Repercusiones de una visita a las islas Malvinas (II)

El ex diplomático argentino, sanrafaelino de origen, Jorge Lidio Viñuela, efectuó un viaje de una semana a las islas Malvinas. Lo vivido en ese corto periplo se resume en tres notas de las cuales ésta es la segunda.

“Ustedes no deberían estar aquí... No son bienvenidos a estas islas”, manifestó en voz alta y en inglés el malvinense, un anglosajón oriundo de Malvinas.

Esta fue una de las agresiones verbales que el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, Nora Cortiñas y el sacerdote Pedro “Pepe” Di Paola, junto con el grupo de 11 personas que los acompañaban, recibieron mientras cenaban hace unos días en el Hotel Malvina donde se alojaban. Fui testigo de ello. Era la segunda vez que sufrían algo similar ya que cuando arribamos al archipiélago, el sábado 11 de marzo, fueron destinatarios de agresiones similares.

Según me explicó una malvinense, hace dos meses un grupo de ex combatientes argentinos visitaron las islas y escribieron grafittis que molestaron en grado sumo a los isleños. La inmensa mayoría de los veteranos que visitan las Malvinas (y lo hacen todo el año) son respetuosos de los residentes locales y vienen sólo a rendir homenaje a sus camaradas argentinos fallecidos en la guerra de 1982 con Gran Bretaña. Por su parte, los isleños no se meten con los visitantes, y aunque no hay diálogo alguno entre ellos por la barrera idiomática al menos hay paz. Pero en este viaje, la presencia de Pérez Esquivel y los otros referentes de los derechos humanos generó un sentimiento hostil y muy antiargentino que se pudo palpar desde el mismo momento en que bajamos del avión.

Los vehículos embanderados con el pabellón británico, carteles en las vidrieras de algún negocio con mensajes muy fuertes contra nuestro país y actitudes francamente molestas con los visitantes argentinos. Interesante fue lo que se vio en el Club Náutico de Stanley (como los locales llaman a Puerto Argentino) en el que había un cartel que decía: “No queremos vuelos con Argentina; no queremos argentinos aquí” y otros similares aunque aclarando que no desean visitas desde nuestro país “hasta que (los argentinos) reconozcan el derecho de autodeterminación de los isleños, renuncien a la soberanía en Malvinas y pidan perdón por haber invadido las Islas en 1982”.

Eso en cuanto a los anglosajones, que debemos admitir -si bien no todos piensan así- una abrumadora mayoría lo hace. Pero más dura actitud tienen la mayoría de los casi 200 chilenos residentes, muchos de ellos en forma definitiva, que ya han adquirido la ciudadanía británica.

El único periódico local que circula en la Isla es el “Penguin News” que tiene una durísima actitud contra Argentina. Su editora Lisa Watson desciende de William e Isabella Watson que llegaron a las islas en 1840 y se establecieron definitivamente. La señora Watson suele mofarse a través de las páginas de su diario de los reclamos argentinos afirmando que “habiendo su familia habitado en las islas durante dos siglos, es absurdo que se pretenda negarle el derecho de autodeterminación”. No hace mucho afirmó: “Mis ancestros llegaron a Malvinas muchos años antes que los de muchos argentinos que viven en el continente.”

Pero no todo es negativo. Coincidiendo con mi viaje y el de Pérez Esquivel y su comitiva, un enorme grupo de bañistas de Mar del Plata pertenecientes a una ONG llamada “Aguas Abiertas” estuvo esta semana nadando en el mar de Malvinas ante la mirada atónita de los isleños que no podían entender como nuestros compatriotas se metían al agua que tenía dos grados. El domingo pasado, un tucumano ganó la maratón anual  -en la que participan representantes de numerosos países incluyendo europeos, canadienses y asiáticos- y salió segundo otro comprovinciano del triunfador. “Aguas Abiertas” hace tres años que visita el alejado territorio y nadan en la gélida superficie marítima. No es la primera vez que gana la prueba un argentino. El gobernador general de las islas (una suerte de virrey que representa a la Reina) ofreció una recepción en honor a los ganadores.

Todas estas aproximaciones ayudan a distender y dialogar, primer paso hacia la posibilidad de lograr alguna clase de acuerdo algún día seguramente lejano. No así las acciones lideradas por Pérez Esquivel puesto que exaltan lo que los isleños no desean tener que tolerar.

Debo subrayar que unos 25 argentinos que en su mayoría llegaron después de la guerra  viven en forma permanente en las Malvinas, se han casado con británicas y se han incorporado a la sociedad isleña.

La señora Lisa Watson (48) dirige el diario hace casi dos décadas es nativa de las islas y estudió en Gales. Ella se negó a recibir a Pérez Esquivel y su comitiva, pero tuvo la enorme amabilidad de recibirme y pude conversar con ella durante 40 minutos de manera distendida y cordial. Deseaba saber a qué había ido yo a suelo malvinero. Mi respuesta fue muy concreta: “Desde una perspectiva de negocios, vine  a individualizar cuáles son sus problemas, qué les falta y qué necesitan”, contesté. Quiso saber que había averiguado: “Para mí sorpresa ustedes aquí tienen muy graves carencias para atención de la salud: no hay un aparato de diálisis en las islas, no hay oftalmólogos ni cardiólogos residentes y por supuesto carecen de todo el instrumental necesario”, contesté. Con cierta incomodidad, la señora Watson admitió mis afirmaciones.

Me despedí de ella diciéndole que sería muy positivo que desde el continente, tanto desde Buenos Aires como de cualquier provincia argentina, se pueda con el tiempo resolver estos problemas que ni chilenos, ni uruguayos, ni británicos (más preocupados con equipar más cada año la base militar de Mount Pleasant) , han podido resolver.

Sólo el transcurso del  tiempo (medido en años), la imaginación y la paciencia, lograrán que algún día tengamos una solución definitiva y permanente para esta disputa que ya tiene casi 200 años.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.

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