Murió el cineasta Eliseo Subiela: imágenes, poesía y experimentación

El autor de “Hombre mirando al sudeste” y “El lado oscuro del corazón” había sufrido un infarto hace tres meses y trabajaba en una nueva película. Mañana hubiera cumplido 72 años.

A los 71 años y dos días antes de cumplir los 72, murió el director cinematográfico Eliseo Subiela, autor de obras reconocidas como "Hombre mirando al sudeste" (1986) que tuvo gran repercusión internacional e incluso fue plagiada dos veces por el cine estadounidense, y "El lado oscuro del corazón" (1992) de la que el propio Subiela hizo una secuela en 2001.

Sus películas, que aunaban una fantasía libérrima con toques de ciencia ficción y realismo mágico, consiguieron el aplauso tanto de la crítica como del público y hasta le valieron un diploma al mérito de la Fundación Konex en 1991 por ser considerado uno de los cinco mejores directores argentinos de la década 1981-1990.

La noticia de su muerte la confirmó el cineasta Gabriel Arbós, directivo de la Asociación Directores Argentinos Cinematográficos y amigo cercano del realizador.

Subiela, que alternaba su trabajo de guionista y director con la docencia -dirigía su propia escuela de cine-, había sufrido un infarto en setiembre y, ya recuperado, se había embarcado en un nuevo proyecto fílmico, una película cuyo título provisorio era “Corte final”, definida por él mismo como “un gran homenaje al cine que fue la pasión de mi vida” y que iba a ser protagonizada por Miguel Ángel Solá y Selva Alemán.

También tenía en sus planes dirigir una obra teatral de su autoría en 2017, “La vida real”, sobre dos actores de una película de los años 40 que aparecen de repente en el escenario y no saben por qué están allí.

“Algo así como los personajes en busca de autor de Pirandello, que se preguntan de dónde vienen, adónde van y para qué están ahí, que son las preguntas que nos hacemos todos”, contó el director en una entrevista que le concedió al diario Clarín en setiembre.

Sus inicios

Entrenado en el mundo del cine publicitario de la década del 60, semillero del que surgieron varios cineastas argentinos de entonces, Subiela supo aportar al cine algunos títulos que sorprendieron por su audacia y su forma de abrevar en la observación del amor y la pasión, así como también en las relaciones atormentadas y en la propia muerte.

Tras algunos cortometrajes que realizó a partir de 1963 y que incluyen su participación en “Argentina Mayo de 1969: Los caminos de la liberación” junto a Pino Solanas, Nemesio Juárez y los desaparecidos Enrique Juárez y Jorge Cedrón, donde mezclaba imágenes de conflictos sociales y testimonios, debutó en el largometraje con la discreta pero muy prolija “La conquista del Paraíso”, rodada en Misiones en la frontera con Brasil con Arturo Puig, Katia D'Angelo, Alicia Bruzzo y estrenada en 1981.

El éxito y el plagio

Tras esa propuesta que cosechó algunos elogios pero poco público, Subiela se dedicó a preparar su segunda, y esta vez sí, gran apuesta fuera de los cánones habituales de producción, que resultó “Hombre mirando al sudeste” en 1986, la historia del misterioso interno de un hospital psiquiátrico que asegura ser un extraterrestre con curiosos poderes.

El relato, que tuvo como figuras centrales al también artista plástico Hugo Soto (fallecido en 1994 a los 41 años) y a Lorenzo Quinteros, como el psiquiatra al que le toca este paciente y termina revolucionado por él, sorprendió a todos por igual y dio a Subiela la categoría de gran descubrimiento, autor de una ficción fantástica que no sólo mereció el premio mayor en La Habana, sino la envidia de Hollywood.

A tal punto fue la atracción de esta historia -que muchos asociaron a la de un ex combatiente de la guerra por Malvinas- que Hollywood tentó a Subiela para irse allí a seguir su carrera, propuesta que el director rechazó con una memorable carta-solicitada en la que no compartía la idea de renunciar a su identidad y a un futuro con su familia en la costa californiana.

