Osjar Navarro Correa: “Mi teatro les pone voz a los despojados de todo”

El dramaturgo mendocino, que reparte su actividad entre la provincia y Buenos Aires, estrena “Destacamento”, tercera parte de su Trilogía Mendocina Suburbana que aquí plantea un duro caso de gatillo fácil.

Osjar Navarro Correa: “Mi teatro les pone voz a los despojados de todo”

¿Quién se anima todavía, en la era de lo sintético y de lo fragmentario, a escribir trilogías? La respuesta la tenemos cerca: Osjar Navarro Correa, el actor, titiritero, director y dramaturgo que ganó el año pasado el Certamen Literario Vendimia en esta categoría.

Después de “Pajarito” (primero en el Premio Nacional de Dramaturgia del Instituto Nacional de Teatro en 2011) y de “La persistencia de los grillos” (confirme si no es un título inquietante), la Trilogía Mendocina Suburbana tiene aquí su tercera estocada: “Destacamento”, una obra contundente de resistencia y lucha entre dos fuerzas sociales. Un aparato represivo de un lado, un barrio que brama justicia del otro.

Para el estreno, que es hoy en el Teatro Independencia y que repite también mañana, Osjar se ha puesto a producir y a ensayar, ensayar y ensayar. Entre uno de esos, se sienta con Estilo y, aunque el trajín lo tiene cansado, no resigna ni la actitud reflexiva y ni la perspicacia:

“Son ocho personajes anclados en una comisaría en un barrio al oeste del suburbio mendocino, donde, en una siesta muy tremenda de verano, sucede un caso de gatillo fácil. Ese asunto devela situaciones ocultas entre los policías y el barrio, que decide tomarla. Se involucra un adentro y un afuera, algo que genera un choque entre la policía y el barrio marginal”, sintetiza.

-Un tema de todos los días.

-Sí. Si uno mira las noticias, te encontrás con esto todo el tiempo. Cuando empezamos a ensayar, sucedió lo del Barrio de Flores en Buenos Aires (N. del R.: ocurrió en junio del año pasado). Se hizo famoso el caso de este adolescente cuando la gente tomó la comisaría.

Y fue en el mismo momento en que tuvimos nuestra primera reunión de cooperativa, todos nos juntamos y nos dimos cuenta de que esto que estábamos por ensayar estaba sucediendo en ese mismo momento en otra parte.

-¿Podría decirse que hay un enfoque hiperrealista en tu teatro? Hay un realismo social, pero que va más allá.

-Es una realidad que existe y que hay que visibilizar. Creo que el hiperrealismo es una estética más del cine, de la que soy fanático, pero no tanto del teatro. El teatro tiene poco riesgo... (piensa) No, tal vez no sea “riesgo” la palabra, pero sí poco interés en mostrar de una forma realista un suceso de este tipo.

-¿Y por qué?

-Creo que son las búsquedas personales de cada creador, que va buscando sus temáticas, sus planteos filosóficos y estéticos.

-¿Y la gente quiere verlo, además?

-(Ríe un poco confundido) ¡No lo sé! Yo creo que es un desafío. En primera instancia, yo no pienso mucho en el público, sino que pienso en lo que tengo ganas de decir, y después veré las estrategias que puedo llegar a usar para atraer al público. Por supuesto que si les digo “acá van a ver violencia de género y asesinatos” quizás la mayoría de la gente no quiera ir...

Entonces hay que jugar una poética: desde la gráfica, desde la fotografía, como para ingresarlos, y también desde la propia estructura del espectáculo, que siempre tiene como una amabilidad inicial, donde se van viendo pequeñas posibilidades de explosiones, hasta que todo explota. Pero ahí ya el público está enganchado.

