Pepe Sánchez: “Buscamos ser una escuela de la Generación Dorada”

A horas de que Weber Bahía (con dos mendocinos en el plantel) juegue el Final 4 en América, Pepe Sánchez desmenuza la fórmula con la que construyó un ejemplo de gestión en el deporte argentino. Copió los hábitos de la gran camada que integró y la estructu

No es el mismo Pepe de siempre. Cuando se le pide deconstruir el éxito de la organización que creó, a Sánchez le cuesta, se siente incómodo. Extrañamente, el campeón olímpico no tiene la locuacidad de otras charlas y cuida las palabras, pese a que es el padre de la criatura, el creador de un proyecto sin precedentes.

"Los héroes son los jugadores, los técnicos y quienes llevan día a día el peso de la organización", dice a horas de que su Weber Bahía Basket juegue el Final 4 de la Liga de las Américas.

Sabe que la apuesta por los pibes (hoy son 5 de menos de 21 años y 4 menores de 20) no pudo salir mejor y se siente orgulloso, pero no quiere sacar pecho.

Las medallas se las "cuelga" a este grupo que se decía que no podía ganar a nivel local por su extremada juventud (promedio de 24 años), pero ya fue subcampeón sudamericano en noviembre y ahora está entre los cuatro mejores de un torneo que sería la Copa Libertadores del básquet.

“Esto es más que un sueño. La verdad es que no esperábamos tanto en tan poco tiempo. Pero debemos seguir con los pies sobre la tierra. Esto recién comienza”, admite.

Cuando se le pide un revisionismo del proyecto que nació hace 7 años, a Pepe no le sale fácil pero lo intenta.

“Siempre tuve claro que si iba a hacer algo en el país sería a mi manera, al lado de gente joven, comprometida, con cabeza limpia, sin vicios. Tuve muchas influencias y copié las mejores cosas. En nuestra sociedad está mal visto copiar, como que perdemos originalidad y buscamos una receta nueva. Pero eso es muy difícil. Yo decidí aplicar reglas de organización a lo deportivo para generar un sistema. Dentro de esa estructura cada uno tiene un rol y una descripción de su tarea. Es algo muy planificado”, explica el presidente de Bahía Basket. La organización nació para dejar una huella, primero afuera de la cancha y hoy en día, adentro. Lo inicial fue ser pionero en distintos rubros extra deportivos. De entrada, en 2010, pensó en mejorar la infraestructura cuando la gran mayoría creía que era sólo un gasto. Remodeló y mejoró el estadio Casanova. Más tarde se ocupó del show, de mejorar el espectáculo, para que “la gente no sólo fuera a ver un partido”.

Sin embargo, quizá lo inédito haya sido formar una estructura profesional. Profesional parece ser otra mala palabra en el deporte, un prejuicio que Sánchez combate.

“La idea es que todos tengan un sueldo. Eso genera responsabilidad sobre la tarea. El tiempo de cada persona es valioso y, en mayor o menor medida, dependiendo del presupuesto, tiene que ser reconocido. A partir de ahí, con reglas claras de convivencia y exigencia, se construye la base para que quienes trabajan puedan florecer en base a sus virtudes”, explica.

La organización se armó a través de manuales de procedimientos que delimitaron roles y responsabilidades. En ese momento fue clave cruzarse con la empresa Weber Saint Gobain y su gerente, Mariano Bo.

“De entrada hablamos el mismo idioma. Además de ser sponsor, Weber nos dio las herramientas para ordenarnos, para poner las ideas en papel”, revela. Pepe se refiere a los famosos manuales que contienen una planificación a cuatro años, algo inusual en el país. Todo lo que pasó, pasa y pasará en Bahía Basket, está en papel.

De a poco, tras un tiempo de recelo lógico por haber remplazado al histórico Estudiantes, la sociedad bahiense se identificó con la organización, que pasó a ser considerada el equipo de la ciudad, como se planteó Pepe como meta. Sin embargo, a la mirada de algunos le faltaban resultados importantes.

Lejos de buscar más presupuesto para ir por figuras de la Liga, Sánchez duplicó la apuesta cuando él y Juan Espil, los emblemas del equipo, decidieron retirarse. “Vamos a jugar con chicos, les tendremos paciencia y buscaremos desarrollarlos”, explicó.