Subiela no aceptó dirigir allí una nueva versión de “Hombre mirando al sudeste” y en Hollywood, expeditivos, se la plagiaron no una sino dos veces: la primera fue “Mr. Jones”, de 1993 con Richard Gere, donde el guión de Eli Roth olió, y mucho, a primer plagio, con sexo del psiquiatra cambiado por el de una mujer, obvio para un inevitable romance, interpretada por Lena Olin.

El segundo plagio fue “K-Pax”, en 2001, de Iain Softley, con Kevin Spacey y Jeff Bridges en los papeles de Soto y Quinteros, que fue por más y terminó siendo de hecho una copia al carbón y esto llevó a Subiela a enjuiciar a la producción del film a la distancia que, finalmente, llegó a un arreglo con el director argentino y debió resarcirlo al menos económicamente.

Más títulos

Tras la consagración, Subiela abordó “Ultimas imágenes del naufragio” (1989, que el público no acompañó), “El lado oscuro del corazón” (1992, quizá su película más popular, con Grandinetti haciendo de Girondo y una cama piraña que devoraba a sus amantes y que se volvió célebre), “No te mueras sin decirme adónde vas” (1995, con Grandinetti y Mariana Arias), cuando ya enfrentó sus primeros síntomas de una afección cardíaca que, en varias ocasiones, lo pusieron entre la espada y la pared. Siguieron “Despabílate amor” (1996), que rozó lo retro y reunió a Grandinetti con Soledad Silveyra, y “Pequeños milagros” (1997) con Julieta Ortega como un hada atrapada en el mundo real.

La experimentación volvió con “Las aventuras de Dios” (2000) y con un hombre y una mujer atrapados en un viejo hotel de la década del 30.

Al año siguiente y en plena crisis de 2001, que lo azotó personalmente con el “corralito”, Subiela salió nuevamente a la carga con una fallida segunda entrega de “El lado oscuro del corazón”, con casting argentino-español.

Su paso por la televisión incluyó la serie “Historias de no creer” (cuatro episodios titulados "Angel", "Relaciones carnales", "El destino de Angélica" y "Qué risa la muerte"), para volver al cine con “Lifting del corazón” (2005) y las más valiosas “El resultado del amor”, con Sofía Gala y Guillermo Pfening y “No mires para abajo”, con Antonella Costa, ambas de fuerte contenido erótico.

En 2009, y con la obsesión puesta en lo efímero de la vida y en la búsqueda de una segunda oportunidad, presentó “Rehén de ilusiones” y tres años más tarde su última obra, “Paisajes devorados”, un falso documental sobre tres noveles directores que quieren retratar a un cineasta interno del Borda, interpretado por el verdadero Fernando Birri.

Su propia escuela de cine

Al promediar la década del 90, el cineasta abrió un centro de enseñanza, la Escuela Profesional de Cine de Eliseo Subiela, en el barrio de Belgrano, con docentes como Miguel Angel Rocca, Dieguillo Fernández, Rodolfo Denevi, Daniel Pensa y Daniel Pires Mateus, entre muchos otros, y una productora de sus films y de otros colegas.

Poesía en el alma

Amores imposibles, utopías, riesgo estético, audacia para encarar temas muy vinculados con la vida y la muerte, poesía, a veces propia, otras tomadas de Oliverio Girondo como "Espantapájaros" o "Interlunios"; de Mario Benedetti como "Rostro de vos" y "Corazón coraza", y de Juan Gelman como "Poco se sabe" y "Sefiní", utilizadas en “El lado oscuro del corazón”, fueron temas que lo marcaron a fuego.

Con la partida de Subiela queda el recuerdo de una obra importante para el momento en el que le tocó surgir, primero con absoluta rebeldía, pero en especial la madurez que le permitió descubrir que era posible romper esquemas.

Y lo hizo con el regreso de una democracia todavía fresca, con rigor, con su gran metáfora acerca de la locura y, como si fuera poco, con la poesía del alma.

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