Esta tensión, que se desarrolla con capturas tragicómicas del mundo y deviene siempre en el drama más visceral, fue uno de los puntos que Ariana Gómez, Rubén Scattareggi y Alberto Muñoz (jurado el año pasado) destacaron: “Los personajes van develando un submundo terrorífico, en el que nadie se salva, superando ampliamente los estereotipos y hay un universo teatral claramente definido con un ritmo constante, que llega a un desenlace de calidad y que muestra dominio del oficio dramatúrgico”, apuntaron entre otras cosas.

-¿Qué te motivó a presentarte en el certamen?

-Era un material que estaba ahí y que no me conformaba del todo. La había escrito hace mucho tiempo, entre “Pajarito” y “La persistencia...”, y lo había dejado dormir un tiempo.

Me parecía que tenía muchos personajes, por lo que no tenía profundidad en uno solo. Como “Pajarito”, por ejemplo, que es el derrumbe interior de un personaje, y acá es todo más coral.

Cuando entendí ese funcionamiento y dejé de tener un prejuicio, y también cuando no pude corregirla más (porque uno tiene que respetar los materiales también), la leí con objetividad, me pareció que estaba buena y la mandé.

-¿Cómo tratás visualmente la escena?

-Siempre desde el realismo, o hiperrealismo si se quiere, entendiendo que en el teatro el hiperrealismo no tiene las mismas posibilidades que, por ejemplo, en el cine. Montar una escenografía siempre termina siendo una escenografía.

En el cine uno cree absolutamente en lo que ve, cuando acá hay que trabajar mucho en el detalle, desde lo lumínico, el color, la forma de actuación, los objetos. El transcurrir de la escena, desde la actuación de los actores, en su decir, en su corporalidad, que sea lo más cercano a la realidad posible.

“Esto puede ser, para algunas personas, poco interesante. Para mí también significa un gran ejercicio tratar de generar un mundo de ficción lo más cercano al mundo real. Ese es el desafío estético que atravieso con esta trilogía en particular”.

-Cuando empezó la trilogía, con "Pajarito", ¿ya la tenías en mente o fue surgiendo sobre la marcha?

-No, primero surgió como un ejercicio de escritura teatral en el taller de Andrés Binetti, que es un gran maestro. En un ejercicio que nos sugirió hace muchos años, que era usar una música para generar una escena, así surgió la primera imagen de “Pajarito”...

-¿Qué canción era?

-“Jijiji”, de Los Redondos. A partir de ahí se me amplió mucho más el mundo que yo un poco ya conocía.

-¿Cómo es eso?

-Yo viví mucho tiempo en el barrio La Gloria, por lo que hay en mis obras muchos personajes que tienen una especie de “vida real” traspasada por mí al papel, donde muestro formatos de comunicación o vinculares dentro del barrio, códigos, que yo nunca pensé que las iba a adoptar.

“No es casual que la trilogía entera la haya escrito estando en Buenos Aires, en la lejanía, cuando empecé a extrañar, cuando empecé a pensar cómo sonábamos los mendocinos desde el habla. Ese primer ejercicio se transformó después en esa obra”.

-Y le fue bastante bien, acá la trajiste en 2013 al Independencia y Juan Comotti montó una producción propia también.

-Sí, Andrés fue quien me convocó para que la mandara al certamen de obras de teatro del INT, donde ganó el primer premio. Eso me dio la posibilidad de estrenarla en el Teatro del Pueblo de Buenos Aires.

-¿Y después qué pasó?

-Después empecé más conscientemente a seguir esa temática, porque tenía una cantidad de personajes y de historias que no paraban de fluir y fluir. Todo el tiempo lucho con no seguir escribiendo de lo mismo (dice un poco en broma).

-¿Es el pasado, son los recuerdos o una "iluminación"?

-Por ejemplo, un día iba caminando por el nudo vial cerca de la Terminal y vi pasar a una travesti muy poco producida, como muy iniciada, muy flaquita, y me quedó esa imagen. Al tiempo murió Leonardo Favio y me puse a ver todas sus pelis. Soy un gran fanático suyo, porque era un tipo que hablaba de las clases populares como nadie en el cine argentino.