Primero buscó a jóvenes entre 22 y 23 años, pero luego se dio cuenta de que para hacer lo que quería debía ir más abajo y con un DT dispuesto a formar.

“Bajamos más la edad del reclutamiento y dimos el equipo a Sepo (Ginóbili), que recién se había retirado como jugador. Fue quizás el momento de mayor riesgo porque habían vuelto los descensos, pero nosotros estábamos convencidos”, rememora.

Así fue que aparecieron los Vaulet, Whelan (llegaron desde Córdoba), Redivo (único de Bahía), Martín Fernández, Ariel Ramos (desde Mendoza), Fjellerup (Tres Arroyos), Corvalán (Junín) y Filippa (Punta Alta). Una apuesta que se mantuvo contra viento y marea. Pepe cuenta una anécdota que resume cómo lo hizo la organización, no sólo él.

"Llevábamos 10 derrotas seguidas cuando surgió la chance de traer a un argentino que estaba en Europa. Se lo plantee a Sepo, pero me dijo que lo iba a analizar. Yo me quedé helado porque estábamos muy mal… Al otro día me dijo que no viniera, porque iba a tapar a tal y tal. Incluso me recordó que eso estaba escrito como parte de los objetivos del año. Parece mentira, pero así es como la gente que me acompaña me ayuda a seguir una línea, a cumplir con lo escrito. Eso es bancar un proceso”, reconoce.

Cuando se le pregunta si el proyecto juega, hace hincapié en la principal clave de su gestión. “Nuestro mérito fue crear un microclima para que los chicos se desarrollaran. Les exigimos, les damos ideas y objetivos y el resto es de ellos”, dice y pone el énfasis en la exigencia cotidiana que existe en la organización. “El día a día es muy potente. No es para cualquiera. Hay hábitos y reglas claras que no se mueven; en eso somos insoportables”.

Consultado, revela algunas. “El utilero es la persona más importante del vestuario. Así, invertís la pirámide y cada rol es respetado”, comenta. Otro hábito es la prohibición de protestar a los árbitros. Su cumplimiento hace que Bahía sea el equipo con menos faltas técnicas en la Liga. “Ésa la trajo Sepo y hasta yo aprendí a cumplirla tras 20 años sin poder aprenderlo como jugador”, revela con una sonrisa.

Así se repiten otras máximas, como la que habla de que “está permitido perder pero prohibido no competir, ya sea en partidos o entrenamientos”. A la hora de hablar de las prácticas, el nivel de exigencia es el secreto de las diferencias que marca el equipo. “El trabajo empieza a las 7 con el gimnasio y se termina a las 14”, impresiona Sánchez.

El secreto, según Pepe, es el incansable equipo de trabajo que mantiene la vara bien alta. “Los técnicos, el PF, el médico, el kinesiólogo… Hace poco sumamos un psicólogo y un nutricionista. Ese despliegue genera un compromiso especial de los jugadores, porque se dan cuenta de que hay toda una maquinaria funcionando para que ellos se beneficien”, opina.

Aunque, a la vez, el presidente aclara. "El que no aprovecha eso, no puede estar. Es así de claro. Nos pasó hace poco: un jugador dejó de creer, pensó que había terminado su etapa, empezó a buscar su plan y lo dejamos ir”, comenta sin dar el nombre, aunque está claro que era el organizador del equipo... Lo llamativo de la organización es su plan, que consiste en formar jugadores para que luego emigren.

Busca cumplir una función, “similar a la de las universidades de Estados Unidos. Allá vas cuatro años, sabés que es lo máximo que permanecerás”. No es casualidad que lo diga Pepe, quien quedó marcado por aquellos cuatro años en la Universidad de Temple, con el legendario coach John Chaney.

“De él aprendí muchos de los conceptos que aplico. Y gran parte de lo que es Bahía Basket está copiado de la estructura universitaria. Yo les digo a los chicos que acá no vengan buscando dinero sino formación. Si te formás bien, el dinero lo conseguirás más adelante. Lo mismo pasa en la universidad. Por eso no queremos que venga cualquiera, apuntamos a chicos con ambición, que quieran ser exigidos, que tengan la mentalidad de la Generación Dorada…", avisa.

