Resignificá el regalo navideño, ¡decile chau al consumo!

En una época tan especial, en donde el consumismo extremo nos descentra del objetivo especial de una fecha, el desafío radica en poder entender qué valor le queremos dar a un obsequio. Resignificarlo forma parte del verdadero reto.

El desafío de poder “resignificar” el famoso regalo navideño, tanto para grandes como para niños, nos invita a repensar el verdadero sentido de esa mesa familiar en donde a la fiebre de consumo desenfrenado y absurdo, se le puede contrastar un obsequio con otra intención.

No se trata que, de “rompe y porrazo”, el pobre Papá Noel deje de lado los pedidos de los más pequeños sino de sumar a ellos (siempre pensando en algo a la medida de lo que al chico le venga bien, y la familia pueda costear) el desafío de un regalo distinto: el que tiene que ver con momentos, recuerdos, preparaciones sencillas y hasta objetos reciclados que las manos de los abuelos alguna vez disfrutaron. El valor es lo que está detrás de esa apuesta.

Según explica la psicopedagoga María Zysman “es complicado satisfacer al niño actual, ya que lo único que desea (prodigado por la sociedad consumista en la que vivimos) son objetos. Pero si no hacemos el intento de que den otro sentido a los regalos, nada va a cambiar”.

- ¿Cómo lograr que calibren el valor intrínseco de algo que no se adquiere en un local o un mall, teniendo en cuenta que son chicos?

- Volver a tener el espíritu que deben tener las Fiestas es importante, y es desde esa idea que no hay que dejar de ver que los chicos disfrutan mucho, por ejemplo, de todo lo que tiene que ver con los preparativos de una ocasión tan especial y afectiva.

Entonces lo que se pueda ir haciendo junto a los papás genera también un clima previo en él muy interesante y, sobre todo, despierta su interés. Algo que será más positivo que salir a comprar “cosas”. O en su defecto, esperar pasivamente a que “Papá Noel” les obsequie lo pedido.

Hay que involucrarlos desde allí, con cosas que vayan armando con los papás vinculadas con el encuentro, el afecto y lo artesanal (si es algo que les gusta).

El uso de las manos, en lo que se pueda realizar, armar un álbum de fotos de la familia desde los abuelos mismos, o dibujar, resulta un mundo enriquecedor para el chico; que de manera paulatina despierta su interés por lo que ese obsequio especial propone. Un regalo que será muy agradecido.

- ¿Cómo se lidia con las redes y cuanto dispositivo electrónico existe para "competir"?

- En realidad si bien me gusta y me parece súper importante que los chicos puedan encontrarse lejos del consumismo, y adquirir un sentido diferente de estas Fiestas, no podemos negar la presencia de la tele, las redes, la publicidad y los personajes de moda como influencia. Pero cuidado, que si bien hay que empezar a incluir la resignificación del regalo navideño, esto no implica en el caso de los chicos el reemplazarlo por completo; ya que sólo generaríamos la oposición y angustia del niño.

La idea es que si se quiere comprar algo (en el caso de poder hacerlo), que sea un regalo coherente para un niño, y a la altura de las necesidades y la realidad económica de esa familia.

Se trata de incluir y “sumar” la resignificación como un proceso paulatino que hay que internalizar, algo para comprender y terminar de adoptar, pero que no deja de lado el hecho de hacerle un regalo  a  un niño pequeño. Lo importante es que sea con cierto grado de coherencia, y no llevados por el consumo.

-¿Cómo se hace ese caminito?

- La historia familiar es un prólogo para contarles y mostrarles a los más chicos, por ejemplo, a través de fotos viejas: cuando sus abuelos y sus mismos padres eran chicos, enseñándoles cómo se vestían, con qué jugaban, o la escuela a la que iban. Es decir se trata de recorrer con los más pequeños la historia familiar donde las imágenes  incluyan objetos queridos y los que representaban. Pero cuidado, que no sea un trámite, sino de que se transforme en un recorrido por la historia misma y el valor del relato.

- ¿El chico realmente necesita el juguete caro?

- Cuando son muy pequeños uno, como papá, cree que sí; que se tiene que tener siempre estimulados a los niños con lo último de la juguetería, pero no es así.

Cuando los hijos son chicos, mientras más simple el juguete: mejor, más cosas va a poder desarrollar. Luego lógicamente van creciendo, y con eso la complejidad de cada etapa. Sin embargo soy una defensora de la simplicidad.

El regalo de Navidad no de be, ni puede, ser desmedido sino de acuerdo a las posibilidades y la vida cotidiana de esa familia.

A veces los adultos creen que los niños quieren determinado juguete, de lo contrario no los querrán. Nadaes más inexacto. Si se compra debe ser un obsequio normal, sin desmesuras innecesarias, que no tienen que ver con lo que el chico quiere o necesita. A ese regalo, hay que sumarle el obsequio de la resignificación; a través del relato familiar, un juguete u objeto familiar reciclado, o una manualidad que él quiera hacer para la mesa.

La fantasía, la reunión y expectativa es vital para el niño.

- ¿Y con los adolescentes?

- Son etapas más complicadas, pero son adultos, y no se puede gastar a crédito. Los chicos jóvenes siempre van a pedir, y tenemos que poder  poder decirles que “no” a lo desmesurado, tratando de equilibrar con lo que se pueda; y haciendo hincapié en el verdadero valor que implica esa mesa más allá de un regalo.

Cosas de grandes

“Los adultos no zafamos tampoco de esta vorágine de fiebre consumista que, promediando noviembre, nos salta al cuello. Estamos muy acostumbrados, y hasta hemos naturalizado el espíritu del consumismo. Nos fijamos en esa noche especial, si la otra persona llega con un mejor regalo que el que pudimos comprar nosotros. Algo insólito, triste, y que no indica que se quiera menos a la otra persona, pero que marca el pulso de lo que nos genera esta fiebre de consumo”, argumenta la psicóloga Beatriz Goldberg, (especialista en crisis de pareja, vínculos  y familia).

-¿En qué deberíamos centrarnos los adultos para no caer en la trampa?

- Es muy importante el espíritu navideño vinculado a la familia, los lazos, y sobre todo a una fecha de introspección de cada quien.

Poder  resignificar lo que realmente es un regalo para estas fiestas y lo que significa darle nuestro tiempo, energía, atención y afecto a los demás nos permite separar la paja del trigo. Y a su vez, darle el valor real que merecen los objetos.

- ¿La historia familiar, ayuda?

- Los recuerdos, los legados familiares (una linda mesa, con algún elemento que una la historia de la familia)  y el afecto expresado en mil aspectos, dicen mucho: una comida hecha especialmente para esa noche, por ser de antaño o muy querida, cartas para cada comensal debajo de cada plato de sitio, o los detalles que simplemente resignifiquen los lazos reales (por nombrar sólo algunos ejemplos) forman parte de una ofrenda u obsequio real, que nos acerca más al ser querido. No se trata, para quien lo desee, de no regalar nada; sino de no perder de vista lo que otro tipo de obsequios pueden sumar a esa atención.

Hay que resignificar como regalo el hecho de “dar”, para tener menos angustias, y descentrarse de uno mismo.

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