Memorias del borde el abismo

Reseña del libro “Así lo viví”, de Héctor Magnetto, en diálogo con Marcos Novaro. El testimonio de una época crucial para la prensa.

La guerra que el kirchnerismo declaró contra la libertad de expresión fue unilateral. Dos presidentes- para más exotismo bananero: marido y mujer-, pervirtieron sus cargos para intentar destruir al periodismo, mientras que el periodismo defendió la democracia sin más movimiento que el de seguir cumpliendo su función bajo el asedio.

Fueron muy pocos los medios y periodistas que se mantuvieron imperturbables durante el temporal represivo K, y muchos los ex periodistas que pasaron a engrosar las filas de los inquisidores.

En su afán por vaciar de contenido la democracia argentina, los Kirchner recurrieron a uno de los más fatigados dispositivos de los totalitarismos:  la elección de un enemigo omnipresente.

Como en las novelas ucrónicas Rebelión en la granja y 1984,  los K centraron en Héctor Magnetto la figura del “enemigo del pueblo”, y lo difamaron como responsable de todos los males que habían aquejado a la Argentina desde que convirtió a Clarín en el diario más leído de habla hispana, entre otros: la dictadura del 76, las distorsiones económicas de los 90, la crisis del 2001.

Los mandatarios k y sus acólitos no reparaban siquiera en el absurdo de que la participación de Néstor y Cristina en cada uno de esos períodos había sido de sometimiento, silencio, complicidad y rédito personal; al tiempo que bastaba acudir al archivo para encontrar las críticas, advertencias y disonancias de Clarín en cada una de esas etapas.

El recorrido de Magnetto desde el inicial compromiso dual con el periodismo y el desarrollismo de Frondizi y Frigerio, hasta su posicionamiento como líder de un multimedios independiente, se va contraponiendo, en estas páginas, con la parodia sin base que los K construyeron a su antojo.

Cualquier testimonio verídico K respecto a la persecución contra la prensa, se convertiría naturalmente en una confesión, con su posible derivado judicial, por lo que no es probable que surja un relato detallado de sus intenciones y acciones; de modo que la bitácora de esta guerra le correspondía a Héctor Magnetto: no será la primera vez en la Historia que el registro lo produzca el atacado, no el atacante.

El libro que han construido como un diálogo el sociólogo Marcos Novaro y el Ceo de Clarín, es discreto en el sentido de sin alharacas ni rimbombancias, ajustado a los hechos, un material con mucho de histórico, algo de académico, y por momentos vivencial.

Pero como el propio Magnetto revela en varias capítulos, no es dado a la efusiones emocionales: ni en la zozobra ni después del temporal.

“Así lo viví” es un texto imprescindible para terminar de derribar los mitos que los Kirchner lograron sembrar en el territorio del rumor.

Supuestas connivencias entre Clarín y el primer tramo K, divorcio por cuestión de intereses, la prensa como una conspiración interplanetaria, inexistencia de vocación.

Todo lo que definía como tránsfugas a los dos ex presidentes, intentaron adjudicarlo a la voluntad del multimedios argentino con más trabajadores, su propietaria y su Ceo. No es un libro de festejo ni de revancha, sí de registro minucioso y sereno análisis.

Novaro pregunta lo que todos queríamos saber, Magnetto responde sin eufemismos ni circunloquios. El entrevistador desliza que tal vez en la sociedad argentina yace un elemento de rechazo a la responsabilidad, que la vuelve lábil a los autoritarismos con argumentos mágicos; pero no disiente cuando Magneto señala que intuyó, también, que los argentinos no se dejarían avasallar hasta el abismo en el que cayeron los venezolanos.

Ambas reflexiones parecen complementarse: leyendo esta extensa entrevista, atisbamos que los pueblos, las sociedades, como las personas que los conforman, no son de una sola pieza, oscilan entre su atracción por el poder sin razón, y el temor a la opresión sin límite.

La Argentina oscila. Pero esta recopilación dialogada de los hechos más salientes de la asonada K, repara en que pocas veces como en esta década perdida tuvo la Argentina mayores posibilidades de salir airosa de su larga travesía por el subdesarrollo.

El alivio por haber emergido indemnes de la peor amenaza contra la libertad que hayamos vivido desde el 83, no disminuye la frustración por comprobar cuán lejos estamos aún de nuestro futuro.

Recién nos encontramos normalizando el mínimo derecho a que cada cual lea lo que desea y opine lo que piensa, sin miedo a represalias. El mapa de los medios ya nunca volverá a ser el que fue: a la martingala insensata de los Kirchner, se sumó el sismo de las nuevas tecnologías; pero sí hemos recuperado la libertad.

Para que la libertad estuviera aún ahí cuando los Kirchner se hubieran marchado, hacía falta que Clarín siguiera existiendo; en parte por su propia razón de ser, pero mayormente porque era el enemigo que los Kirchner habían designado. Si hubieran logrado acallarlo, el resto de esta odisea habría sido escrita en catacumbas.

Por eso es inspirador leer la escueta pero intensa aventura del poder desatado contra la prensa y la supervivencia última de esta vocación. La singularidad única del caso ameritaba este libro.

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