Murió el artista plástico Gastón Alfaro a los 72 años

Fue pintor, dibujante, grabador, escenógrafo y director del Museo Fader. Nació en Chile pero vivió casi toda su vida en Mendoza. Dos de sus mejores amigos lo recuerdan.

Eduardo Dolengiewich, fotógrafo.

"Le traje claveles rojos, dice Eduardo Dolengiewich mientras despide a su viejo amigo. ¿Por qué claveles rojos? Pues porque me parecen simbólicos de una manera de pensar, de una ideología".

Después de un silencio, Eduardo recuerda aquella vez en la que -en clave de protesta- Gastón quemó una obra suya en la puerta de una institución. Y también la afrenta: cuando un mural de Alfaro fue blanqueado por los rodillos municipales.

Pero hubo, antes, otro fuego: en los años de la dictadura, cuando la obra de Gastón se exponía en la Galería Zulema Zoireff (en calle 9 de Julio y Eusebio Blanco) estalló una bomba. Toda la muestra del artista se incendió.

Eduardo tiene recuerdos más personales y felices: "a los siete años de haber comenzado con la fotografía, Gastón me invitó a exponer en el Fader. Era el año '97: él, como director del Museo, había realizado un año antes una de las muestras más convocantes de la historia del arte mendocino". Gracias a la amistad profunda de Gastón con Osvaldo Guayasamín, el ecuatoriano nos visitó en el '96 y montó una inolvidable exposición. Se colgaron reproducciones en las calles, desde ciudad hasta Luján. Incluso los troles iban pintados con obras suyas.

Luego, Gastón y Eduardo fueron invitados a exponer en la Fundación Guayasamín, en Quito. "A último momento él no pudo viajar; así que yo llevé su serie de grabados y mis fotografías. La gente quedó impresionada por la fuerza de su mensaje".

En el cuaderno de expositores internacionales de la Fundación Guayasamín, la hoja de Gastón Alfaro ha quedado en blanco. Hoy no lo leemos como ausencia, sino como intensidad.

Sara Rosales, artista plástica.

Gastón Alfaro siempre fue un luchador, en todo sentido. Como artista plástico se destacó con sus grabados: tenía su humilde taller de serigrafía en la Cooperativa Bitácora, que creó Julio "El Negro" Castillo y de la que yo fui socia fundadora con él. El Negro y él eran muy unidos; su muerte, en 2014, sin dudas lo afectó.

Yo lo conocía desde la década del ‘70, cuando armamos la Confederación de Entidades Culturales de la Provincia y nos reuníamos en lo que hoy es el Museo de Arte Moderno. Era un frente para la defensa, el reconocimiento, el cuidado y la dignidad de los artistas...

Su estilo era un expresionismo hasta fauvista, por lo fuerte. Era denunciante, con grandes trazos viscerales. Él, de hecho, nunca se quedó callado, tampoco en la dictadura.

Fue el primero en quemar una obra en la puerta del ECA. Los artistas que lo hicieron hace unos meses rescataron, o recordaron, esa forma contundente de protestar. Después de esa vez, cuando lo vi, le dije que yo no estaba de acuerdo con que hiciera eso: “Las obras son como nuestros hijos”, le dije. Así lo recordaré, como un hombre valiente y comprometido.

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