Solito, inevitablemente, salta ese nombre que marcó a fuego la historia del deporte argentino. Y la de Pepe. “La Generación Dorada no tiene nombre y apellido, es un conjunto de valores, de hábitos, una cultura de trabajo que las camadas que siguen tomarán como propia. Es, de alguna forma, lo que pasó en Bahía Basket. Yo pregoné cada uno de los valores. Mis enseñanzas tienen que ver con todo lo que viví en ese grupo único. Apuntamos a ser una escuela de la GD”, explica.

Sánchez no tiene miedos en trazar un paralelismo entre esa camada y este grupo que guía hoy en Bahía.

"Es un conjunto muy especial de chicos. Sin dudas que están hechos de una madera especial, con hábitos y valores de la GD. También esa mentalidad les permite retroalimentarse entre ellos. Es un grupo que compró una idea y se autoeduca… Ellos mismos ya son los transmisores de esa filosofía que yo mamé en la Selección”.

El ex base pone un ejemplo que grafica esta autorregulación interna del plantel. “Varios estudian una carrera terciaria y cuando se suma un nuevo reclutado, ¿qué va a hacer? Pregunta, le dicen por qué estudian y casi por decantación se anota en una carrera. Así pasa con todo, con la alimentación, los entrenamientos, los descansos…”, grafica Sánchez.

Y cierra con un caso particular, el de Lucio Redivo, la nueva estrella del equipo, que ratifica una mentalidad ambiciosa. "Recuerdo que venía solito a tirar al aro, con 15 años. Y se quedaba horas. Estaba decidido a hacer lo que le ordenáramos para cumplir su sueño. Si le decíamos 'tirá 1.000 lanzamientos', lo hacía. Lucio lleva adentro eso que no se compra y hoy recoge los frutos: es el más preparado de todos y el único que está para otro nivel”, puntualiza el campeón olímpico.

En Bahía Basket todo parece tener un plan. “Nosotros no reclutamos por reclutar. Tenemos un plan general y para cada chico. Tenemos imaginados los próximos cuatro años: quiénes salen y quiénes entran al equipo”, impresiona Sánchez.

Y, como pasa en lo deportivo, sucede afuera de la cancha. Pepe tiene dos sueños-objetivos que lo desvelan. Uno es terminar de ser una marca registrada, una escuela del deporte (en este caso del básquet) de la cual todos sepan qué esperar.

“A mí no me gusta mirar para atrás, me motiva hacerlo para adelante y hoy noto que estamos a un 30/40% de nuestras posibilidades. Nos toca consolidar el plan, dejar atrás el factor sorpresa y convertirnos en una marca, que cuando digan Bahía Basket nos asocien con algo concreto, con una forma de jugar que tiene reglas y valores, con un método y metas colectivas. En síntesis, lo que logró la Generación Dorada. Para eso estos buenos resultados no nos pueden confundir y desviar del plan”, explica.

El segundo gran objetivo es mejorar aún más la infraestructura. Bahía Basket recuperó unos abandonados galpones municipales (el ex Matadero) en el humilde barrio San Roque y levantó el Polideportivo Norte, que alberga una escuelita social (van 150 chicos) y, a la vez, sirve como centro de entrenamiento al equipo, con oficinas y vestuarios flamantes. Pero Pepe quiere más.

“No me desvive hacer un estadio sino construir un centro de entrenamientos de otro nivel. Un sitio que nos permita agrandar la cantera, que los chicos sepan que acá habrá un lugar donde tengan todo para ser exitosos. Es lo que me hubiera gustado que me ofrecieran antes de que decidiera irme afuera”, explica. Por ahora está en un proceso embrionario.

“Tengo algo en la cabeza y estoy buscando inversores”, informa. Una forma que, más allá de los dichos, ha dejado pruebas incontrastables de ser un proyecto inédito en el país que hoy atraviesa su mejor momento.

Los equipos de la final

Desde este viernes, en Barquisimeto (Venezuela), Weber Bahía Basket buscará seguir con los batacazos. Primero, ante Fuerza Regia de México y, quizá después, ante el ganador de la otra semi que disputarán el campeón y local Guaros de Lara y Leones de Ponce (Puerto Rico).

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