Y mirando “El dependiente” vi un patio mendocino, como nunca había visto en el cine. No sé si la filmó acá, pero que era Mendoza el ámbito donde transcurría la historia sí.

Entonces de pronto se me hizo un cruce de una travesti esperando bajo el parral de un patio en la noche, y ese es el inicio de “La persistencia de los grillos”. O sea, me dejo atravesar por las cosas que me van sucediendo.

-¿Y cuál fue el punto inicial de "Destacamento"?

-Hubo un caso en particular, que es el punto neurálgico de la obra, que no tuvo mucha trascendencia. No podría contarlo porque es de alguna forma la intriga de la obra, justamente, pero fue el punto de partida para preguntarme realmente cuál es la justicia, si hay una justicia que tiene que ver con lo legal, con lo moral... Pero tampoco me pongo a juzgar a los personajes, ni de un lado ni del otro.

Insisto: Son situaciones que se dan permanentemente, y es tremendo. ¿Cómo el teatro no se va a tomar el momento de hablar de estas cosas? Tengo la necesidad de ver el teatro como un punto de reflexión sobre lo que le pasa al otro.

-¿Te sentís con mayor libertad cuando escribís en Buenos Aires?

-No lo sé. Me lo pregunto todo el tiempo: ¿Por qué escribo todo el tiempo de Mendoza y “en mendocino”? Yo provengo de la lírica, por lo que cuando entré en la dramaturgia traía ese filtro. ¿Qué me quedaba de todo eso? El trabajo con lo sonoro. Ahí también empecé a preguntarme por qué me fui de Mendoza...

Osjar fue uno de los que, después de Cromañón, sufrió el cierre de espacios culturales en Mendoza, a veces “por faltarle diez centímetros al marco de la puerta”.

Levantó ancla y, en Buenos Aires, pudo estudiar con una titiritera de leyenda, como Sarah Bianchi,  gracias a una beca del INT. De interesarse por la dirección de títeres pasó a la dirección de actores y a escribir,  de la mano de su maestro y amigo Andrés Binetti.

“Nunca me fui tampoco”, aclara. “Todo lo que hago allá también lo hago acá. Si allá dirijo una obra de títeres en invierno, acá lo hago en verano. Nunca me fui del todo. Estoy con un pie en cada lugar”. Recorre, con los títeres y el kamishibai (técnica japonesa de teatro hecho con papel) todas las rutas del interior, escapándose también a veces a Chile y a Bolivia.

Hace poco terminó de escribir, también en el taller de Binetti, “Epitafio”, donde intentó “correrse” de lo mendocino, pero sin traicionar sus tópicos.

-¿Y habrá una tetralogía, quizás?

-No lo sé. La realidad te invita a seguir escribiendo sobre las cosas que suceden en estos ámbitos excluidos, pero no solo excluidos del teatro, que directamente no los toca, porque el cine los toca poco, y los medios de comunicación los usan para poner amarilla la realidad.

Sí, suceden cosas tremendas, ¿pero qué conocemos nosotros de esas personas, ancladas en una villa, despojados de toda posibilidad? Me sigue llamando la necesidad de ponerle una voz a todos ellos.

La ficha

"Destacamento", tercera parte de la Trilogía Mendocina Suburbana. Ganadora del Premio Dramaturgia del Certamen Literario Vendimia 2016.
Texto y dirección: Osjar Navarro Correa, con asistencia de  Carolina Duarte y Gabriela Céspedes
Actúan: Alejandro Manzano, Diego Ríos Roig, Diego Martínez, Laura Lahoz, Diego Quiroga Brobobeck, Nicolás Martínez, Rosana Sarubbi y Patricia Christen.
Funciones: hoy y mañana, a las 21.30.
Lugar: Teatro Independencia (Chile y Espejo)
Entrada: $ 80. Solo apta para mayores de 18 años.

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