso hacia la construcción de la soberanía. Se abren nuevos espacios que superan lo político e impregnan todos los aspectos de la vida social, que a la vez clama por distintas demandas. “Justamente, el movimiento que se produjo fue desde abajo hacia arriba. La guerra, por ejemplo, implicó el reclutamiento de hombres voluntarios”, añadió Masi.

Esta experiencia, lejos de ser improvisada ya venía gestándose desde las Invasiones Inglesas ocurridas entre 1806 y 1807. Es allí -analiza la especialista- cuando la sociedad comienza a militarizarse con la integración de todas las etnias; surgen fidelidades y se conforman las futuras élites criollas que luego tendrán especial protagonismo en la Revolución. Es así como comienza a plantearse una nueva legitimidad y se plantea la necesidad de desplazar la autoridad de la corona española y reemplazarla por una práctica democratizante.

La Primera Junta de Gobierno Patrio, integrada en su mayoría por criollos, nació desde una petición popular. Justamente, fue Cornelio Saavedra quien señaló que es el pueblo y no ya el virrey Cisneros- quien tiene la autoridad.

Así, la historiografía actual enfatiza en que no se trató de una cuestión de división entre criollos y peninsulares, sino que “se empiezan a crear identidades que se unen con un objetivo común”. De este modo, la guerra aparece como un nuevo síntoma de movilidad social que seis años después cerró un ciclo con la declaración de la Independencia.

María Cristina Seghesso, doctora en Historia e investigadora del Conicet, recordó que la Revolución de 1810 se enmarcó en los distintos intentos revolucionarios que hubo en América Latina a principios del siglo XIX y fue la única que no tuvo una contrarrevolución. Incluso, para la especialista, este hecho recobra vigencia hasta la actualidad.

Sin embargo, entre ese pasado hasta hoy existen diferencias contundentes. Según explicó Eugenia Molina, doctora en Historia e investigadora del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (Incihusa), desde el punto de vista jurídico, la sociedad actual no tiene nada que ver con la de 1810. “Existe una serie de derechos civiles y políticos que no se daban en la sociedad jerárquica y estamental que inició la Revolución”.

Sin embargo -añadió la investigadora-, la sociedad necesita mantener vivos sus vínculos y valores de cohesión y por ello los festejos son fundamentales. El recordar estas fechas resulta buen momento para que la sociedad se piense a sí misma como tal, sobre sus vínculos, sus valores básicos y sobre su proyecto futuro.

Para Seghesso, en esa construcción el rol de los académicos también exige un cambio de perspectiva. Desde su punto de vista, lo que debe tener en cuenta un historiador al enfrentar un trabajo es “escribir con honestidad intelectual”. Esto significa acudir a todas las fuentes posibles que permitan reconstruir los sucesos desde una perspectiva compleja.

“Para comprender el fenómeno de la Revolución de Mayo es necesario no uniteralizarlo. Se trató de un proceso que implicó un desafío para los hombres que llevaron adelante esta movilización; la sociedad estaba militarizada y eso no tenía marcha atrás”, dijo Seghesso y aclaró que la Independencia fue el acontecimiento que cerró ese ciclo.

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