Mecenas se buscan

Las bodegas, las empresas privadas mendocinas, algún adinerado particular, bien podría pensar un poco más en la comunidad. Y dejar algo. E invertir en cultura. Y sumar. Los mecenas, los visionarios, los benefactores, brillan por su ausencia en este aspe

Nadie es profeta en su tierra… fundamentalmente si es que su tierra es Mendoza. Lo he dicho y escrito en más de una oportunidad, como esas cosas que se dicen medio en broma, medio en serio. (Pero, convengamos, nada es más serio que lo que se dice medio en broma, medio en serio).

Será el efecto del paso de los años en uno; pero, la verdad, me gustaría que Mendoza recordara más. Bah, me gustaría que Mendoza recordara. Que mirara un poco más hacia atrás y con cariño, quizá solo con la excusa de lograr que aquellos gringos que, por suerte, eligen esta provincia para sus vacaciones, atraídos por sus vinos y montañas, se queden un par de días más. (Esta es la obsesión de la industria turística en los países avanzados: no sólo traer más visitantes, sino que pasen más horas entre nosotros). Quizá sólo por esa razón vale la pena recordar y celebrar, con museos, atracciones, ferias, o lo que sea, lo mejor que pasó por aquí; para que otros puedan revivirlo, conocerlo. O tal vez, sencillamente por un acto de justicia poética. En su momento ellos dieron mucho, y nosotros no le estamos dando nada.

Aquí en Mendoza vivió el director de cine catalogado por medio continente, como el mejor que rodó en Argentina nunca. Leonardo Favio, quién otro si no. Para más inri, fue un cantante popular con las espaldas y la voz cargada de historias que no merecen languidecer en el freezer de la historia. ¿Es entendible que aquí no haya nada que nos permita revisitar sus años de infancia y juventud?

Seguimos con la lista: Quino ha sido más honrado en Buenos Aires que en su propia provincia, la misma que él, por estos días, elige en silencio para buscar la calma. Mercedes Sosa se hizo cantante entre acequias, siguiendo la estela de Armando Tejada Gómez, otra figura digna de algún tipo de homenaje. Antonio Di Benedetto es uno de los escritores más influyentes del siglo XX. Su “Zama” será celebrado, en pocos días, con el estreno de la película de Lucrecia Martel, y aquí en su lugar de origen, él solo halló silencio.

¿Dónde está el recuerdo de los solares en los que vivió San Martín? ¿Cómo es que no hay un lugar para vivenciar y entender cómo se trazó la gesta del Cruce, una que a escala planetaria es comparada con las de Napoleón? (En este sentido, es muy bueno que en Las Bóvedas del departamento San Martín hace apenas algunas horas se haya abierto un museo en su honor).

La lista de músicos, artistas plásticos, personajes históricos o del acervo popular excede esta columna. Y, parece, nos excede a todos nosotros, que no sabemos cómo mantener su memoria latiendo en los días que nos toca vivir.

Sí, dicen que las comparaciones son odiosas, pero ni siquiera voy a buscar parangones en los parques temáticos de Estados Unidos o Europa, con cada uno de sus patriotas y artistas, por decir algo, protagonizando museos y parques. A pocos kilómetros de aquí, en Alta Gracia, Córdoba, encontrás la casa del Che Guevara niño; y en Buenos Aires, lo propio con la reconstrucción del primer hogar de Carlos Gardel. Son un par de ejemplos, nada más.

Y ustedes me dirán, con razón, qué delirio es este de pedir más si nuestras administraciones culturales no han podido en los últimos años ni siquiera sostener algún presupuesto para mantener los museos que ya, a duras penas, tenemos. Aquí viene lo más doloroso: no es inteligente pedirle todo al Estado (aunque se tiene que hacer responsable de lo que le toca, y también del hecho de siempre postergar lo cultural).  Las bodegas, las empresas privadas mendocinas, algún adinerado particular, bien podría pensar un poco más en su comunidad.

Y dejar algo. E invertir en cultura. Y sumar. Los mecenas, los visionarios, los benefactores, brillan por su ausencia en este aspecto.

La situación es más compleja cuando se analiza la marcada asimetría que existe con Buenos Aires a la hora de abrir las compuertas de la inversión descentralizada en cultura. De hecho, allí los privados están invitados a convertirse en patrocinadores y mecenas de artistas o gestores culturales  (siempre y cuando vivan en Buenos Aires) gracias a la Ley capitalina de Mecenazgo. Ley que les permite a los porteños trasladar un porcentaje del impuesto de ingresos brutos al apoyo cultural directo. Una acción que, de algún modo, discrimina a los artistas del Interior, porque las mayoría de las empresas nacionales tienen sede en Buenos Aires y siempre van a preferir, por la conveniencia económica, apoyar a los metropolitanos. La Ley de Mecenazgo tendría que existir en todo el país, porque de la otra manera, empuja aún más a los creadores que osan vivir más allá de la General Paz bonaerense, a la sombra.

Lo triste es que los propios legisladores provinciales debieran empujar con más energía para que se haga realidad la iniciativa nacional (algo que se prometió pero que se viene postergando) lo antes posible. Aunque más no sea para reparar este atraso con respecto a la Capital.

Bah, un atraso del tipo cultural y artístico como los que se ha soportado toda la vida, pero ahora incluso, con una fuerte ley detrás incentivando la asimetría.

Opino.... pero no me hagan mucho caso. Será que uno con los pasos de los años se pone pedigüeño, quisquilloso, molesto, ante las injusticias. Las poéticas, sobre todo.

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