Pienso en Dick

¿Quién puede olvidar la primera vez que vio “Blade Runner”? Aún sin saber que la película está basada en la novela de Dick publicada en 1968 y con el título ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’ , aún sin parlotear que fue la precursora del ciberpunk en la órbita conematográfica de la ciencia ficción, aunque al principio la crítica casi ni le dio bola, decíamos, ¿quién puede olvidar las palabras del replicante Roy Batty cuando dice, como un Hamlet transgaláctico, “he visto cosas que ustedes jamás se imaginarían.

Naves de ataque ardiendo en el hombro de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tanhauser. Todos esos momentos... se perderán... en el tiempo. Como lágrimas... en la lluvia. Hora... de morir...”? No hay manera.

Claro que Hollywood adaptó ésta y tantas obras del autor hasta el exceso. Aún así, nos vimos la última versión de “El vengador del futuro”, con la esperanza de que fuera una nueva adptación del cuento “Podemos recordarlo todo por usted”, sólo para salir pensando que nos quedamos con  con el cuento, siempre: una historia marciana sobre la memoria y el desconcierto, las luchas de los oprimidos y la privatización del aire.

¿Quién más que Dick, entonces, para hacernos penetrar en su cabeza? ¿Para  darnos su visión de la ciencia ficción desde la propia nave?

“Tenemos un mundo ficticio; éste es el primer paso. Una sociedad que no existe de hecho, pero que se basa en nuestra sociedad real; es decir, ésta actúa como punto de partida. La sociedad deriva de la nuestra en alguna forma, tal vez ortogonalmente, como sucede en los relatos o novelas de mundos alternos.

Es nuestro mundo desfigurado por el esfuerzo mental del autor, nuestro mundo transformado en otro que no existe o que aún no existe. Este mundo debe diferenciarse del real al menos en un aspecto que debe ser suficiente para dar lugar a acontecimientos que no ocurren en nuestra sociedad o en cualquier otra sociedad del presente o del pasado.

Una idea coherente debe fluir en esta desfiguración; quiero decir que la desfiguración ha de ser conceptual, no trivial o extravagante... Esta es la esencia de la ciencia ficción, la desfiguración conceptual que, desde el interior de la sociedad, origina una nueva sociedad imaginada en la mente del autor, plasmada en letra impresa y capaz de actuar como un mazazo en la mente del lector, lo que llamamos el shock del no reconocimiento”.

Así explica Dick el paranoico  lo que es, para él, el género en el que viaja.

Y sigue: “Ahora definiremos lo que es la buena ciencia ficción. La desfiguración conceptual (la idea nueva, en otras palabras) debe ser auténticamente nueva, o una nueva variación sobre otra anterior, y ha de estimular el intelecto del lector; tiene que invadir su mente y abrirla a la posibilidad de algo que hasta entonces no había imaginado”.

Dick creía que el doctor Willis McNelly acertó plenamente al afirmar “que el verdadero protagonista de un relato o de una novela es una idea y no una persona”.

Y desde allí trabajaba en expansión: “Si la ciencia ficción es buena, la idea es nueva, es estimulante y, tal vez lo más importante, desencadena una reacción en cadena de ideas-ramificaciones en la mente del lector, podríamos decir que libera la mente de éste hasta el punto que empieza a crear, como la del autor.

La ciencia ficción es creativa e inspira creatividad, lo que no sucede, por lo común, en la narrativa general. Los que leemos ciencia ficción (ahora hablo como lector, no como escritor) lo hacemos porque nos gusta experimentar esta reacción en cadena de ideas que provoca en nuestras mentes algo que leemos, algo que comporta una nueva idea; por tanto, la mejor ciencia ficción tiende en último extremo a convertirse en una colaboración entre autor y lector en la que ambos crean... y disfrutan haciéndolo: el placer es el esencial y definitivo ingrediente de la ciencia ficción, el placer de descubrir la novedad”.

Altísimo placer.

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